Cómo lo escribí: el seminario sobre Bioética que terminó en una novela sobre la subrogación de vientres

La argentina Natalia Peroni escribió “Subrogar”, una historia en el que la maternidad, el no deseo de maternar y las múltiples formas de hacerlo están en el centro.

"Subrogar" fue editado por La flor azul.

En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos autores y autoras cuentan en primera persona el detrás de escena de los libros que acaban de publicar. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que eso proceso ocurría.

Esta vez, quien abre las puertas del camino recorrido hasta publicar su libro es la argentina Natalia Peroni, librera, especialista en Bioética y autora de Subrogar, una novela editada por La flor azul en la que, como su nombre lo anticipa, la subrogación de vientres como método reproductivo está en el centro de la escena.

Cómo escribí “Subrogar” (Ed. La flor azul)

Siempre quise escribir un libro. Ensayé durante años con diarios secretos, notas en la revista del colegio, cartas que me encargaban mi familia o amig@s con el pretexto de “a vos que te gusta escribir”... Pero un libro es cosa seria.

Hasta que un día comencé una clínica de escritura con Selva Almada y Julián López. ¡Un lujo de maestros! Tuve una escucha privilegiada que me animó a terminar mi primer libro, aún inédito. Pero una cosa es escribir un libro y otra muy diferente es publicarlo. Así que luego de intentar tímidamente ganar un premio, archivé la impresión en un cajón y nunca más volví a abrir el documento en la computadora.

Por esos tiempos, estaba terminando una maestría en Bioética. Asistí a un seminario de una bioeticista estadounidense sobre la subrogación de vientres donde se analizaban las diferentes posturas sobre este tema. Sobre aquellas que están en contra, pensé en las innumerables situaciones que el cuerpo de la mujer es tomado como una mercancía, pero que al estar tan naturalizadas no nos llaman la atención ni despiertan dilemas éticos. La industria de la moda, por ejemplo, impone modelos de belleza que son muy difíciles de imitar y que generan mucho sufrimiento entre las mujeres.

Peroni empezó a pensar en una novela vinculada a la subrogación tras especializarse en Bioética.

Sobre aquellas posturas que están a favor, pensé la necesidad de regular un tema para que todas las partes de esta relación estén cuidadas, sobre todo la más vulnerable, que es la mujer que pone el cuerpo para la gestación. De esa reflexión teórica nació la historia de estas mujeres que rompen el concepto de familia tradicional para crear lazos afectivos basados en el amor y el cuidado.

Durante dos años escribí mi segunda novela en la clínica de Selva. Y esa idea inicial de llevar a la ficción un caso hipotético de subrogación en nuestro país, que no tiene legislación clara sobre el tema, me llevó a pensar en la maternidad. Creo que tod@s podemos maternar. Más allá de la clásica figura materna de la mujer que cría a su hij@, hay otras formas de maternidad que reversionan el concepto tradicional de familia y logran relaciones basadas en el amor y el cuidado. Los hombres que maternan, los hij@s que cuidan a sus padres, familiares o amig@s que pueden acompañarnos en momentos difíciles

También pensé en la NO maternidad, en el deseo de no ser madres. Que a veces no es fácil, hay mucha presión para que las mujeres se conviertan en madres. Te vas a arrepentir, se te va a pasar el reloj biológico, no vas a realizarte como mujer… y tantas otras creencias que se convierten en imperativos.

Y mientras seguía pensando, terminé esta novela que tuvo muchos nombres. Una compañera de taller la comentó con Pablo Franco, editor de La flor azul que estaba inaugurando la colección de ficción contemporánea de la editorial. Le interesó el tema, me pidió la novela y a los pocos días me llamó para decirme que le interesaba publicarla.

Y entonces pensé que la historia de Inesa, la hija de 2 madres, esa adolescente que tiene que cuidar de su madre convertida en una niña, iba a ser una historia que podía conocer más gente. Y que esa gente podía llegar a preguntarse sobre la maternidad, sobre una práctica como la subrogación de vientres, que se realiza sin tener el respaldo de la ley, sobre los presupuestos sociales que hacen más difícil tomar decisiones tales como tener hjj@s, sobre la carga que tiene la mujer atravesada por tantos mandatos. Y me gusto haber logrado escribir y publicar un libro.

