“Soy comandante de las Fuerzas de Marte en la Tierra”, dijo Francisco García aquella tarde de agosto de 1973, en el programa de televisión Teleshow, conducido por Víctor Sueiro y José de Zer y emitido por Canal 13. Este setentón jovial, poseedor de un magnetismo innegable, no se detendría en el relato. “Soy marciano por parte de madre”, contó y conquistó a la audiencia.
Con una visible picardía, García detalló cómo era su (extraño) parentesco extraterrestre, cuál era su misión en la Tierra y mencionó otra guerra —lejos quedaba como tema del día el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética—: la de Júpiter y Marte. También dijo que los marcianos usaban el agua del Río de la Plata. Y que vendrían, con fecha exacta y todo.
“El sábado 25 de agosto, a las 17 horas, cincuenta naves marcianas descenderán sobre Chascomús. No serán cuarenta y nueve ni cincuenta y uno. Serán cincuenta”, anunció. Lo que vino después fue una pequeña revolución que desató el furor de más de las 5.000 personas que se trasladaron a ese pueblo para presenciar el acontecimiento. El alojamiento colapsó y los comercios del lugar desbordaron. Miles de personas quedaron con la mirada en el cielo y el cuello contracturado. Pasaban los minutos y nada. Pero la curiosidad devino en enojo, histeria colectiva, gritos, empujones, una estampida y nada más se supo de García ni de su herencia intergaláctica.
“La política argentina es absolutamente bizarra, en el sentido que es ridícula, extravagante, cringe, que te da vergüenza ajena”. Matías Bauso
Esta historia es una de las tantas que cuenta Matías Bauso en su nuevo libro, Argentina bizarra, publicado por Planeta. Bauso parte de una selección de más de cincuenta relatos —de un reservorio de más de 600— en los que los errores, las extravagancias, lo increíble y lo fuera de lo común son el hilo conductor para construir una historia no oficial argentina. Algo así como el lado B que constituye “el ser argentino”, con ribetes surreales y de ciencia ficción. Política, literatura, policiales, premios Nobel y las figuras más relevantes exponen su lado más bizarro. “Argentina es un territorio donde todo es posible pero donde todo puede suceder aún”, dice el escritor y periodista a Infobae Leamos, entre tangos y fotos de Carlos Gardel en un bar del centro porteño.
Con Argentina bizarra nos enteramos de que entre los sobrevivientes del Titanic hay dos argentinos, aunque su suerte fue diferente; de que Clemente Onetti, un paleontólogo, arqueólogo y célebre científico organizó una expedición a las aguas patagónicas tras los rastros de un posible plesiosaurio en las primeras décadas del siglo XX; de que el primer gran grupo de rock que llegó a la Argentina en 1964 no fueron los Beatles sino que, por errores, engaños y fraudes fueron “los Beetles” (una “e” de distancia o un abismo); o de que Perón terminó envenenado por utilizar una sustancia blanca milagrosa para su sonrisa pero que era una especie de cemento altamente tóxico.
¿En cuántos medios de transporte viajó el cadáver de Carlos Gardel? ¿Vivió Hitler en Argentina como otros jerarcas nazis? También hubo un argentino que fue dueño de Google por algunas horas. Y la lista sigue.
El libro forma parte de una colección que se inició en 2017 con México bizarro, del escritor y divulgador mexicano Alejandro Rosas y el periodista y escritor mexicano Julio Patán. Tal fue el éxito —más de 50.000 ejemplares vendidos, la edición de México bizarro II y Pandemia bizarra— que Perú, Chile y Colombia se sumaron a trazar esta cartografía bizarra y, ahora, Argentina. Así, América Latina es construida desde sus historias más fallidas, populares y más representativas de cada país.
En más de 300 páginas, Bauso muestra una de sus mayores cualidades: el arte de contar historias. Con un tono entretenido e hipnótico, el libro tiene detrás una investigación exhaustiva, que incluye visitas a la Hemeroteca y la revisión de cientos de libros, artículos y documentos. Así, el autor de 78. Historia oral del mundial y Racing. Una pasión explicable, entre otros, echa luz sobre las historias más insólitas de los últimos 110 años de la Argentina y define al país en una metáfora futbolera, haciendo alusión a una de sus grandes pasiones: “Argentina es el 10 hábil, panzón, que se para debajo de la sombra del mástil del Cilindro los días que hace 35 grados”.
