Que la vida tiene una dimensión digital que ocupa cada vez más espacio ya está fuera de discusión. Desde las fotos de un recién nacido que sus familiares publican en sus redes sociales apenas iniciada esa vida hasta el contador de pasos que tienen los smartphones para hacer un seguimiento de la actividad física que realiza quien camina con el teléfono en el bolsillo, la existencia está atravesada por esa faceta que ya no puede pensarse como nueva y que es inevitable pensar como irreversible.
Ya es imposible pensar una campaña política o un activismo por alguna causa de las que conmueven a la sociedad sin su aspecto virtual. Y de eso se ocupan los investigadores argentinos Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein en el libro El entorno digital: Breve manual para entender cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y pasamos el tiempo libre hoy, editado por Siglo Veintiuno.
Boczkowski, que es periodista, profesor de la Northwestern University de los Estados Unidos, y pasó como investigador por el prestigioso MIT de Boston, ya se ocupó de explorar este mundo en su libro Digitalizar las noticias, en el que exploró la interacción de las posibilidades tecnológicas disponibles con las prácticas sociales vigentes. Es que la investigación del mundo de los medios digitales es uno de los campos en los que se especializa, sobre todo desde que dirige el Center por Latinx Digital Media.
Mitchelstein, politóloga, docente y directora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés, también se especializa en estudios sobre Medios y Sociedad. Ha investigado especialmente la interacción entre medios, tecnología y comunicación política.
No es la primera vez que publican un libro juntos. Ya co-escribieron La brecha de las noticias: La divergencia entre las preferencias informativas de los medios y el público. En El entorno digital vuelven a reunirse como autores para investigar ese mundo que ya es parte de la vida diaria. Según su investigación, ya no alcanza con analizar el impacto de una determinada aplicación o el uso de una plataforma en particular, sino que el mundo digital con el que se contactan los seres humanos diariamente debe ser mirado desde una visión más amplia y completa, como quien mira una ciudad entera en vez del funcionamiento de su sistema de transporte o de sus instituciones de salud o de seguridad.
El libro arriesga otra hipótesis: las desigualdades que existen entre la población tienen su caja de resonancia en el universo virtual de los usuarios. Las brechas de género, de clase y educativas se observan también en el diseño, el funcionamiento y el uso de la tecnología: los algoritmos no son neutros y los usuarios tampoco. Pero ahí están los quiebres sociales virtuales: el #MeToo y el #BlackLivesMatter, por ejemplo, que conmovieron a la población desde el mundo digital.
De todo eso intenta ocuparse El entorno digital. De eso que parece rodearnos pero, a esta altura, convive con nosotros.
Adelanto exclusivo de “El entorno digital”
1. Tres entornos, una vida
Durante los primeros meses de 2020, los habitantes de las ciudades de todo el mundo experimentaron algo que nunca había sucedido: una pandemia. Las medidas de cuarentena y aislamiento que se adoptaron para contenerla les hicieron trasladar aspectos importantes de su vida cotidiana de las calles a las pantallas. La vida no se detuvo, sino que se mudó a otro lugar.
La escala y el alcance de esta transformación no tienen precedentes. Las escuelas, los lugares de trabajo, los estadios deportivos, los teatros, las salas de baile, los lugares de culto, las tiendas, los centros comerciales y los gimnasios, entre otros tipos de locales, se vaciaron. Además, las visitas a los supermercados, a otros negocios esenciales y a los hospitales se vieron drásticamente alteradas. A cambio de este abandono de los espacios urbanos entre aquellos que podían permitírselo o cuyos trabajos lo permitían, hubo un tsunami de tiempo y energía dedicados a pantallas personales, a través de las cuales los individuos realizaban sus estudios, trabajo, entretenimiento, oración, ejercicio, socialización y citas. También acudieron a la pantalla a niveles mucho mayores que antes para comprar una amplia gama de productos, para consultar a sus proveedores de atención médica sobre cualquier cosa que no requiriera un tratamiento en persona, e incluso para darles la bienvenida a nuevos integrantes de la familia y despedir a los seres queridos. La vida empezaba y terminaba en la pantalla, la mayoría de las veces de forma metafórica, pero en ocasiones también de forma literal.
