Como Furor fulgor, la flamante novela de Ana Ojeda que plantea como disparador lo que ocurre a partir de un decreto estatal que impone restricciones en la manera de hablar y que ya estaba impresa cuando se conoció la decisión del gobierno porteño de prohibir el lenguaje inclusivo, cada tanto la literatura sorprende por sus efectos predictivos: en los últimos tiempos, una serie de libros se adelantaron a fenómenos como la pandemia, la falta de alimentos, estados que se arrogan la soberanía sobre el cuerpo de las mujeres, la figura de Putin y hasta la invasión a Ucrania, en un gesto que se puede leer como un profundo entendimiento de qué mueve a la humanidad más que un ademán adivinatorio o una mera casualidad.
¿La anticipación de la guerra en Ucrania es parte de un análisis histórico o un caso más de aquel dicho que reza que la “ficción supera a la realidad”? ¿Vamos camino a vivir en sociedades similares a Gilead, en la que Margaret Atwood imaginó una organización en castas, la opresión de las mujeres y el faltante de alimentos en ciudades contaminadas? ¿Cómo dialoga la realidad con la ficción una vez que “se reconoce” en ella?
Herederos del don que tuvieron algunos clásicos como Ray Bradbury, Isaac Asimov, J. G. Ballard, Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick y Stanislaw Lem, varios autores contemporáneos escribieron en los últimos años obras que se adelantan a su tiempo y no solo predicen hechos, sino que logran captar el espíritu de una época.
La escritora y editora de Paidós Ana Ojeda acaba de publicar Furor fulgor (Random House), una novela que comienza con un Estado que prohíbe el uso de un lenguaje como puntapié para una revolución. La hipótesis, que a la escritora le resultó disparatada mientras tipeaba el texto, se concretó días antes de que llegara a las librerías cuando el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió prohibir el uso del lenguaje no binario en las comunicaciones oficiales entre el ministerio de Educación y las escuelas.
“El lenguaje inclusivo, que la juventud adoptara por principio y la decrepitud en chiste, fue inicio de una crisis terminal de la lengua en tanto código común a la cuerpa social. Cada una empezó a significar lo que quiso con palabras que alguna vez habían hablado de otras cosas. Estadio último del capitalismo (vale decir, del patriarcado), el deseo personal, su designio caprichoso, atacó como vih novedoso la lengua, socavándola, agujereándola, volviéndola imposible. Cortado lo compartido del sistema, quedó solo lo individual, a la deriva”, escribe Ojeda en el prólogo de Furor fulgor, en un registro lúdico que trabaja desde hace años con una sintaxis liberada de prejuicios, una apuesta a que sea la forma la que ilumine el contenido. Lo hizo en 2019 cuando publicó Vikinga Bonsai, una novela escrita íntegramente en lenguaje inclusivo que ofrecía, entre otras rarezas, la utilización de hashtags, y después en Seda metamorfa, donde el juego de “tunnear” palabras asumió en control de la trama.
Con la anulación de Roe vs. Wade el 24 de junio, la Corte Suprema de Estados Unidos revocó una sentencia que durante casi medio siglo garantizó el derecho de las mujeres estadounidenses al aborto, pero que nunca había sido aceptada por la derecha de tinte más religioso. La decisión no convierte en sí misma en ilegales las interrupciones del embarazo, sino que hace retroceder a Estados Unidos a la situación vigente antes de la sentencia Roe v. Wade de 1973, cuando cada estado era libre de autorizarlas o no.
Tras el fallo de la Corte Suprema norteamericana, la novela distópica de Margaret Atwood, El cuento de la criada, se ha citado y utilizado para comprender la época por usuarios de las redes sociales, escritores reconocidos y hasta por la autora, quien consideró que Estados Unidos corre el peligro de convertirse en “una dictadura teocrática”.
El cuento de la criada, novela adaptada en una serie reconocida que va por la quinta temporada, presenta una trama distópica en el estado de Gilead en la que las mujeres existen en una sociedad patriarcal profundamente opresiva y en la que no tienen libre albedrío sobre su vida ni sobre sus propios derechos reproductivos. En la novela, el gobierno ha sido derrocado por un grupo de extrema derecha religiosa, los Hijos de Jacob, quienes cambian completamente la existencia de las mujeres, quienes comienzan a ser divididas en categorías de acuerdo a la función que pueden cumplir.
Poeta, novelista, crítica literaria, profesora y activista política canadiense, Atwood publicó la novela en 1985, inspirada en el clima de la administración de Ronald Reagan y los distintos grupos religiosos como la Coalición Cristiana y Moral Majority.
El contenido de la obra se alejó de la distopía y se volvió llamativamente actual cuando comenzó a mostrar una relación especular con la realidad tras el fallo de la Corte norteamericana. “Aunque finalmente la terminé, mientras escribía la novela dejé de escribirla en varias oportunidades porque me resultaba un texto muy exagerado. Qué tonta fui. Las dictaduras teocráticas no se encuentran solo en el pasado distante: hay varias de ellas en el planeta hoy. ¿Qué impide que Estados Unidos se convierta en una?”, reflexionó la autora en un artículo publicado por The Atlantic, titulado “Yo inventé Gilead y la Corte Suprema lo está haciendo real”.
La asimilación entre el plano de lo real y el de la ficción también es visual. En las redes sociales y en las protestas en las calles, el traje rojo icónico de las criadas de la obra de Atwood se impone como un símbolo que condensa la opresión de Gilead.
La obra es tan profética que el reconocido escritor Stephen King escribió en su cuenta de Twitter horas después del fallo: “Bienvenidos al Cuento de la criada”.
Warren Littlefield, el productor de la serie producida por Hulu y protagonizada por la actriz Elisabeth Moss, también abrazó esa lectura: “Nos encantaría que la serie fuera menos relevante, pero lamentablemente, el programa ha sido inquietantemente relevante. Y ahora parece aún más. Desearíamos que fuera tan solo la adaptación de literatura distópica”.
Cuando Rusia invadió Ucrania, muchos lectores sintieron un auténtico déjà vu. En 2019, la escritora española Cristina Cerrada publicó Hindenburg, la segunda novela de la trilogía Europa, en la que sin revelar el nombre del país en el que se basaba, contaba los detalles políticos de una invasión en la que se podía adivinar a Ucrania. “Cuando vi que se materializaba en los noticieros, no podía creerlo. Sabía que esa tensión geopolítica estaba ahí porque había escrito una ficción sobre esto. Pero cuando sucede de verdad, es terrorífico. En la televisión oía frases que casi literalmente había escrito en la novela”, contó Cerrada días después de la invasión.
Incluso la figura de Vladimir Putin puede rastrearse en una novela rusa de fines del Siglo XX. Moscú 2042 de Vladimir Voinovich es una sátira distópica sobre un hombre que viaja al futuro. En el texto, Genialíssimo es un jefe de Estado surgido de las filas de la KGB, que usa la guerra para consolidar su poder sustentado por sus ex compañeros espías y que asegura que su autoridad provenía de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Entre la casualidad y la observación aguda, la literatura pareciera mostrar que tiene un don que, muchas veces, es esquivo a los contemporáneos: entender y dar cuenta del futuro.
Fuente: Télam S.E.
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