“No importa cómo se llame la ciudad en la que esté, se está siempre en la tierra natal”, supo decir el escritor y poeta argentino Juan José Saer en El arte de narrar. En Argentina bizarra se planta bandera en el territorio de la hipérbole y de lo incomprensible, con un lenguaje común: la necesidad de contar, leer y escuchar historias, aunque naturalicemos lo imposible.
—¿Qué constituye el ADN argentino?
—Las marcas identitarias son muchas: el fútbol, el coraje- que es uno de los significados de “bizarro”-, la valentía, la impunidad y la corrupción. También la falta de leyes, con todo lo malo que eso conlleva, pero también para lo bueno, para ser flexibles para solucionar algo y nos amoldamos muy fácil. Tenemos una relación muy patológica con el pasado porque siempre estamos mirando para atrás pero somos medio estúpidos porque no aprendemos. Todos dicen que el pasado te enseña. A nosotros parece que no tanto.
—Entonces, ¿qué podemos aprender leyendo las historias del libro y mirando el pasado?
—Que las leyes hay que cumplirlas, que a los corruptos hay que condenarlos, que no hay que seguir a personas como si fueran dioses, que hay que respetar los ciclos constitucionales y otras cosas, sin ser solemnes, tomárnoslas más en serio. Muchas de las historias comienzan con una pequeña desviación de la situación, se corre el eje y las cosas terminan en desastre. Como el caso de la colonia Montes de Oca y la desaparición de la doctora Giubileo, con mucho misterio y con gran atención mediática.
“En medio de la atención mediática por el caso Giubileo llevan a 86 internos a un carnaval al pueblo cercano pero vuelven 123.” Matías Bauso
—¿Qué sucedió?
—La doctora desapareció misteriosamente en 1985 pero el caso expuso la desidia, pacientes abandonados, negocios oscuros, fugas y muertes misteriosas. En medio de la atención mediática llevan a 86 internos a un carnaval al pueblo cercano pero vuelven 123. ¿Por qué? Porque había 40 que se habían escapado y deambulaban con hambre y sin techo. La policía, la justicia y los medios estaban encima de la colonia pero seguía pasando lo mismo.
—En el libro la política está muy presente, ¿Qué relación hay entre lo político y lo bizarro?
—La política argentina es absolutamente bizarra, en el sentido que es ridícula, extravagante, cringe, que te da vergüenza ajena. Tenemos una capacidad desmesurada para naturalizar lo que no hay que naturalizar. Hay una capacidad para justificar cualquier cosa y eso en el ámbito político lo vemos.
—¿Las grietas existieron siempre?
—Existen desde siempre. En la década del 20 eran los personalistas contra los antipersonalistas, después fueron los radicales contra los conservadores, después los peronistas y los gorilas. Y cuando parecía que Menem había terminado con eso, no pasó. Surgió el caso del diputrucho y un periodista de Clarín y Página12 investigaron juntos. Eso hoy no podría pasar porque uno diría blanco y otro, negro. Nos encanta la unanimidad pero no lo conseguimos nunca. Tenemos una vocación por buscarla y es, además, bastante fascista.
“Somos todos más pacatos de lo que decimos ser. Y progresistas hasta que alguien piensa distinto.” Matías Bauso
—¿Por qué?
—La grieta es una grieta porque no soportamos que el otro no piense como nosotros. Los dos grandes hechos unánimes de la historia moderna son el Mundial 78 y la Guerra de Malvinas. Fue lo más cerca que se estuvo de lograr la unanimidad. Los pocos disidentes fueron “lapidados”, como Borges con el mundial. Los términos medios no los respetamos mucho.
—En Argentina bizarra hay muchas historias relacionadas a la censura y a la moral.
