Junio parece ser el mes de las escritoras latinoamericanas en el teatro. Obras de dos de las autoras más importantes de la región fueron llevadas a las tablas en algunos de los escenarios más importantes del mundo. Estamos hablando de Como agua para chocolate, de la mexicana Laura Esquivel, y Eva Luna, de la chilena Isabel Allende.
Como agua para chocolate, primera novela de Esquivel que en 1989 la catapultó al éxito mundial, fue adaptada al ballet con partitura del compositor inglés Joby Talbot y coreografía de su compatriota Christopher Wheeldon para el Royal Ballet británico. También colaboraron en el proyecto la directora de orquesta mexicana Alondra de la Parra y el guitarrista mexicano Tomás Barreiro.
La obra se estrenó el 2 de junio y fue recibida con una ovación de pie del público de la Royal Opera House londinense, prestigioso teatro en el que hubo funciones diarias que duraron hasta el 17 de junio. La adaptación, además, contó con la participación de Esquivel, que viajó a Londres para el estreno.
Esta novela está ambientada en el México de principios del siglo XX y cuenta el amor imposible de Tita y Pedro, víctimas de una opresiva tradición familiar. En la familia De la Garza, formada solo por mujeres, Tita, la hija menor, utiliza sus talentos culinarios para influir en los demás.
En esta nueva adaptación de un libro que ya fue llevado a la pantalla grande, el ballet vuelve al realismo mágico de la historia original, en que los muertos reaparecen para ayudar o perturbar la suerte de los vivos y la comida de Tita tiene el poder de enamorar pero también de enfermar.
En una entrevista con AFP, la directora de orquesta De la Parra comentó que la adaptación “es muy fiel al libro de Esquivel, pero obviamente en un ballet no puedes tenerlo todo, así que se han tenido que omitir algunas cosas”. Para la mexicana, “Christopher es un mago de la narrativa porque puede contarte en un ballet sin palabras toda la historia de un libro”.
La directora orquestal trabajó año y medio con el compositor musical para darle una connotación mexicana a su partitura original, con modificaciones principalmente de métrica y percusión. “Es una composición que no pretende ser mexicana sino que tenga todos los ingredientes de ese sabor, como en la cocina de Tita, pero que el resultado al final sea su propia sopa”, explicó.
Para que se luzca la influencia mexicana en la música, De la Parra le presentó a Barreiro, su maestro de composición, “un músico con un conocimiento vasto de la música popular y clásica de México”, que además de aconsejar al compositor, participó en el espectáculo tocando la guitarra.
De la Parra también aportó su granito de arena a la coreografía de Wheeldon con elementos de la danza mexicana. “Nosotros tenemos ciertos conteos, que se incorporaron en la métrica, y aspectos como el zapateado. Todas estas influencias se meten en una licuadora y se espolvorea la obra con el polvo mágico que sale de ella”, explicó
Por otro lado, apenas después del estreno en Londres de la adaptación al ballet de Como agua para chocolate, también subió al escenario una obra de teatro basada en una de las novelas más conocidas de la escritora chilena Isabel Allende: Eva Luna.
Esta adaptación se exhibe a cabo en la sala de Repertorio Español en Nueva York, donde la obra de dos horas podrá verse hasta el 26 de junio. El texto fue adaptado por la dramaturga Caridad Svich y la dirección de la puesta en escena fue de Estefanía Fadul.
Eva Luna cuenta la historia de su protagonista homónima, una chica nacida en la pobreza y que, a través de los años, va encontrando su voz como narradora. En el trayecto que va desde su infancia, encantadora, risueña y sagaz, hasta la edad adulta, Eva Luna se cruza con una serie de personajes que tendrán una influencia determinante en el curso de su vida.
De la riquísima variedad de personajes que hay en esta novela, Svich destacó a aquellas que ayudan a Eva Luna a crecer: su madre Consuelo; la Señora, dueña del burdel que la hospedó y la cuidó durante un tiempo; Mimí, una mujer trans que conoció en el prostíbulo; y la abuela Elvira.
En una entrevista con EFE, Svich declaró: “¡Isabel sólo me dijo que estaba encantada de que yo escribiera la obra! Hay algo entre el trabajo de ella y el mío que tiene una conexión profunda. Pero para mí, el enfoque siempre ha sido el personaje de Eva, sus alegrías y penas y su sentido de humor y sensibilidad. Hay algo en Eva que respira luz, fuerza y una energía positiva, y para mi, eso es central”.
Pero esta no es la primera vez que Svich lleva un libro de Allende a las tablas. En 2009, adaptó con éxito su primera novela, La casa de los espíritus, para la misma sala neoyorquina en la que este año presentó Eva Luna, especializada en teatro de habla hispana.
Esta no es la primera ni la última vez que escenarios teatrales de todo el mundo albergan obras de escritoras latinoamericanas, pero sí es un signo del interés creciente por la producción literaria de estas tierras y la inagotable cantidad -y calidad- de sus novelas de exportación.
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