Cómo es el “Atlas de botánica argentina” creado para fortalecer la identidad nacional y rescatado del olvido

Este libro compila algunas de las ilustraciones del titánico proyecto de una “obra total sobre la flora endémica argentina”, llevado a cabo por un representante de la aristocracia tucumana del siglo XIX.

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El proyecto de "una obra total sobre la flora endémica argentina" fue idea del botánico tucumano Miguel Lillo en 1913 (La reproducción de las presentes láminas se hace con el expreso consentimiento de la Fundación Miguel Lillo).
El proyecto de "una obra total sobre la flora endémica argentina" fue idea del botánico tucumano Miguel Lillo en 1913 (La reproducción de las presentes láminas se hace con el expreso consentimiento de la Fundación Miguel Lillo).

El naturalista y botánico argentino Miguel Lillo (Tucumán, 1862-1931) es un representante de lo que supo ser la aristocracia tucumana en el siglo XIX y de la importancia que tenía esa provincia en la configuración de un proyecto de país. Lillo se abocó a los estudios científicos de la botánica y las ciencias naturales como un mandato de la época que tenía por objetivo recolectar y sistematizar la información que podía obtenerse de la naturaleza en un proceso civilizatorio de poseerla, dominarla y administrarla.

Como parte de este proyecto modernizador y nacionalista, Lillo, luego de haber publicado los libros Flora de la provincia de Tucumán (1888) y Acantáceas argentinas (1910) desarrolló, en 1913, el proyecto de la realización de una obra total sobre la flora endémica argentina. Para ese entonces, tanto Chile -con las publicaciones de Claudio Gay- y Brasil -con los trabajos de Carl Friedrich Philipp von Martius-, ya tenían su compendio enciclopédico botánico nacional, por lo cual la realización del Genera et species plantarum argentinarum era asunto urgente.

Lillo dedicó los últimos años de su vida a diseñar, presupuestar y realizar los acuerdos políticos necesarios, con la Universidad Nacional de Tucumán como plataforma, para la concreción de esta empresa editorial titánica. En el mes de diciembre de 1930, ya poco antes de morir, donó todos sus bienes a la Universidad: un gran terreno, sus ahorros, su extensa biblioteca, su colección zoológica y su herbolario constituido por más de 20.000 ejemplares de unas 6.000 especies diferentes. Con el patrimonio de esta donación es que se constituyó, luego de su muerte en 1931, la Fundación Miguel Lillo, inaugurada en 1933.

Lillo dedicó los últimos años de su vida a la realización de este ambicioso y titánico proyecto que, al no poder completar en vida, culminó la Fundación que lleva su nombre.
Lillo dedicó los últimos años de su vida a la realización de este ambicioso y titánico proyecto que, al no poder completar en vida, culminó la Fundación que lleva su nombre.

La Fundación ya asentada retomó el boceto editorial ideado por Lillo y consiguió el apoyo del Poder Ejecutivo de la Nación para realizar una obra mucho más ambiciosa que la ideada originalmente. El resultado es la publicación, luego de 10 años de investigación, de una serie de 5 tomos constituidos en 7 volúmenes (desde 1943 hasta 1956), todo realizado íntegramente en la provincia de Tucumán.

En palabras de la investigadora Carla Lois, especialista en cartografías:

“Al menos dos factores se combinaron para que la obra se hiciera en Tucumán. Por un lado, el temprano desarrollo institucional de la Universidad Nacional de Tucumán. En ese contexto, se fundó la Escuela de Dibujo y Artes Aplicadas (que dependía de la UNT) y allí se formó la mayor parte de las ilustradoras que fueron contratadas para trabajar en el Genera… Por otro lado, el factor crucial fue el ímpetu del naturalista tucumano Miguel Lillo. Lillo, después de haber egresado del Colegio Nacional de Tucumán, se dedicó a estudiar la flora de manera autodidacta. No sólo leía todo lo que llegaba a sus manos sino que también coleccionó piezas de fauna y construyó su propio herbolario”.

Historia del Atlas de botánica argentina

Hace algunos años, la editorial Ampersand decidió hacer una publicación con una selección de láminas del Genera et species plantarum argentinarum ya que posee en su biblioteca algunos ejemplares de la inconseguible joya editorial argentina. E invitó a la investigadora, especialista en cartografías, Carla Lois, para que realice un estudio introductorio. Al respecto, la investigadora dice:

Esta obra está en algunas pocas bibliotecas y, probablemente, también en alguna colección privada. Pero se trata de una obra difícil de encontrar. Se hicieron tiradas cortas y cada juegos de volúmenes está numerado. Nosotros hicimos la investigación con el ejemplar nº 371″.

Primeros dos tomos de los siete que componen la versión original del atlas completo, realizado desde 1943 hasta 1956 (gentileza de editorial Ampersand).
Primeros dos tomos de los siete que componen la versión original del atlas completo, realizado desde 1943 hasta 1956 (gentileza de editorial Ampersand).

