Cuando tenemos poca plata o nos falta tiempo tomamos decisiones que empeoran todo: qué hay que entender para que no pase

Una investigación basada en la economía del comportamiento revela cómo impacta la escasez en las determinaciones cotidianas y de mediano plazo. Aquí, algunas ideas.

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Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir, autores de "Escasez".
Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir, autores de "Escasez".

Cuando Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir decidieron escribir un libro sobre la escasez y lo comentaron con un colega economista, éste respondió: “Ya existe una ciencia que trata sobre la escasez, se llama economía”. Desde luego, Sendhil, que nació en India pero se nacionalizó estadounidense, y Eldar, isreaelí y norteamericano, ya sabían esto porque son economistas, prestigiosos economistas. El primero es profesor de Harvard y el segundo, de Princeton, y ambos pertenecen a Ideas42, una ONG dedicada a diseñar soluciones a problemas sociales desde la economía del comportamiento. La economía del comportamiento, a su vez, es un enclave que conecta las ideas tradicionales de la ciencia maldita con las conductas más “realistas” de los seres humanos, lo que incluye sus características psicológicas, en particular sus limitaciones cognitivas.

El hecho es que, en su libro Escasez ¿Por qué tener poco significa tanto?, los autores hacen un planteo de la escasez bien diferente del tradicional. En la economía usual, la escasez que se estudia es física. Se trata de la restricción que todos enfrentamos en términos de ingresos o tiempo. El tema de la obra es, en cambio, la sensación de escasez, un concepto mucho más elusivo y sutil. Suponga un día de trabajo con una agenda que lista unas cuantas reuniones manejables. Un invidivuo racional podrá asignar su tiempo no programado yendo a almorzar con calma sin alterar los objetivos de la jornada. Esto es decidir respecto de la escasez física. Pero si la agenda del día está plagada de reuniones y el poco tiempo libre disponible se debe dedicar a un proyecto ya retrasado, la escasez de tiempo se vuelve una restricción mental, y ocupa buena parte de nuestra atención. Aquí es donde empieza a jugar el concepto de sensación de escasez.

Este pasaje no debe sugerir que Escasez, editado por Fondo de Cultura Económica, se ha escrito para ocuparse de los problemas de uso del tiempo de los ejecutivos. Más bien todo lo contrario. El interés de los autores se concentra en el análisis de la pobreza, un tema que le es muy cercano especialmente a Sendhil Mullainathan, quien ayudó a fundar el Poverty Action Lab, una organización cuya misión es reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de las personas, creando y difundiendo evidencia rigurosa sobre qué políticas públicas y programas sociales realmente funcionan en la práctica.

La tesis principal del libro es entonces que la sensación de escasez produce una atención exagerada en un tema específico, usualmente urgente y de corto plazo, que produce un conjunto de decisiones poco efectivas respecto de otras cuestiones más importantes, o de mediano plazo. Así, los estados de pobreza no reflejan únicamente la insuficiencia de recursos físicos, sino además la insuficiencia de recursos mentales, debido a la excesiva concentración de los pobres en aspectos preocupantes. Esta situación de escasez hace que quienes sufran esta sensación tomen malas decisiones, de las que después se podrían arrepentir.

De seguro, los pobres tienen preocupaciones que ocupan su mente de manera más o menos permanente. En los casos límites, ellos deben enfocarse todo el tiempo en conseguir comida para sí y para su familia. Esto es lo que los autores llaman “visión de túnel”, una suerte de anteojeras que obliga a los más vulnerables a concentrarse de manera exclusiva en las urgencias, descuidando gravemente otros aspectos que podrían ayudar a esta persona a modificar su situación en el mediano plazo. Un tema de particular interés de los autores es el del endeudamiento. Debido a la visión concentrada en lo acuciante e inmediato, los pobres suelen endeudarse mucho y mal, lo que produce dificultades crecientes en sus finanzas de mediano plazo, haciéndoles perder a veces los pocos ahorros o el poco capital del que disponen.

Sendhil Mullainathan nació en India pero se nacionalizó estadounidense. REUTERS/Denis Balibouse
Sendhil Mullainathan nació en India pero se nacionalizó estadounidense. REUTERS/Denis Balibouse

Los autores no plantean esta novedosa hipótesis en el vacío. Escasez es un compendio organizado de experimentos de laboratorio y también naturales, que otorgan un fuerte sustento empírico a esta idea. Sendhil y Eldar invitan al mismo tiempo a un paseo conceptual, y acompañan al lector por la vereda de las explicaciones claras y transparentes, sin saltear pasos ni esquivar posibles críticas. La hipótesis prueba además ser bastante general. El problema de la sensación de escasez parece servir de paraguas explicativo para un conjunto de “sesgos cognitivos” que han sido descubiertos e investigados por economistas del comportamiento como Daniel Kahneman o Richard Thaler (por nombrar dos galardonados con el Premio Nobel).

