Marcel Proust fue el autor de una de las más grandes novelas del siglo XX, En Busca del tiempo perdido, influyente y apreciada por el campo de la literatura, la filosofía y la teoría del arte.
En estos siete tomos que publicó entre 1913 y 1927 va mucho más allá de contar una historia, y, según sus estudiosos, representan el final de un proceso de revelación y madurez que tardó 38 años hasta lograr encontrar su voz interna.
Nacido el 10 de julio de 1871 en París, a partir de 1907 empezó a escribir la primera parte de su gran novela, “Por el camino del Swann”. A partir de ese entonces, según consigna el escritor Edmundo Valadés en su libro “Por el camino de Proust” “se encerrará de hecho 13 años, en una cámara aislante, para escribir a mano, sin tregua y en fiebre creativa nocturna, una novela de proporciones, estructuras, estilo y contenido innovadores”.
“Analizará minuciosamente reacciones ocultas de sentimientos y pasiones humanas, repujando personajes arquetipos, summa magistral de muchos reales, con un cosmos variado de temas”, desarrolló Edmundo Valadés.
Otra de las cosas que llamó mucho la atención en su época, además de su innegable talento, fue el tema de su orientación sexual. A diferencia de otros escritores, como Óscar Wilde, encerrado en prisión por el delito de sodomía y obligado a realizar trabajos forzados, Proust no tuvo tantos problemas en París, aunque sí fue centro de algunos escándalos.
El primer amante conocido de Proust fue Lucien Daudet, hijo del escritor Alphonse Daudet. El escritor Edmund White aseguró que a Proust “le gustaban los jóvenes artistas con bigote y ojos oscuros, es decir que se parecían a él”. Esta relación le valió que el padre de Lucien, Alphonse Daudet, se fuera en contra suya asegurando que “¡Marcel Proust es el diablo!”.
Y no fue el único insulto, el archicatólico diplomático, poeta y dramaturgo Paul Claudel describió a Proust como “una vieja judía pintada”.
Era tanto el afán del escritor de mantener ocultas sus relaciones que cuando el también literato Jean Lorrain dio a conocer que Proust era amante de Lucien Daudet, Marcel lo retó a un duelo, pero ni con eso consiguió detener su reputación de “mundano diletante”.
Otro de los amores de Proust fue Alfred Agostinelli ,un chofer de taxi que se convertiría en secretario del escritor.
Un día que perdió su trabajo, Agostinelli le pidió a Proust ser su chofer, pero como ya tenía uno, Marcel le dijo que podía ser su secretario y lo convirtió en el mecanógrafo de sus manuscritos. Agostinelli y su compañera, Anna Square, se establecieron entonces en casa de Proust.
Los sentimientos del escritor son correspondidos por Alfred, quien regresa a Mónaco a pesar de que el autor hizo todo lo posible por evitarlo, incluso le compró un aeroplano (que luego Proust utiliza para escribir los sonetos de Stéphane Mallarmé), para convencerlo de regresar.
El 30 de mayo de 1914 fue un día negro para el escritor francés. Ese día Alfred se estrelló en el avión que le había regalado, durante su segundo vuelo independiente. La tristeza de Proust se reflejaría en sus obras y a partir de este amor no correspondido construyó el personaje de Albertina, la protagonista del sexto y penúltimo volumen de “En busca del tiempo perdido”, la relación entre ella y el narrador se basó en su propia historia con Agostinelli.
“Agostinelli es la sugestión, en una de las habituales transposiciones “proustianas”, de la Albertina prisionera, y en un destino extraño, en que la ficción resulta premonición de un hecho real, muere después de que Proust había decretado ya en su libro la desaparición de Albertina”, escribió Edmundo Valadés.
Es más, Proust le confesó a Daudet que “siempre que cruzaba en esos días por una calle para tomar un taxi, lo hacía con la esperanza de ser atropellado”.
Finalmente, y a pesar de que durante muchos años consideró su inclinación sexual como una maldición, el genial autor francés terminó llevando sus demonios y placeres a la ficción, en relatos, muchas veces inacabados, algunos de los cuales fueron publicados en español en el 2021 en una selección titulada “El remitente misterioso y otros relatos inéditos”, compuesta por ocho relatos escritos por un joven Marcel Proust, que permanecieron inéditos durante más de un siglo.
Entre estos relatos se destacan algunos como “Recuerdo de un capitán”, que según Luc Fraisse, profesor en la Universidad de Estrasburgo, y el encargado de la edición original francesa, “narra una emoción homosexual en el medio militar, de un modo que evoca el período y detalles de su propio servicio militar en Orleans, entonces muy reciente”.
También aparece otro relato, “El don de las hadas”, una historia alegórica que, asegura Fraisee, ”nos conmueve especialmente, porque vemos a una hada explicarle a un hombre joven que le concede el don de una sensibilidad extremadamente rica, que tendrá sin embargo la contrapartida del sufrimiento que le acarreará toda la incomprensión hacia esas delicadezas. Sobrecogedora profecía de lo que será toda la vida de Proust”.
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