—Somos todos más pacatos de lo que decimos ser. Y progresistas hasta que alguien piensa distinto. Tenemos una tendencia a censurar al otro y, en la sociedad, somos más moralistas de lo que estamos dispuestos a reconocer. La censura empieza en democracia con el gobierno de Isabel con el censor Tato, que luego siguió. Y, como decía antes, nos olvidamos de estas cosas del pasado.
—Borges, Perón, Evita y Gardel son algunas de las personalidades más relevantes del libro, ¿Qué rol ocupan las grandes figuras para los argentinos?
—Son nuestros mitos fundantes, son nuestras estampitas. Desde el momento de la muerte de Gardel y hasta los 80, no había un bar o almacén que no tuviera una imagen de él. Este era Dios. Maradona, además de ser un ídolo popular, tiene un magnetismo único, nunca visto. Entonces uno dice: “Vos sos Gardel” o “Sos Maradona”. Los dos son como Dios. Perón y Evita también son otros dos grandes mitos. Y Messi, naturalmente, es el mito moderno, pero él no tiene los componentes mitológicos que el resto sí, como podría ser el ascenso y la caída, supuestas o reales historias oscuras detrás.
—En el libro decís que la necromanía es una tradición argentina, ¿por qué?
—Pensemos en los grandes mitos peronistas: el cadáver de Eva dando vueltas durante 20 años como pieza de negociación política; se lo embalsamó, se pidió rescate; al cadáver de Perón le roban las manos; el cuerpo del hermano de Eva, Juan Duarte, lo exhuman y el general de la Revolución Libertadora interrogaba a las amantes con la cabeza de él en el escritorio. Pero también, años antes, sucede todo el periplo con el cuerpo de Gardel. Y si pensamos más cerca en el tiempo, el primer acto masivo después de las restricciones por la pandemia fue el velorio y entierro de Maradona. Tenemos una obsesión con los muertos y con los cadáveres.
—¿Cuáles fueron las historias que más te sorprendieron?
—Una fue la del diputrucho porque es una historia conocida pero los detalles nos explican por qué sucedió. Ya habían habido diputruchos antes, que aumentaron el número de miembros de la Corte Suprema sentando asesores en las bancas e hicieron Gas del Estado, por ejemplo. Pero en este caso lo agarraron a este porque era el más viejito y el que no pudo correr mientras los otros cuatro sí. Lo genial es cómo se resolvió: la medida que tomó la Cámara para evitar esto fue prohibir la entrada de los periodistas al recinto parlamentario. No prohibieron que sentaran asesores en las bancas: prohibieron que los periodistas entraran para que no los vieran. Eso es lo increíble de cómo el poder termina resolviendo las situaciones. Otra es la del General Rawson, a quien, después del golpe del 43, de hablar desde el balcón de Casa Rosada, con el gabinete armado y a punto de jurar como presidente, le dijeron que el presidente era otro y lo desplazaron.
—Argentina es un país considerado centralista, poco federal. Sin embargo, en el libro, hay muchas historias relacionadas a la Patagonia, ¿Qué significa ese territorio para los argentinos?
—Al ser un territorio tan vasto y poco explorado se puede decir que Hitler se escondió o que hay un animal prehistórico, previo a Nahuelito y el científico más importante del momento de Sudamérica sale a buscarlo. También está la gran ucronía moderna con el “qué hubiese pasado si se hacía el traslado de la capital a Viedma”. La posibilidad fue mucho más cierta de lo que la memoria recuerda. El sur tiene el peso del relato, que se lo da el clima, el viento, el frío y las grandes extensiones son personajes, como en Los suicidas del fin del mundo, de Leila Guerriero o en Bruce Chatwin. Nuestra esperanza está ahí porque es lo menos explorado que tenemos.
—“En Argentina siempre son más interesantes las preguntas” es la oración que cierra el libro, ¿Cuáles podríamos hacernos hoy?
—Estoy convencido que hay más gente honesta que deshonesta pero preguntaría: ¿por qué hay tanta corrupción? ¿Por qué nos cuesta tanto seguir las leyes? Y ¿por qué siempre hay espacio para creer algo inverosímil? Por ejemplo, ¿por qué el mito de que Hitler vivió en Argentina se hizo carne y hay tantos convencidos? Porque es verosímil. Entonces, ¿por qué todo es verosímil? En Argentina todo es verosímil.