De hecho, la consecuencia más importante de la perspectiva de Escasez es que cambia radicalmente el punto de vista de la relación entre psicología y economía. En la Economía del Comportamiento tradicional los agentes sufren de sesgos cognitivos, errores de juicio e ilusiones sensoriales que los hacen equivocarse de manera sistemática. Es de esperar entonces que las personalidades asociadas con estos sesgos sufran una mayor cantidad de fallos, y por lo tanto que se produzcan mayores decepciones respecto de sus elecciones económicas pasadas. Son comunes los estudios que vinculan ciertas cualidades personales con los éxitos y los fracasos en la vida económica: las personas más pacientes, por ejemplo, tienden a ganar más dinero.

En Escasez, en cambio, se demuestra que cuando las preocupaciones urgentes ocupan el “ancho de banda” de atención, los fallos decisorios ya no responden necesariamente a determinadas características de la personalidad. Quizás el experimento decisivo de esta hipótesis es aquel en el que, puestos a elegir en situaciones de escasez de tiempo o de dinero, la mayoría de los individuos no selecciona las mejores opciones y se equivoca de manera persistente. Cuando se recrean en el laboratorio las situaciones de pobreza de tiempo o de dinero, todos fallamos en la misma proporción.

Sendhil y Eldar concluyen que algunas decisiones erróneas que perpetúan la pobreza tienen poco que ver con la personalidad, y mucho que ver con la propia situación de pobreza que estas personas enfrentan. El foco en los problemas diarios que generan escasez dificulta la toma de decisiones estructurales que deberían ayudar a esos mismos pobres a salir de esa situación. Como resume el historiador Rutger Bregman en una brillante charla TED, la pobreza es un problema de dinero, no de falta de carácter.

Eldar Shafir enseña e investiga en Princeton.
Eldar Shafir enseña e investiga en Princeton.

Esta aproximación al fenómeno de la pobreza choca con varios prejuicios sociales (y también de algunos políticos); entre ellos el que asume que los pobres lo son debido a sus propios fallos, actitudes y limitaciones. Los ricos pueden alardear de su situación económica y deducir de su posición social que son inteligentes, pero decidir en la abundancia es fácil, y los errores que se cometen no se pagan caros. En la pobreza extrema, en cambio, cada definición es de vida o muerte, y ocupan una parte exageradamente grande de la atención, dando lugar a poco espacio para planificar otros aspectos quizás más redituables en el mediano plazo. Ocuparse obsesivamente, por razones de escasez, de un solo aspecto de la vida no deja lugar para los planes eficaces en otros.

El libro deriva implicancias para la agenda de políticas referidas a las situaciones de pobreza. La pobreza es preocupante porque es una trampa de la que es muy difícil salir. Se retroalimenta debido a la escasez mental y a la enorme cantidad de preocupaciones que cierran el ancho de banda de la toma de decisiones. De este modo, las medidas destinadas a “enseñar a pescar” están lejos de resolver el problema. Los pobres no son ignorantes, sus ansiedades y obligaciones de corto plazo los ciegan. La visión de túnel les impide tener claro qué caña deben comprar, o en qué río les conviene tirar la carnada. Otra recomendación usual es la insistencia en la alfabetización financiera de los más vulnerables. De nuevo, no hay nada de malo en educar en estos temas, pero su asimilación en entornos de escasez es limitada. No se trata de que los necesitados aprendan el interés compuesto, sino de que tengan suficiente holgura financiera para pensar con tranquilidad en qué deben invertir su dinero o bajo qué condiciones vale la pena que se endeuden.

Estas nuevas aproximaciones respecto de la pobreza, desde luego, son enormemente relevantes no solo para la India, sino también para América Latina. En un país como la Argentina por ejemplo, con un 37,3% de la población en condiciones de pobreza, leer e interpretar las ideas presentes en el libro de Sendhil y Eldar pueden hacer reconsiderar algunas perspectivas basadas en prejuicios y, con un poco de suerte, modificar las aproximaciones para mitigarla.

