En 2013, cuando J.K. Rowling publicó bajo el nombre de Robert Galbraith el primer libro de lo que sería una exitosa saga de novelas negras, la autora escocesa ya estaba familiarizada con el universo de los seudónimos. En 1997, antes de publicar Harry Potter y la piedra filosofal, libro con el que alcanzaría la fama mundial, un editor le sugirió que, en vez de usar su nombre real -Joanne Rowling-, firmara con sus iniciales para que, a simple vista, el lector no pudiera saber que la autora era una mujer.
Desde entonces, Joanne Rowling se convirtió en J.K. Rowling, la autora viva de ficción más exitosa del mundo, con más de 500 millones de copias vendidas. Sin embargo, tras el insólito furor de su saga del mundo mágico, Rowling quiso apartarse de su fama y demostrar que no la necesitaba para volver a escribir algo que atrapara al mundo entero. Así fue que en 2013 publicó El canto del cuco, la primera novela de una saga de thrillers que narra las aventuras de Cormoran Strike, ex policía y veterano de guerra devenido en un despiadado pero eficaz detective privado.
Aunque el plan de Rowling era no revelar su verdadera identidad hasta la publicación del tercer libro de esta nueva saga, la noticia se esparció rápidamente, lo que transformó la historia de Cormoran Strike en otro éxito rotundo. Desde entonces, además de su adaptación a la pantalla chica por la BBC, la escocesa lleva escritos cinco libros del detective, con el sexto a publicarse en inglés a fines de agosto de 2022, y planes, según declaró la autora, de escribir al menos otros seis.
Sangre turbia, el quinto libro de la saga de Cormoran Strike, se publicó en su idioma original a mediados de 2020, pero su edición física en español llega ahora a las librerías. En esta nueva novela, el detective tratará de resolver, junto a su fiel compañera Robin Ellacott, el misterioso caso de la desaparición de una mujer en 1974.
Este nuevo libro reavivó el escándalo del que Rowling es parte hace varios años por sus comentarios sobre la comunidad trans, que le valieron insultos, cancelaciones y hasta amenazas de muerte. Tras la controversia que generó una carta publicada en su sitio web, en la que cuenta por qué está preocupada por “el nuevo activismo trans”, Rowling redobló la apuesta al incluir un villano en Sangre turbia que se disfraza de mujer para cometer sus crímenes, idea que refuerza su postura sobre por qué las mujeres trans no deberían usar baños públicos femeninos en pos de la seguridad de lo que llama “mujeres reales”.
Hasta la fecha, Rowling no dio declaraciones sobre esta lectura de su última novela, por lo que la interpretación va por cuenta del lector.
Así empieza “Sangre turbia”
1
Y tal fue aquel, de quien yo tengo que contar, el campeón de la verdadera Justicia, Artegal.
Edmund Spenser, La reina hada
—Eres un cornuallés de pura cepa —dijo Dave Polworth con fastidio—. Strike ni siquiera es tu verdadero apellido. En realidad, eres un Nancarrow. Ahora no irás a decirme que te consideras inglés, ¿verdad?
El Victory Inn estaba tan lleno aquella cálida noche de agosto que los clientes habían salido y se habían diseminado por los escalones de piedra del callejón que descendía hasta la bahía. Polworth y Strike estaban sentados a una mesa del rincón, tomándose unas cervezas para celebrar que Polworth cumplía treinta y nueve años. Llevaban veinte minutos discutiendo sobre nacionalismo córnico, pero a Strike le parecía que llevaban mucho más.
—¿Si me considero inglés? —caviló en voz alta—. No, seguramente me considero británico...
—Vete a la mierda —intervino Polworth, cada vez más malhumorado—. Eso es mentira. Sólo lo dices para cabrearme.
Físicamente, los dos amigos eran polos opuestos. Polworth era bajito y delgado como un jockey, tenía el cutis curtido y con arrugas prematuras, y su pelo, más bien escaso, dejaba entrever su bronceado cuero cabelludo. Llevaba una camiseta arrugada, como si la hubiese recogido del suelo o la hubiese sacado del cesto de la ropa sucia, y sus vaqueros tenían varios desgarrones. En el brazo izquierdo llevaba un tatuaje con la cruz de san Piran, blanca sobre fondo negro, y en la mano derecha tenía una profunda cicatriz, un pequeño recuerdo de su encuentro con un tiburón.