Aunque extraordinario en escala y alcance, este proceso no carecía de antecedentes. Por el contrario, se construyó sobre el avance constante hacia la digitalización de la vida cotidiana, que fue posible en parte por las innovaciones en las tecnologías de información y comunicación que han tenido lugar en las últimas décadas y se han acelerado desde el inicio del siglo XXI. De hecho, es en parte porque una proporción significativa de la población estaba tan acostumbrada a interactuar con amigos y familiares a través de mensajes de texto y redes sociales, a trabajar y estudiar en la computadora, a leer las noticias en formato digital y a ver películas en servicios de streaming, a encontrar pareja en aplicaciones de citas y a comprar en tiendas online, que el repentino cambio de la calle a la pantalla fue relativamente efectivo a pesar de su carácter radical y no planificado.
En nuestra opinión, la pandemia de covid-19 hizo más visible una tendencia en evolución según la cual la mayoría de las personas en las sociedades contemporáneas se desenvuelven en tres entornos: natural, urbano y digital. Mientras que los dos primeros existen desde hace mucho tiempo, el tercero es todavía nuevo y evoluciona rápidamente. Hemos escrito este libro para ofrecer una forma sencilla y original de dar sentido a sus principales dinámicas, tal y como se manifiestan en aspectos clave de la vida social. Para ello, hemos recurrido al trabajo de algunos de los principales especialistas que han estudiado las distintas dimensiones de estos aspectos y hemos destacado los rasgos comunes fundamentales que surgen de sus dispares programas de investigación.
Estos entornos están interconectados, como hemos visto cuando grupos de activistas organizan protestas tanto en las calles como en internet para luchar contra el calentamiento global. Además, un acontecimiento en el entorno natural (la aparición de un nuevo virus) hizo que los patrones de vida social que hasta entonces habían sido normales en los entornos urbanos se convirtieran en una amenaza para la vida, y llevó a quienes tenían ocupaciones que lo permitían y acceso a la infraestructura adecuada a buscar alternativas digitales para gran parte de sus interacciones sociales. Aunque los escenarios contrafácticos son siempre complicados, imaginemos por un momento qué habría pasado con la vida social si la misma pandemia hubiera tenido lugar apenas medio siglo antes. En esa época, la mayoría de los hogares urbanos estaban equipados con un teléfono fijo y con televisores y radios que transmitían un puñado de canales y emisoras cada uno. La vida social no se habría detenido del todo, pero con toda probabilidad se habría ralentizado y estrechado de manera considerable.
Este escenario contrafáctico también señala los diferentes patrones temporales de evolución de los entornos natural, urbano y digital. Durante cientos de miles de años, los seres humanos tuvieron una existencia nómada. Cazaban, pescaban y se alimentaban para subsistir, disfrutando de las bondades del entorno natural que también los condicionaba. La lluvia y la sequía, el calor y el frío afectaban la vida cotidiana de forma decisiva durante ese período. Hace aproximadamente diez mil años, el ser humano comenzó a desarrollar la agricultura y a adoptar un modo de vida más sedentario. Con el subsiguiente crecimiento de aldeas, pueblos y, posteriormente, ciudades, la vida cotidiana de un número cada vez mayor de individuos pasó a depender de la dinámica del entorno urbano. Desde entonces, el diseño y el crecimiento de las ciudades han ido configurando y siendo configurados por una variedad de cuestiones, como el comercio, la educación, el crimen, el ocio, la pobreza y las relaciones raciales y étnicas, entre otras.
Sin embargo, a pesar de todas estas interconexiones entre los tres entornos, vale la pena poner en primer plano el entorno digital y mantener en segundo plano sus conexiones con los entornos natural y urbano. Esto es posible, en parte, debido a que el entorno digital tiene una historia mucho más corta que sus contrapartes natural y urbana. Las tecnologías de medios, información y comunicación existen desde hace mucho tiempo. Pero hasta mediados del siglo XX, su desarrollo y evolución se produjeron principalmente en dos formatos. Por un lado, existían alternativas de comunicación uno a uno, como el correo, el telégrafo y el teléfono. Por otro lado, los llamados “medios de masas” –como los libros, los diarios y las películas, así como los programas de radio y televisión– ofrecían la posibilidad de comunicar de uno a muchos. Además, las diferentes tecnologías eran en gran medida independientes entre sí en cuanto a su infraestructura y funcionamiento y, lo que es más importante para los fines actuales, respecto a cómo las usaban y experimentaban las personas. Sin embargo, a mediados del siglo XX, una combinación de innovaciones tecnológicas y culturales puso en marcha cambios fundamentales que alterarían la vida social hasta décadas después.
