“Todo es susceptible de ser escrito”: el español Juan del Val presenta en América Latina ‘Delparaíso’

El autor nacido en Madrid conversó con Infobae acerca de “Delparaíso”, su más reciente novela,

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El escritor español presentó en la capital colombiana su novela "Delparaíso". Foto: Santiago Díaz Benavides.
El escritor español presentó en la capital colombiana su novela "Delparaíso". Foto: Santiago Díaz Benavides.

Un día normal para él transcurre entre sus trabajos como guionista para El Hormiguero y sus apariciones intermitentes en el programa, las intervenciones que hace en La Roca junto a Nuria Roca, su esposa, para La Sexta y las veces que presta su cara para El Desafío. Escribe cada que puede y lo cierto es que no planea demasiado lo que va a contar. Vive como el que más y es un mirón sin remedio.

Juan del Val es un escritor, guionista y presentador español que ha publicado tres novelas entre 2017 y 2019. Ha llegado a Colombia para presentar su título más reciente Delparaíso, una novela que lo ha ubicado entre los autores más destacados del panorama actual en España, de acuerdo a lo afirmado por la revista Zenda en uno de sus artículos.

Nunca antes había venido al país, y eso que su hermano lleva viviendo aquí por cinco años. Es un tipo alto que te mira a los ojos todo el tiempo y no pierde detalle. Como se descuide su interlocutor, del Val puede pasar de fijarse en la forma de sus cabellos sobre la frente o la ropa que lleva puesta, a detallar con cuidado el ritmo de su respiración o la frecuencia de sus gestos.

En conversación con Infobae, el autor habla sobre Delparaíso, este libro en el que le da rienda suelta a un sitio en el que la intimidad pareciera ser un asunto de segunda categoría. Este es un lugar seguro y lujoso, una urbanización vigilada las 24 horas del día en la que no existe posibilidad de resguardo para el miedo o la tristeza, el amor o el deseo, la muerte o cualquier otra sensación medianamente humana.

Las familias que viven allí son todas perfectas e ideales, pero el lector irá dándose cuenta de que el dicho de “las apariencias engañan” no puede ser más cierto. A lo largo de la novela, cada personaje irá dejando entrever sus secretos, historias parecidas a las de cualquiera (infidelidades, robos, mentiras...). Todas las personas tienen problemas, ya sea que vivan en una casita modesta con techo de teja, o en una mansión con vista al mar. Esa parece ser una de las tesis que del Val plantea aquí, y lo hace con una mirada aguda e incisiva. En cada página, el lector encontrará, y no a propósito, un dilema moral distinto a enfrentar.

Delparaíso, titulo publicado en Colombia por el Grupo Planeta, es una novela que se lee de un tirón, pero que no deja cuartel para lo que queda después.

“Luis y Eli compraron la casa de Delparaíso poco antes de comenzar a construirse. Casi setecientos metros habitables, con una pequeña parcela de otros cuatrocientos en la que caben porche, jardín y una piscina. Las setenta casas de Delparaíso son iguales, al margen de la decoración que cada uno decida. De los despropósitos estéticos en el interior de algunas casas y de su vulgaridad nadie es responsable, salvo los dueños. Eli piensa que hay personas que no merecerían vivir en Delparaíso por su pésimo gusto. Le desespera que algunos propietarios utilicen la palabra chalet, «casa, se dice casa». «El problema es que para vivir aquí solo es necesario tener dinero».

Eli y Luis han empezado a ver en la cama un nuevo episodio de una serie que les han recomendado unos amigos. Eli cree que toca hacer el amor, ha pasado casi un mes desde la última vez. Fue divertido, después de una cena con unos amigos en la que se emborracharon, estaban contentos, se parecía a aquellos tiempos en los que se deseaban, cuando Luis hacía que se estremeciera con solo tocarla; ni siquiera eso: solo con un beso se humedecía.

«¿Juventud? La edad es una excusa, es el paso del tiempo con la misma persona lo que mata todo». Eli pone su mano en la pierna de Luis. Luis duda un instante. Le da pereza, pero quizás sea necesario. Él también cree que ya toca. Duda de si podrá, hace apenas dos horas que se corrió con Carolina. Se acuerda de ese momento y se excita, pero es Eli quien está a su lado buscando su boca, rogando un beso. «Estoy cansado», se disculpa. Eli, que ya ha hecho lo más difícil proponiéndolo después de tantas semanas, no quiere frustrarse y busca con la mano por dentro del calzoncillo de Luis. Es viernes”.

Foto: Cortesía, Grupo Planeta.
Foto: Cortesía, Grupo Planeta.