Escasez no propone alternativas sólo para lidiar con la pobreza, sino también con algunos problemas macroeconómicos. Por ejemplo, en línea con los intentos recientes por estimar la felicidad, los autores se preguntan por qué no estimar el ancho de banda del Producto Bruto Interno. También hay consejos para manejarse en las organizaciones, y hasta para tomar mejores decisiones en la vida diaria. En una vuelta simpática, el libro se auto-recomienda, siendo que la evidencia sugiere que estar al tanto de la escasez mental permite tratar con ella de una manera más efectiva. Otras recomendaciones personales incluyen tratar de blindarse contra los momentos futuros en que se cree aparecerá la escasez de tiempo o de dinero, por ejemplo asegurándose contra determinados eventos.

Sendhil y Eldar nos presentan una idea fascinante en un libro de ciencia, y que puede revolucionar una parte no menor de las ciencias sociales. La interpretación de sus hipótesis no requiere de complejas formalidades analíticas, ni de extensas cadenas lógicas. Sus resultados son intuitivos y sus experimentos parecen, al menos por ahora, darles la razón. Todo indica que gastar plata hoy en Escasez puede ser una decisión que en el futuro permita prevenir que la teoría económica corra el riesgo de cerrar demasiado su ancho de banda y tomar las rutas conceptuales equivocadas.

Quiénes son los autores

♦ Sendhil Mullainathan nació en la India pero se nacionalizó estadounidense.

♦ Es profesor de Computación y Ciencia del Comportamiento.

♦ Investigó y enseñó en el MIT y en Harvard.

♦ Eldar Shafir es israelí-norteamericano.

♦ Enseña Psicología y Ciencia del Comportamiento en Princeton.

♦ Ambos son participantes de la organización Ideas42, que intenta resolver problemas sociales a través de la investigación del comportamiento humano.

Escasez (Fragmentos)

Del capítulo “La conducta de los pobres”

Imagine que llega usted a su casa luego de trabajar todo el día, preocupado por no saber dónde conseguirá dinero para la renta de este mes y otras cuentas, y además financiar la fiesta de cumpleaños de su hija. No ha dormido bien. Hace unas semanas se inscribió en un programa de capacitación en computación, que algún día podrá ayudarle a conseguir un mejor trabajo. Pero esta noche los beneficios de esa capacitación son abstractos y parecen muy lejanos. Está agotado y sobrecargado por cosas más urgentes, y ni siquiera está seguro de que aprenderá algo. Ahora, suponga que transcurrieron algunas semanas. Para entonces ya faltó usted a otra clase y, cuando asiste, entiende menos que la vez anterior. Al final decide que por el momento ya es demasiado; dejará de asistir a las clases y se inscribirá en otra ocasión, cuando su vida financiera esté más ordenada.

El programa al que asistió no estaba diseñado para tolerar faltas, amplificaba sus errores, que eran previsibles, y a final de cuentas lo echó de ahí. Pero no necesariamente debe ser así. En vez de insistir en que no se cometan errores o en cambiar conductas, es posible rediseñar la cabina. Por ejemplo, se puede modificar el plan de estudios para que haya módulos programados para iniciarse en diferentes fechas, que corran en paralelo. ¿Faltó a una clase y quedó rezagado? Vaya a una sesión paralela en la que este tema se trate una o dos semanas después. Si pierde un módulo, puede ponerse al día cuando se inicie la ronda siguiente. Es cierto que tardará más en terminar, pero al menos completará el curso. Tal como son ahora, los programas de capacitación se proyectan sin tener en cuenta las posibles fallas de los participantes, como si no se les permitiera o no se esperara que los participantes sufran tropiezos. Pero las personas de menos recursos —incluso, o quizás especialmente, cuando están desempleadas— tienen muchos problemas que resolver, y muchos de ellos no se pueden combinar con ser estudiante.

Del capítulo “La escasez en la vida diaria”

Partimos de la comprensión de que los pobres en parte no ahorran debido al túnel. Ahorrar es importante pero no urgente, el tipo de asuntos que casi siempre quedan fuera del túnel. En cualquier momento hay cosas más urgentes que ahorrar. Así, regresamos los ahorros al túnel por un momento al convertirlos en una idea predominante.

Después de preguntar a las personas para qué ahorraban y cuánto, les enviaríamos, al final de cada mes, un breve recordatorio, un mensaje de texto o una carta. Por sí solo, este recordatorio benévolo aumentó los ahorros 6%, un efecto considerablemente grande en vista de lo poco frecuente y lo poco inoportuno que era. (Después de todo, los mensajes son menos llamativos e intensos que un asistente en el umbral.) Fue posible incrementar los ahorros no mediante la educación o el fortalecimiento de la fuerza de voluntad, sino con un mero recordatorio de algo importante que se tiende a olvidar cuando se adopta la visión de túnel.

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