Cómo aprender a escribir: ocho pistas de la deliciosa clase que dio Ana María Shua

En la Feria del Libro de Corrientes y ante un auditorio imantado, la autora trazó un camino para quienes se quieren dedicar a las Letras.

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Ana María Shua con Ramón Blanco en la inauguración de la Feria del Libro de Corrientes.
Ana María Shua con Ramón Blanco en la inauguración de la Feria del Libro de Corrientes.

Falta un rato para que Ana María Shua -la autora de Las edades de Laurita, de La muerte como efecto secundario, de más de 100 libros- hable del lenguaje inclusivo y diga que hay cosas que le vienen bien y hay cosas que le vienen mal pero que esa vuelta del lenguaje estará instalada cuando se la use para cosas serias, “cuando se hable de ‘les desaparecides’ o ‘les muertes’” y el auditorio haga uno de esos silencios que ocurren cuando una idea fuerte y nueva vuela y se clava en la conciencia.

Falta un rato porque primero está la charla para la que Shua voló desde Buenos Aires hasta esta Feria del Libro de Corrientes. La charla sobre “Cómo ser escritora, técnica y misterio”. ¿Se puede enseñar a escribir? Acá Shua dio algunas claves.

1) Leer como loco

“Empecé muy chica”, empezó diciendo. “Era una apasionada lectora. Alguien que va a ser escritor es un lector loco, desbordado. Así era yo”.

2) Conocer la tradición para desafiarla

“En la primaria tuve un momento de revelación: cuando nos enseñaron las reglas de versificación. Yo escribía poemas y cuando salí al recreo les dije a mis compañeras: ‘¡Esto no puede ser, miren si un poeta cuando le viene la inspiración se va a poner a contar sílabas!’ Fui a mi cuadernito, el de mis poemas y vi que la mayoría eran octosílabos, el metro más común de la lengua española. Fue un shock enorme darme cuenta de que estaba escribiendo según las reglas.”

Pero Shua no se enojó, aprendió: “Ahí descubrí que alguien que no conoce la tradición está condenado a repetirla. La única manera de desafiarla es conocerla.”

3) Seleccionar y concursar

No fue gratis el impacto. “Tuve un bloqueo. Tenía 11 años y tiempo después empecé otra vez. Por entonces quise estudiar teatro y venía una profesora a casa. Pronto se dio cuenta de que yo no servía para actriz pero podía escribir. Entonces cada semana me empezó a pedir que preparara un versito para la siguiente. Y al cabo de dos años, tenía material como para mandar a un concurso”.

Ahí, contó Shua, aprendió dos cosas:

a. Hacer la selección. “No todo lo que uno escribe es bueno. Hay que darse cuenta de la diferencia”.

b. Presentarse a un concurso. “Mucha gente considera que no vale la pena hacerlo: no es así. No todos están arreglados, en realidad los que están arreglados son los menos.”

No le fue mal: “Gané un premiecito del Fondo Nacional de las Artes y gracias a eso pude publicar mi primer libro de poemas, El sol y yo.

4) Para narrar, hay que madurar

A los 16 años ya tenía un libro de poemas pero Shua ahora quería narrar. “Y narrar requiere un grado de madurez”, dijo la autora.

“La poesía es el punto más alto de la literatura pero también es accesible a los chicos. Los narradores son peores antes de los 20 y una primera novela se suele publicar alrededor de los 30″.

Narrar no le salía. “Entonces creí que no me iba a salir nunca, pero seguía luchando”.

5) No hace falta ser un genio

Y Shua se puso a escribir para vivir. De otra manera:

“Quería trabajar de periodista. Fui a la revista Nocturno, que publicaba fotonovelas y, al costado, unos cuentos románticos.

-¿Podés escribir cuentos románticos? -me preguntaron.

-Puedo intentarlo.

Hasta entonces, una de las cuestiones que me trababan era la alta exigencia. Y ahora me encontraba con la posibilidad de escribir cuentos románticos, no ya para la Literatura Universal, sino para una revista. Así empecé a escribir, basándome en otros cuentitos que leía en otras revistas”.

Para hacerlo, se puso un seudónimo basado en la historia de la literatura española, “Diana de Montemayor”.

“Aprendí. Aprendí a contar un cuento. Yo creía que para ser escritor había que ser un genio. Y si no, no valía la pena. Pero me di cuenta de que muchos de los autores a los que había leído quizás no eran tan geniales. Dije: ‘se puede ser un autor mediocre, no pasa nada, no hay que ser la cumbre de la literatura universal’”.

6) Usar la realidad

¿A partir de qué se escribe? Al comienzo, Shua creía “que había que inventarlo todo”. Pero entendió algo diferente:

“Descubrí que se podían tomar cosas de la realidad y que cuando lo hacía, todo mejoraba. Fue fabuloso. Vale usar elementos de la realidad para contar la literatura”.

¿Inventamos? Más o menos. Shua dijo que “la literatura es un arte combinatorio; no inventamos nada sino que tomamos trozos de la realidad, por que la realidad es infinita”. Y dio un ejemplo: más allá de lo más evidente, el escenario, las sillas, la feria, “acá debe haber millones de insectos”. Cosas que un escritor piensa y quién sabe cómo terminan formando parte de un relato.

Después de esa experiencia empezó a escribir sus propios cuentos “que iban a salir en mi primer libro de cuentos, Los días de pesca.

7) Buscar trabajo

“Yo estudiaba Letras -que a mis padres les resultaba sospechoso- y empecé a buscar trabajo”, contó Shua en la noche correntina. Ese un consejo: si alguien quiere escribir tiene que buscar trabajo, de la Literatura es muy difícil que pueda vivir”.

8) No depender de la inspiración

¿Qué hizo entonces? “Durante 15 años escribí publicidad”. Ahí descubrió:

La relación con la inspiración. La inspiración existe. La musa viene, pero cuando viene es mejor que lo encuentre a uno con los dedos sobre el teclado”.

Pero “a veces no viene”, dijo Shua. Y puede ser un problema: “A un redactor creativo lo toman para que tenga ideas y si no las tiene lo despiden. Así que aprendí a no depender de la inspiración: la inspiración se puede imitar. Será algo más lento, más penoso, pero no es imposible”.

Con el tiempo, Shua aprendió qué hacer cuando la musa se demora: “Cambio de género. Como escribo distintos géneros...” Y otro recurso, personal: “hago trabajo de reescritura de cuentos y leyendas populares. Escribir es nadar en una noche de tormenta; reescribir relatos es hacerla plancha en la pileta”.

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