La autora tiene una librería especializada en autores de distintas provincias argentinas.

“Subrogar” (fragmentos)

Se preguntó si debía teñirla, ya casi no se acordaba muy bien del color de pelo de su madre. Era castaña, con reflejos rubios que se acentuaban en el verano. Al menos así estaba en la única foto en la que aparecían juntas, las dos sentadas en la orilla del mar, en Santa Clara. Ella tenía el pelo oscuro con flequillo. Nunca se reía, pero en esa foto, si se miraba con atención, había como una media sonrisa, esa que en una época practicaba delante del espejo, cuando se propuso ser invisible e intentó sonreírle a la gente, porque la sonrisa era un territorio de la niñez y a la gente le llamaban la atención los chicos tristes.

***

Le habían sugerido no verlo después del parto, pero ella lo exigió. Un momento a solas con ese bebé, antes de entregárselo a la otra. Ofelia le explicó que ya no se verían pero que ella había tratado de ser la mejor panza para él. Se había alimentado bien, había hecho los ejercicios de yoga todos los días.

***

Le pidió que se sacara la remera, pero su madre se limitó a mirarla con una media sonrisa. Se la pasó por arriba de los hombros con algo de brusquedad, ya no le ponía corpiño. Los pechos casi tocaban las rodillas, flácidos, blancos hasta la transparencia, con venas azules que se alejaban de los pezones negros. Le pidió que se parara pero su madre la seguía mirando con ojos de vaca. La tomó de los codos y la atrajo hacia ella, estaba delgada pero aun así le costó bastante esfuerzo levantarla de la cama.

***

Pidió un café, le preguntó si quería algo y no insistió cuando Inesa dijo que no. Apagó el cigarrillo y se relajó un poco.

–No puedo creer que no supieras nada de mi vieja. ¿Tampoco sabías que la tuya era torta?

Inesa bajó la vista, quería que hablara más bajo, quería estar en otro lugar.

–Te juro que te entiendo –le dijo con una voz más apagada–. Yo debía tener casi tu edad cuando ellas se conocieron. Me moría de vergüenza, de asco. Dejé de verla. No te veo, no existís.

El mozo trajo el café y Viviana le pidió la cuenta. Abrió la cartera nuevamente y buscó con ansiedad la billetera.

–Es que me tengo que ir, no te quiero dejar el muerto a vos.

La miró por encima de la taza y le preguntó si siempre hablaba tan poco.

Inesa sintió que se sonrojaba.

–No –le dijo con voz demasiado baja–. Sí, bueno, hablo poco.

–No puedo creer que no supieras lo de mi vieja y la tuya. No debés saber nada.

–¿Nada de qué?

–Qué sé yo, de todo. De la historia.

–¿Vos sabés quién es mi papá?

Viviana la miró quieta. Aunque estaban sentadas en la calle, a metros de la parada de colectivos, Inesa pudo sentir la tensión que había en el aire.

–¿Tu viejo? Tu viejo es un número, muñeca. Tenemos que averiguar cuál.

***

Marina las odió, a ellas y al mundo que no la entendía. Ella solo quería tener un hijo, siempre quiso ser madre, aun cuando desde adolescente sabía que iba a ser un tema muy difícil. No imposible, como le había dicho la médica a su madre el día que le dieron el diagnóstico de endometriosis. A ese porcentaje mínimo de chances que existían había apostado ella. Con sus anteriores parejas y con Sergio, que había accedido a los tratamientos más complejos que les ofrecía la medicina.

Quién es Natalia Peroni

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1965.

♦ Es Profesora de filosofía de la Universidad de Buenos Aires con formación en Bioética clínica (Flacso) y miembro del Comité de Bioética del Hospital Italiano.

♦ Es co-directora de Salvaje federal, librería especializada en la difusión de la literatura de las provincias.

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