Argentina Bizarra (Fragmento)
El día que los nazis llenaron el Luna Park
El 10 de noviembre de 1938, miles de personas llenaron el estadio Luna Park. Esa jornada no había una gran velada de boxeo. El legendario recinto de Bouchard y Corrientes, construido por Pace y Lectoure, fue la sede de momentos inolvidables. Peleas míticas, el Mundial de Baloncesto de 1950, competencias internacionales de otros deportes, los partidos de Guillermo Vilas. Grandes espectáculos, como la despedida a Gardel, el concierto de Frank Sinatra, las actuaciones de Julio Bocca. Fue el lugar en el que se conocieron Eva y Perón y donde se celebró el casamiento de Maradona y Claudia. Hasta fue el escenario de una misa del papa Juan Pablo II.
Allí también se llevó a cabo el acto nazi de mayor concurrencia fuera de Alemania. Un nuevo récord infame batido por Argentina.
Algunos dicen que, esa mañana, hubo veinte mil personas. Las fotos son impactantes. Banderas argentinas y alemanas, decenas de insignias nazis, las tribunas prolijamente repletas. Cuesta darse cuenta de que se trata del Luna Park. El diario Crítica sostuvo que el estadio estaba irreconocible. Sobre una de las tribunas populares, el escenario con un gran placo de honor. Detrás, una bandera enorme, impactante: «Ein Volk, ein Reich, ein Führer» (‘un pueblo, un imperio, un líder’). A los costados, en los pullman, otras banderas con lemas y retratos de Hitler.
(...)
Hitler envió barcos a los países más importantes para que los alemanes radicados en ellos votaran allí, en las naves que eran consideradas suelo alemán, si estaban a favor del anchluss. En Argentina no fue necesario el artilugio del navío. El Gobierno de Ortiz autorizó que la votación se hiciera dentro del país, en escuelas y clubes. Votaron más de veinticinco mil personas. El resultado fue abrumador. Más del 95 % se inclinó por el sí.
En el acto hubo varios oradores. Todos coincidieron en alabar a Hitler, vanagloriarse de la grandeza alemana, y agradecer la hospitalidad del pueblo argentino y sus autoridades. El encargado de negocios de la embajada, Enrich Otto Meynen, profético, definió a Argentina como una nación muy hospitalaria con ellos. Estas palabras tomarían otro cariz y se completarían de sentido siete años después, cuando muchos criminales nazis se fugaron hacia nuestro país.
El acto fue considerado un éxito. Los diarios le dieron una gran cobertura. Las imágenes impactaron en parte de la población. Pero simultáneamente, en la plaza San Martín, estudiantes universitarios organizaron una marcha en oposición a los nazis. Hubo alrededor de cinco mil personas. La policía intentó desbaratar la movilización y que no se acercara al Luna Park. Hubo empujones y así comenzaron los incidentes. La represión fue brutal. Caballos, sablazos, palazos y balas. Al final de la jornada, había dos muertos. Los asistentes al acto nazi no tuvieron inconvenientes, porque la seguridad puesta a su disposición por el Estado argentino que los blindó.
Ahora bien, la presencia nazi no apareció en el país por generación espontánea. Tenía una historia que había comenzado a principios de los años treinta.
Quién es Matías Bauso
♦ Nació en Buenos Aires en 1971.
♦ Es escritor, abogado y periodista.
♦ Es autor de los libros Una épica de los últimos instantes; El deporte en el cine: grandes partidos, jugadores y atletas de la pantalla; 78: historia oral mundial; y Racing. Una pasión explicable.
♦ Editó la antología Dirigentes, decencia y wines, que recoge la obra periodística de Dante Panzeri.
♦ Llevó adelante investigaciones históricas sobre personajes populares como Aníbal Troilo, Florencio Parravicini y Ángel Firpo, entre otros.
♦ Actualmente, escribe en el portal de noticias Infobae.
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