Marina Yuszczuk: “El duelo es un momento de descontrol en el que se afina el límite entre cordura y locura”

Hablamos con una de las exponentes argentinas del gótico moderno, ganadora del premio Sara Gallardo, sobre “Para que sepan que vinimos”, su nueva novela. Duelos, fantasmas y cómo “madre” puede transformarse en sinónimo de “bruja”.

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La escritora argentina Marina Yuszczuk
La escritora argentina Marina Yuszczuk publicó su nueva novela de fantasmas "Para que sepan que vinimos" (foto por Catalina Bartolomé).

En los últimos años, Marina Yuszczuk se transformó en una de las escritoras fundamentales de la literatura argentina contemporánea. Aunque sus primeros trabajos tendían a la autoficción, su popularidad llegó con La sed, la novela de vampiras con la que le dio la bienvenida a la fantasía en su obra. Esta no solo le valió el Primer Premio Nacional de Novela Sara Gallardo en 2021, sino que puso su nombre en boca de todo el mundillo literario argentino. “¡La gente se lo aprendió!”, comenta entre risas Yuszczuk sobre su complicado apellido con una única vocal desde su casa en el barrio porteño de Parque Patricios.

Dos años después de La sed, la autora bonaerense criada en Bahía Blanca volvió con otra novela que también podría inscribirse, como su predecesora, en el resurgimiento latinoamericano del gótico. Para que sepan que vinimos, editada por Blatt & Ríos, es una novela de fantasmas que sigue a Fernanda, una mujer que está transitando el duelo de su madre, en su viaje junto a su pareja y su hija a Nueva York, “el lugar en el que transcurren las ficciones”.

Aunque el objetivo de las vacaciones familiares es recuperar la felicidad de esta pareja al borde constante de la ruptura, una extraña presencia que oscila entre lo maternal y lo fantasmal irá creciendo capítulo a capítulo para acechar a esta mujer que todavía “lleva la muerte encima”. Como una sombra independiente del cuerpo que la proyecta, este fantasma transformará la vida de la protagonista, atrapada en la dicotomía entre necesitar a su madre y rogar que, de una vez por todas, se vaya.

En una charla con Infobae Leamos, Marina Yuszczuk habló sobre su nueva novela, la necesidad de la fantasía para narrar los misterios del duelo y aquello que “no se puede decir”, el terror doméstico, cómo las madres se vuelven brujas, sus próximos proyectos y la posibilidad de una segunda parte de La sed.

-”Para que sepan que vinimos” transcurre en el marco del duelo de una hija por su madre, algo que ya habías esbozado en La sed, tu novela anterior. Como autora, ¿qué atractivo tiene para vos esta situación tan particular?

-El duelo es un momento de descontrol. Uno está muy entregado a esas emociones, al deseo de volver a ver a la persona que murió, al recuerdo, incluso a veces a sentir su presencia. Supuestamente, para no enloquecer, en algún momento esto se tiene que ordenar. Uno dice: “Bueno, listo. Esta persona ya no está más. Sigo con mi vida y ya no deseo que vuelva”. Pero hay una ventana que me parece súper interesante (y por algo el terror trabaja tanto con este momento del duelo), que es cómo se afina hasta su desaparición el límite entre locura y cordura.

-En esta novela, esa ventana funciona como una abertura por la cual entran los fantasmas. ¿Hay algo de deseo en el duelo?

-Hay un deseo propio del duelo que es el de volver a ver a la persona que murió, y los relatos de terror intentan literalizar eso. ¿Qué pasa si la persona muerta vuelve? ¿Y si, además de volver, no es con la forma que esperabas sino como algo horrible? Me interesa esta idea de que lo que vuelve de los fantasmas no es la persona, sino un rasgo de lo que fue traumático en su vida, lo que no se resolvió, cierta furia, ciertas represiones. Me atrae esta imposibilidad de traer al ser querido de vuelta y también esta idea de que, si lo traes, sería un monstruo porque ahora no es más que un cadáver, y eso es irreversible.

-¿Por qué elegiste el terror como disparador para desarrollar estos temas?

-Hay cosas que no se pueden decir de manera directa. La ficción y la fantasía tienen que ver con escribir desde un lugar de no saber y no entender lo que uno está escribiendo. Me parece que hay ciertas temáticas que desde el terror se pueden abarcar, o de alguna manera representar, mucho mejor que simplemente haciendo un comentario o un registro, como hizo Roland Barthes con la muerte de su madre, por ejemplo. También hay algo que tienen todos los relatos de terror que es este intento por reconciliarnos con la muerte gracias a la idea de que puede haber cosas aun mucho peores. Es como esta premisa de Cementerio de animales, de Stephen King, que ponen siempre en la tapa del libro: “A veces es preferible la muerte”.