En el brazo izquierdo llevaba un tatuaje con la cruz de san Piran, blanca sobre fondo negro, y en la mano derecha tenía una profunda cicatriz, un pequeño recuerdo de su encuentro con un tiburón.
Su amigo Strike, en cambio, parecía un boxeador en baja forma —y, de hecho, lo era—: alto (metro noventa), con la nariz un poco torcida, y el pelo tupido, negro y rizado. No llevaba tatuajes y, aunque en su mentón siempre se apreciaba la sombra de una barba, tenía ese aire pulcro y bien planchado típico de los ex policías o los ex militares.
—Naciste aquí, ¿no? —insistió Polworth—. Pues entonces eres cornuallés.
—Lo malo es que, según ese patrón, tú eres de Birmingham.
—¡Vete a la mierda! —volvió a gritar Polworth sinceramente dolido—. Vivo aquí desde que tenía dos meses y mi madre es de Trevelyan. Es un tema de identidad, y eso se siente aquí. —Se dio una palmada en el pecho, a la altura del corazón—. La familia de mi madre lleva generaciones y generaciones en Cornualles.
—Ya, bueno, todo ese rollo de la sangre y el terruño nunca me ha...
—¿Te has enterado del último sondeo que han hecho? —repuso Polworth sin esperar a que Strike terminara la frase—. «¿Cuál es su origen étnico?», preguntaban, y la mitad, ¡la mitad!, señaló «cornuallés» en lugar de «inglés». Eso supone un aumento impresionante.
—Genial —replicó Strike—. ¿Y qué será lo siguiente? ¿Casillas para dumnones y romanos?
—Sigue usando ese tono de superioridad de mierda y verás cómo acabas —dijo Polworth—. Llevas demasiado tiempo en Londres, tío. No hay nada malo en estar orgulloso de ser de donde eres. No hay nada malo en que las comunidades quieran recuperar un poco del poder que les ha quitado Westminster. Los escoceses van a marcar el camino el año que viene. Ya lo verás. Ellos conseguirán la independencia y eso será el detonante. Los otros pueblos celtas de todo el país se pondrán en marcha... ¿Quieres otra? —añadió señalando la jarra vacía de su amigo.
Strike había ido al pub a relajarse un rato y a olvidarse de sus problemas, y no a que lo sermonearan sobre política córnica. La lealtad de Polworth a Mebyon Kernow, el partido nacionalista al que pertenecía desde los dieciséis años, parecía haber aumentado desde la última vez que Strike lo había visto, hacía ya más de un año. Dave era capaz de hacerlo reír como nadie, pero no toleraba las bromas sobre la independencia de Cornualles, un tema que para Strike tenía el mismo atractivo que los textiles para el hogar o la observación de trenes. Por un momento, estuvo a punto de contestarle que tenía que volver a casa de su tía, pero esa perspectiva era casi más deprimente que la invectiva de su viejo amigo contra los supermercados que se resistían a poner la cruz de san Piran en los productos de Cornualles.
—Sí, gracias —dijo finalmente, y tendió su jarra vacía a Dave, que se abrió paso hasta la barra, saludando a derecha e izquierda con la cabeza a sus numerosos conocidos.
Cuando se quedó solo en la mesa, Strike paseó distraído la mirada por el que siempre había considerado «su pub». Había cambiado a lo largo de los años, y aun así seguía reconociéndolo como el lugar donde se reunía de adolescente con sus amigos cornualleses. Tenía una sensación extraña: allí se sentía como en casa, pero también era un sitio en el que no encajaba en absoluto. Era como si lo excluyeran y, al mismo tiempo, lo aceptaran como uno más.
Su mirada siguió deslizándose al azar del suelo de madera a las litografías náuticas, hasta que se encontró mirando los grandes y anhelantes ojos de una mujer que estaba de pie junto a la barra con una amiga. Tenía el rostro alargado y pálido, y una melena corta de color castaño oscuro entreverada con algunas canas. Strike no la reconoció, pero ya se había fijado desde hacía un buen rato en que algunos clientes estiraban el cuello para verlo bien o intentaban atraer su mirada, así que sacó su teléfono móvil y fingió que escribía un mensaje.
Quién es J.K. Rowling
♦ Nació en Yate, Reino Unido, en 1965.
♦ Es la autora viva de ficción más exitosa del mundo gracias a la saga de Harry Potter, que lleva vendidas más de 500 millones de copias.
♦ Es escritora, productora de cine, guionista y una reconocida filántropa.
♦ Desde 2013 escribe novelas negras bajo el seudónimo Robert Galbraith.
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