El resultado es la publicación de Atlas de botánica argentina: las ilustraciones botánicas en el Genera et species plantarum argentinarum, bajo el cuidado de la editorial Ampersand, que cuenta con una selección de 100 láminas del Genera… y un estudio introductorio realizado por Carla Lois, en el que propone un vínculo espacial entre la cartografía de territorios y las ilustraciones botánicas:

“Mi interés por los mapas siempre estuvo atravesado por una curiosidad más general acerca de las maneras en que las sociedades piensan el espacio. En este sentido, los mapas son imágenes que, desde un punto de vista conceptual, tienen muchos puntos de intersección con la pintura e incluso cierto tipo de cine. Es cierto que algunos mapas requieren el uso de notaciones y lenguajes matemáticos, pero la gran mayoría de los mapas que consumimos (un plano urbano, un mapa de subte, uno meteorológico) resultan comprensibles para un usuario medio, incluso aunque no sepa nada de geometría. Comprendemos esos mapas porque manejamos convenciones gráficas y estéticas”, dice la investigadora, y suma: “Algo similar ocurre con las imágenes botánicas, en particular con las imágenes razonadas. Se le dice ‘razonadas’ porque implican cierto grado de abstracción: cada espécimen de flora es dibujado según ciertas propiedades estructurales (por ejemplo, la relación entre el tamaño de las hojas y el de las flores) que no necesariamente se corresponden con las características que tiene un ejemplar específico de esa planta en la naturaleza. En este sentido, los mapas también son dibujos razonados. Y ambas, las ilustraciones botánicas y las cartográficas, son formas de inscripción del mundo sensible y del mundo imaginado”.

Historia de las imágenes razonadas

En la introducción realizada por Carla Lois hay una preocupación histórica, científica y estética por asignar a las ilustraciones botánicas un componente autoral imaginativo (por parte del acuarelista) que termina repercutiendo en la labor científica de los botánicos que trabajan a partir de esas imágenes y que toma distancia con la imagen realista y fotosensible que propone la fotografía, que pese a convivir con la ilustración es descartada para este tipo de trabajo.

Una de las imágenes editadas en el volumen que editó Ampersand. / La reproducción de las presentes láminas se hace con el expreso consentimiento de la Fundación Miguel Lillo.
Una de las imágenes editadas en el volumen que editó Ampersand. / La reproducción de las presentes láminas se hace con el expreso consentimiento de la Fundación Miguel Lillo.

No siempre lo más realista o lo que más se parece a lo que vemos es una herramienta útil para entender y comprender eso que tenemos ante nuestros ojos. Los dibujos tienen un nivel de abstracción suficiente como para que los percibamos como un artificio. En cambio, las fotografías son, en apariencia, la mera impresión mecánica de la luz sobre alguna placa sensible. Pero tanto unos como otras son el resultado de formas de pensar, de formas de mirar y de formas de inscribir esas experiencias de observación y conocimiento”, explica la investigadora que se ocupó del estudio introductorio del volumen con láminas botánicas del Genera... que editó Ampersand.

“El componente imaginativo es constitutivo de todas las formas de expresión. Pero acá yo agregaría que hay que considerar también el componente imaginativo de quien mira esas imágenes, hay que reflexionar sobre nosotros mismos en tanto consumidores de imágenes y preguntarnos, por ejemplo, por qué seguimos pensando que las fotografías son transparentes cuando sabemos lo sencillo que es manipularlas. E incluso, sin ir tan lejos: una fotografía en blanco y negro tampoco nos muestra lo que vemos (ya que, en condiciones normales, percibimos el mundo en colores). Cada tipo de imagen nos ofrece un rango de posibilidades para mirar el mundo, cada uno con potencialidades y limitaciones”, agrega.

En su texto, Carla Lois realiza un recorrido desde los inicios de la ilustración botánica hasta la invención de la imprenta y la publicación de la primera enciclopedia de Diderot, asignando un análisis epistémico y aurático a las ilustraciones científicas. También hace una clasificación de las láminas que contiene el Genera… y cuenta cómo es que está pensada la lectura en el diseño de sus creadores, marcando también los errores de sentido y congruencia encontrados en la mega publicación.

La reproducción de las presentes láminas se hace con el expreso consentimiento de la Fundación Miguel Lillo.
La reproducción de las presentes láminas se hace con el expreso consentimiento de la Fundación Miguel Lillo.

Así es que Lois construye una historia y una sociología de los dibujos botánicos como pilares del desarrollo de la ciencia modernista y que, en el caso del Genera… es asumido como un proyecto en la construcción del Estado nación durante el siglo XIX:

La construcción del Estado nación requirió de mitos fundacionales de diverso tipo. Uno de ellos fueron los inventarios con pretensiones totalizantes: descripciones geográficas de todo el país, colecciones de arte y también catálogos de flora y de fauna, entre otros. En este sentido, el Genera… contribuyó a crear y a consolidar un imaginario común sobre la Argentina, que convergía y dialogaba con otras obras del mismo tipo que se publicaron en su tiempo. Conocer y dar a conocer los recursos de un país -en este caso, la flora- es, al fin y al cabo, una manera de crear identidades, vínculos y sentidos de pertenencia. Por eso se suele decir que, por ejemplo, un atlas representa ‘nuestra’ geografía y un censo ‘nuestra’ población. El Genera… compila toda ‘nuestra’ flora. Ese uso de la primera persona del plural es lo que da cuenta del éxito de este tipo de emprendimientos, tan titánicos como loables”.

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