Yuszczuk optó por la fantasía
Yuszczuk optó por la fantasía para escribir sobre el duelo porque "hay cosas que no se pueden decir de manera directa" (foto por Catalina Bartolomé).

-Tanto en Para que sepan que vinimos como en La sed hay una preponderancia del silencio y la oscuridad como dos factores fundamentales pero ambivalentes: dos cosas a las que se aspira pero también se teme. ¿Cuál es tu relación personal con la oscuridad y el silencio?

-Hay algo súper infantil en esto de la oscuridad. Me interesan los adultos cuando somos niños, lo que acarreamos desde la infancia, esos miedos que nos persiguen hasta que crecemos e intentamos matarlos, sin éxito. Lo de la oscuridad tiene que ver un poco con esa situación tan primitiva de ser chiquito, que también la viví mucho con mi hijo en estos últimos años. La oscuridad es una instancia en la que el adentro y el afuera se vuelven indiscernibles, uno se disuelve y proyecta descontroladamente. Por otro lado, yo vivo medio en silencio, por lo menos cuando estoy sola, porque lo necesito para escribir y pensar, pero en esta novela lo pensé muy conscientemente. Quería que el silencio fuera la característica del fantasma que, a su vez, es la parte más dolorosa. La mayoría de los fantasmas no pueden hablar, pero ese mutismo no es el que viene con la muerte, sino uno que arrastraron en vida. Nunca vas a poder decir eso que antes no dijiste. Es el silencio de siglos de las mujeres: el silencio del abuso, el de la infelicidad, el de la dominación. Silencios particularmente tensos porque son colectivos, no individuales.

-¿Sos una persona miedosa? ¿Te asusta la muerte?

-Me parece que el miedo tiene picos. Muchas veces, después de una muerte que haya resultado particularmente traumática, uno queda en un estado de peligro. Eso me pasó durante mucho tiempo con la enfermedad de mi madre, que aparece de alguna manera retratada en La sed. Creo que en los duelos aflora toda esta fragilidad y esta cercanía que uno tiene con la muerte, y refuerzan la idea de que lo cotidiano se puede desmoronar en cualquier momento.

“Es el silencio de siglos de las mujeres: el silencio del abuso, el de la infelicidad, el de la dominación”

-¿Y la literatura te genera miedo, ya sea como lectora o en tu rol de escritora?

-No me da miedo leer. La literatura no me asusta pero sí las películas de terror. No las puedo mirar porque pienso que los monstruos se quedan en mi casa, algo que con los libros no me pasa. Por otro lado, lo que más me asusta de escribir es descubrir cuán morbosa puedo ser. Me parece súper interesante cómo podés gozar al escribir un asesinato, por ejemplo. Ese miedo es otra forma de conocerse un poco más, de conectar con lo peor de uno.

-En Para que sepan que vinimos, más allá del temor ante los fantasmas, la protagonista está paralizada ante el miedo de no repetir los errores de su madre.

- Las mujeres de mi generación crecimos con la idea de nunca tener un hijo porque ser madre es un horror. Mi generación creció con ese miedo mirando a nuestras madres. Pero después, de repente, accedimos a tener hijos, aunque con la condición de no ser como nuestros padres. Lo mismo con las parejas: la máxima pesadilla es repetir la pareja de tus padres. ¿Pero cuánto se puede escapar? De eso se trata la novela.

-¿Podríamos hablar entonces de una especie de terror familiar, doméstico?

-Fabián Casas, un poeta de mi generación, tiene este verso famoso que dice que “todo lo que se pudre forma una familia”. Yo crecí leyendo eso y claro, sonaba como una verdad. Probablemente todavía lo sea. Me parece que ahora que somos más grandes podemos pensar con un poco más de complejidad esa idea. Estamos en un momento en el que la familia se redefine. Por un lado, en un montón de sentidos que están buenos: porque ya no es el tipo que trabaja y la mujer que se queda en la casa con los hijos, obviamente. Pero también en otros muy tramposos, como esta idea de que dos personas del sexo que sean se juntan y van a tener que estar enamoradas, criar un hijo, trabajar, tener tiempo para ellos, para ser felices, para tener otros vínculos por afuera de la familia, mantener una casa, ¡vivir en Argentina!, con todo lo que eso conlleva y, aparte de todo eso, también estar calientes y desearse. No sé cómo, pero se armó una especie de mandato muy fuerte en relación a cómo vivir que explota por todos lados porque, en la práctica, todo el mundo se separa, todo se rompe.