La trayectoria de la informática moderna ha evolucionado desde los artefactos grandes y especializados de la primera mitad del siglo XX, representados en la cultura popular por inventos como la máquina Enigma, de Alan Turing, exhibida en la película de 2014 El código Enigma, hasta los diminutos y polifacéticos smartphones que miles de millones de personas de todo el mundo llevan todos los días en sus bolsillos. En 1945, la revista Atlantic Monthly publicó “As we may think” [Como podríamos pensar], uno de los ensayos más influyentes de la historia de la informática, escrito por Vannevar Bush, entonces director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de los Estados Unidos. Bush presenta el concepto del Memex, un dispositivo que permitiría a cualquier individuo organizar y acceder a su propia biblioteca personal, y cambiante, de elementos de conocimiento interconectados. Lo que entonces era una visión futurista se ha hecho realidad en recursos en internet como Wikipedia, utilizada por cientos de millones de personas de forma regular.
El período en el que Bush escribió su ensayo fue también el punto de partida de una importante transformación cultural en la evolución de tecnologías de medios. Fred Turner, profesor de la Universidad de Stanford, expone en The democratic surround: Multimedia and American liberalism from World War II to the psychedelic sixties [El envoltorio democrático: Multimedia y liberalismo estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial hasta los psicodélicos años sesenta] que, a mediados del siglo XX, un grupo de intelectuales y artistas preocupados por el potencial autoritario de los medios de masas concibieron sistemas multimedia alternativos que rodearan a sus usuarios y les permitieran disfrutar de experiencias más democráticas. Este “envoltorio democrático” se plasmó por primera vez en las exposiciones de los museos en la década de 1950, se reimaginó en la contracultura de los años sesenta y setenta, se transformó en las primeras comunidades virtuales de los ochenta y noventa, y finalmente se manifestó en el diseño de las plataformas de redes sociales en los albores del siglo XXI. Bajo las diferencias entre las diversas mutaciones de esta noción envolvente subyace el hilo conductor de una comunicación de muchos a muchos, basada en saltos cuánticos de la potencia informática disponible, a través de dispositivos móviles, conectados en red, portátiles y casi omnipresentes.
El entorno digital será presentado el viernes 1 de julio a las 19 en La librería del Fondo (Costa Rica 4568, CABA), en el marco del ciclo Coyunturas, con un debate que girará en torno a la pregunta “¿Qué hace el entorno digital con nosotros y qué podemos hacer con él?”, que contará con la presencia de los autores, además de Natalia Zuazo, Gabriel Vommaro y Cata De Elía.
Quién es Pablo J. Boczkowski:
♦ Es periodista y pasó como investigador por el prestigioso MIT de Boston.
♦ Es profesor Hamad Bin Khalifa Al-Thani en el Departamento de Estudios en Comunicación de la Universidad Northwestern en los Estados Unidos, donde fundó y dirige el Center for Latinx Digital Media.
♦ Es codirector del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina (MESO), iniciativa conjunta entre Northwestern y la Universidad de San Andrés.
♦ En 2020 fue nombrado fellow de la International Communication Association.
♦ Es autor de seis libros, compilador de otros cuatro, y ha escrito más de sesenta artículos sobre medios, tecnología y sociedad.
Quién es Eugenia Mitchelstein:
♦ Es directora y profesora asociada del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés y codirectora del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina (MESO).
♦ Es licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, máster en Medios y Comunicación de London School of Economics and Political Science, y Ph.D. en Medios, Tecnología y Sociedad de Northwestern University.
♦ Publicó más de treinta artículos sobre medios, tecnología y comunicación política y es autora, junto con Pablo Boczkowski, de La brecha de las noticias. La divergencia entre las preferencias informativas de los medios y el público.
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