Todo empezó con un “Me gusta” en Twitter, al igual que muchos de los debates virtuales que, como tormenta en una tetera, generan un revuelo que no siempre coincide con la realidad.
En 2018, J.K. Rowling, la reconocida escritora escocesa que hace 25 años abrió las puertas del universo mágico de Harry Potter, le dio like a un tuit en el que se trataba a las mujeres trans de “hombres con vestido”. Gracias a su estatus como una de las autoras vivas más famosas y millonarias del mundo y su enorme influencia (la saga lleva vendidas más de 500 millones de copias, mientras que en Twitter la siguen unos 14 millones de usuarios), el escándalo no tardó en explotar.
Aunque su publicista, para calmar las aguas, salió rápidamente a decir que el like no había sido más que un accidente ocasionado por la torpeza tecnológica de una “mujer de mediana edad” como Rowling, desde entonces sus escasas interacciones en redes han girado, en gran parte, en torno a la defensa del sexo biológico como parámetro inamovible, su preocupación por “el nuevo activismo trans”, y los peligros que este representa para lo que ella llama “mujeres biológicas”.
Pero antes de ahondar en las distintas declaraciones que, a lo largo de los últimos años, Rowling ha hecho sobre esta cuestión, es necesario explicar algunos conceptos que están en el meollo del asunto, en especial el término peyorativo que más se le ha arrojado a la autora en redes sociales: TERF.
¿Qué quiere decir que a una mujer la llamen TERF? Esta palabra proviene de las siglas en inglés de “Trans Exclusionary Radical Feminist”, que se traduce como “feminista radical trans-excluyente”. Con este nombre se agrupa a aquellas mujeres cuyo feminismo no incluye a las mujeres trans por considerar el sexo biológico como la única separación preponderante entre hombres y mujeres, sin tener en cuenta su identidad de género.
¿Por qué, entonces, llaman TERF a J.K. Rowling si, según aclaró, el like a ese tuit discriminatorio no había sido más que un simple descuido? Lejos de ser esa la única controversia de la autora en relación a la comunidad trans, desde 2018 sus declaraciones han ido sedimentando sus verdaderas opiniones al respecto.
En 2019, la autora de Harry Potter volvió a Twitter después de una larga ausencia tras el escándalo del año anterior para mostrar su apoyo a Maya Forstater, una feminista inglesa experta en impuestos que fue despedida de su trabajo en una institución gubernamental después de oponerse a la propuesta de reforma británica hacia la ley de reconocimiento de género. Para Forstater, cambiar la legislación vigente hasta entonces era un gravísimo error, ya que simplificaría el proceso por el cual las personas trans pueden rectificar su identidad de género ante la ley.
Antes de la reforma en cuestión, las personas trans que quisieran cambiar sus documentos en Inglaterra debían pagar una costosísima investigación gubernamental y someterse a pericias médicas y psicológicas para que un juez determinara si podían o no acceder a ese derecho. Pero, para Forstater, la eliminación de esas medidas provocaría ineludiblemente que cualquier hombre pudiera decir que es mujer sin necesidad de pasar por procesos quirúrgicos o tratamientos de hormonas.
Rowling, por su parte, interpretó este logro de la comunidad trans como algo que podría poner en peligro a las “mujeres biológicas”, como si la obtención de un derecho por parte de este grupo históricamente excluido y discriminado fuera en detrimento de la lucha feminista, y no una consecuencia de la misma. Ante las nuevas críticas que le hicieron en redes, la escocesa volvió al vetusto debate sobre si las mujeres trans deben o no usar los baños públicos de mujeres, con la excusa de que cualquier hombre que “dice ser mujer” podría invadir un espacio exclusivamente femenino para cometer sus abusos.
En 2020 la controversia alcanzó su punto cúlmine por los comentarios cada vez más frecuentes que J.K. Rowling hacía en redes. Por un lado, la escritora se mofó en Twitter de un artículo titulado “Creando un mundo post-covid-19 más igualitario para la gente que menstrúa”. “Estoy segura de que solía haber una palabra para esas personas. Que alguien me ayude. ¿Wumben? ¿Wimpund? ¿Woomud?”, dijo irónicamente, en referencia a la palabra “women”, que significa “mujeres” en inglés.
Esta es una de las críticas principales que Rowling y otras feministas como ella le hacen al activismo trans, que insiste en no ligar cuestiones meramente anatómicas al género. Detrás de esto hay un tira y afloje lingüístico en el que cada una de las partes tiene una postura, desde su punto de vista legítima e irreconciliable con su contracara. Para las llamadas TERFs, decir “personas menstruantes” es invisibilizar a las mujeres, mientras que para la comunidad trans asumir que la menstruación es algo exclusivo de las mujeres invisibiliza no solo a las feminidades trans, sino también a los hombres trans.
Otra de sus apariciones en redes en 2020 fue para compartir en Twitter un emprendimiento de remeras y pines llamado Wild Womyn, en el que se venden todo tipo de productos con lemas como “Las mujeres trans son hombres” o “El activismo trans es misógino”. Ese mismo año, además, Rowling empezó a seguir en Twitter a Magdalen Berns, una lesbiana separatista inglesa que sostiene que las mujeres trans no son más que hombres que actúan, perversos que obtienen satisfacción sexual al ser tratados como mujeres, y enfermos que fetichizan la opresión femenina.
Después de todos estos escándalos, que le valieron insultos, cancelaciones, amenazas de muerte y comentarios negativos por parte de todo el elenco de las películas de Harry Potter (universo en el que la autora tiene cada vez menos lugar), Rowling compartió en su página web una extensa carta en la que, por primera vez, se pronunció al respecto. Sorprendentemente, adoptó un lenguaje comprensivo, casi amable y por momentos condescendiente para hablar de las personas trans que contrasta con el contenido que en el último tiempo había compartido en redes.
De todos modos, a pesar de admitir que transicionar pueda ser algo positivo para una persona que “sufre” disforia de género (¡cuánto mejor suena el concepto “euforia de género”, acuñado por artistas trans como la escritora australiana McKenzie Wark o la compositora venezolana Arca!), Rowling utiliza su carta para poner a la mujer “biológica” por encima de cualquier otra identidad: “Quiero que las mujeres trans estén a salvo, pero no a costa de las niñas y mujeres biológicas”, escribe.
Hacia el final de esta carta publicada a fines de 2020, para darle al lector un contexto que justifique sus miedos y preocupaciones con respecto a la cuestión trans, Rowling contó, por primera vez, que en el pasado había sido víctima de violencia de género por parte de su primera pareja. Lo que no queda claro en su texto es por qué una comunidad que solo busca una mejor calidad de vida debería hacerse cargo de los abusos producidos por hombres, principales responsables también de la violencia ejercida hacia las personas trans.
Tal vez lo más nocivo de esta controversia, que desde 2018 vuelve a reflotar cada pocos meses con cada comentario, like o interacción en redes sociales por parte de J. K. Rowling, sea la puesta en discusión de la legitimidad de las personas trans y su existencia. A esta altura del partido, la identidad no debería ser un eje de debate, ni en redes sociales ni en instituciones estatales, y menos entre grupos y comunidades cuyo “enemigo” es el mismo. A pesar de cualquier diferencia que pueda haber, ya sea ideológica, lingüística o anatómica, en la lucha entre mujeres TERF y mujeres trans, el único ganador es el patriarcado.
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