“Las mujeres de mi generación crecimos con la idea de nunca tener un hijo porque ser madre es un horror”

- ¿Cómo influyó la maternidad en tu obra? ¿Fue cambiando con el tiempo?

- En este libro el fantasma es la madre, pero también es cierto que tener un hijo te hace estar viviendo todo el tiempo con otro fantasma: el de tu yo de la infancia. Algo que a mí me impresionó mucho de estos últimos años, a medida que mi hijo fue creciendo, fue la transición de ser la madre que lo tiene en brazos, que lo alimenta y lo consuela (como aparece en mi libro de poemas Madre soltera), al momento en el que empieza a andar por el mundo, a caminar, escaparse, y de repente tenés que ser la persona que le dice que no. Esta transformación no me resultó para nada natural. No tenía desarrollada esa parte autoritaria de mi personalidad. En ese momento lo vi muy claro: ahora yo no era solamente la mamá, también era la villana. De un momento para otro sos cruel ante la mirada de tu hijo y empezás a entender un montón de cosas de tu propia infancia, de esos recuerdos que tenés cuando tu mamá fue mala con vos. Para que sepan que vinimos es un intento de dar cuenta de esa contradicción tan profunda y tan constitutiva para todos en nuestra vida, que es que tu madre sea cruel, que tu madre también sea la bruja. Y lleva muchos años pensarlo. Tenemos esta tendencia medio infantil a pensar en bueno o malo, pero en realidad es más complicado.

Aunque actualmente se encuentra escribiendo
Aunque actualmente se encuentra escribiendo otra novela, Yuszczuk declaró que en el futoro piensa escribir una continuación de "La sed".

-Aunque arrancaste escribiendo poesía, con los años hiciste una transición hacia la narrativa. Esta es la tercera novela consecutiva que publicás. ¿Qué es lo que te atrae de este género que te hace querer seguir explorándolo?

-Como escritora lo que no me interesa es escribir dos veces el mismo libro. Al principio hay un deseo insaciable pero una vez que sentís que ya escribiste lo que podías escribir, te empieza a surgir esta inquietud por probar otro tipo de textos que te generen un desafío. Yo pasé de la poesía a escribir pequeños relatos, con la extrañeza de sentir que no sabía narrar, y después pasé a estructuras más grandes. Igualmente no creo que eso sea una evolución. Creo que uno va siguiendo ese deseo y la sensación de estar aprendiendo, y con la novela siento que tengo todo por hacer.

“Los editores pensamos mucho en plata, no solo en literatura. El precio de los libros me tiene muy angustiada”

-Además de escribir, también llevás adelante la editorial Rosa Iceberg. ¿Cómo ves la industria editorial argentina actual

-Los editores pensamos mucho en plata, no solo en literatura. El precio de los libros me tiene muy angustiada, como a todos los colegas que me rodean. Uno aumenta con el miedo de que se venda menos pero no te queda otra. Así vivimos. Este año arrancó con el tema de que no había papel para imprimir, que ahora un poco se resolvió pero en el medio aumentó muchísimo. El mundo editorial es un fiel reflejo de lo que pasa en Argentina: no tiene un momento de paz. La parte más desagradable de todo esto es tener que preguntarse si un libro va a vender. Uno siempre quiere poder jugársela por ese libro que te encanta y que no estás segura de que comercialmente pueda funcionar. Publicar solo la literatura que te gusta se vuelve más difícil en momentos de crisis.

-Escribiste una novela de vampiras, ahora una de fantasmas. ¿Te interesaría explorar algún otro monstruo en tu literatura?

Cuando salió La sed, muchas personas me preguntaron si iba a escribir una segunda parte. Al principio pensaba “no, ¡qué disparate!”, pero después me agarraron ganas de escribir una continuación. De todos modos, no en este momento, porque ahora estoy empezando a escribir una novela sobre una chica en el siglo XIX, que no es exactamente de terror, aunque tiene alguna cosa terrorífica, algo de asesinato, también bastante de gótico. Recién la estoy empezando. ¡Pero por lo pronto no tengo pensado hacer de mi literatura una galería completa de monstruos!

Quién es Marina Yuszczuk

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1978.

♦ Es escritora, periodista y editora en Rosa Iceberg.

♦ En 2021, se convirtió en la primera ganadora del Premio de Novela Sara Gallardo de Novela por su novela La sed.

♦ Publicó las novelas La inocencia, La sed y Para que sepan que vinimos, los libros de cuentos Los arreglos y ¿Alguien será feliz?, además de Madre soltera y otros poemas, una compilación de su poesía completa hasta la fecha.

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