-”El problema es que, para vivir aquí, sólo es necesario el dinero”. Esa es una de las líneas de la novela que, de entrada, propone un choque con ciertos dilemas morales. ¿De qué manera el capitalismo exagerado invade las vidas de las personas y modifica su proceder en sociedad?

-El dinero modifica las cosas, de eso no hay duda. El capitalismo, si bien ha traído cosas buenas, también ha generado profundas injusticias. A mí no me parece que todo sea tan lineal y tan plano como para entender el mundo solo por ideales. Eso es lo que intento demostrar en la novela. Aquí, el capitalismo está inmerso de una u otra forma, pero porque así es la sociedad en la que vivimos, y yo la cuento, pero no tengo la necesidad de volcarlo todo allí.

En Delparaíso, el dinero modifica las percepciones de las personas, pero su esencia no cambia tanto. De hecho, no les cambia casi nada. Nosotros no somos unos a merced del dinero y otros sin él. Siempre estamos envueltos en los mismos dilemas. Somos los que somos. Cuando ocurre un robo y hay un inmigrante de determinada nacionalidad, todos señalan al inmigrante, porque es el pobre, el que no tiene las mismas condiciones de los otros. Pero, de repente, dentro del grupo hay uno que tiene la misma nacionalidad de este individuo. En él no se fijan, porque es el que tiene dinero.

-¿De qué manera se concreta el concepto de intimidad aquí?

-Lo que intento contar es esa paradoja que supone el aislarse y protegerse a través de muchos muros, cámaras de seguridad y vigilantes, y que eso, en realidad, no brinde una protección certera. No consigue protegernos de nosotros mismos. Me parecía muy atractivo, además, contar cómo es el modus operandi al interior de estas urbanizaciones de lujo que, si bien la de la novela está en Madrid, no es muy distinta de las que están en Colombia, o en Argentina, o en Estados Unidos. Tuve que hacer las de voyeur para poder fijarme en estas cosas y descifrar qué es lo que sucede verdaderamente en este lugar, eso que todo el mundo desde afuera envidia o ve de una manera inalcanzable. Tienen la idea de que allí adentro nadie la pasa mal.

-Muchos lectores han comentado que Delparaíso tiene elementos del thriller comercial y que sería esa la razón por la que se le lee tan rápido. ¿Hubo algún elemento de este género que rescató para la escritura de la novela?

-A mí me da igual que el asesino sea el camarero o el que cuida la puerta. Mi trabajo como escritor tiene que ver con los personajes, no tanto con la trama, que me parece una excusa para contar algo. En el caso de esta novela, reconozco que puede tener algo de thriller, pero está muy lejos de esa categoría en términos estéticos. Es una novela de personajes, sin ninguna duda. Me parece necesario reivindicarla de esa manera.

Mi pretención no es ir metiendo trucos para distraer al lector, independientemente de los giros que la narración pueda llegar a tomar. No me interesa el thriller, en general. Es un género que establece modas y vende, pero a mí no me llama. Los personajes son todo lo que me importa. Mi oficio es estar atento.

-¿Qué licencias técnicas le permitió esa visión caleidoscópica que plantea en relación con las historias de los distintos personajes?

-A veces, como escritor, hace uno cosas que luego no sabe ni por qué las ha hecho. Esta novela era un reto para mí. De hecho, cada una supone algo distinto y que me exige como autor. En la primera que escribí quería intentar algo y cuando se publicó, como ya sabía que podía hacerlo, pues no lo hice más. En la segunda, exploré otra cosa, y si bien los editores insisten en que siga por una vía y la perfeccione, soy tan inquieto que no paro de trabajar, de fijarme en otras cosas.

En Delparaíso, me apetecía no estar seguro de lo que iba a hacer, y esta estructura coral funcionó muy bien para lo que la historia iba pidiendo. El asunto era contar de manera distinta.

-Esta novela es muy distinta a las anteriores que ha escrito y, sin embargo, hay una inquietud que se repite: la del cambio. ¿Cómo concibe su oficio al inicio de cada proyecto?

-Yo suelo escribir sin guía alguna. No tengo idea de lo que escribiré hoy o mañana. Ni sé muy bien en dónde irán a aparecer los personajes o qué es lo que harán. La forma en que empecé a escribir Delparaíso obedecía a eso. A mí me interesa muy poco la trama, lo que me importan son los personajes.

Hay una cosa que me define como autor, o lo creo así, y es la observación. Yo lo miro todo para luego contarlo. Mi vida consiste en eso, fundamentalmente. Todo es susceptible de ser escrito. Las primeras imágenes de lo que escribo vienen de cosas que yo he visto, que he vivido. Lo que me interesaba con Delparaíso, entre otras cosas, era contar esas vidas que parecían inaccesibles y acercarlas a los demás.

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