Yukio Mishima fue un novelista, poeta y dramaturgo japonés. Considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX, se caracterizó por mezclar en sus textos la tradición de su cultura con la estética moderna.
El sexo, la muerte y los cambios políticos son algunos de los temas abordados por quien fuera candidato al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones. El escritor, quien cambió su nombre (originalmente era Kimitake Hiraoka) para publicar sus libros, abordó una vasta cantidad de géneros. El autor de “El color prohibido” vivió 45 años y en tan corto tiempo escribió más de 257 obras, entre las cuales hay novelas, relatos, piezas de teatro e incluso una película.
Su vida no parecía que tomaría ese rumbo. Tras vivir casi toda su infancia bajo el yugo de su abuela, descendiente de un clan samurai conocido como Tokugawa, que le enseñó disciplina, honor y amor por la tradición, con solo 17 comenzó a estudiar Derecho, profesión de la cual se graduó en 1947. Tan pronto egresó de la universidad se convirtió en funcionario del ministerio de finanzas del Japón; sin embargo, poco después abandonó su carrera burocrática para dedicarse a la literatura.
En 1949 publicó la obra que lo convertiría en una celebridad y en un escritor exitosos, “Confesiones de una máscara”, una autobiografía novelada, narrada en primera persona, sobre las apariencias, el reconocimiento de su propia sexualidad (Mishima se veía a sí mismo como bisexual), la nostalgia del antiguo imperio frente a la crisis de la identidad japonesa tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
El escritor fue declarado no apto durante su proceso de vinculación a la armada imperial japonesa por presentar síntomas de tuberculosis; algunos de sus biógrafos aseguran que mintió en su aplicación para evadir su responsabilidad
En 1946 escribió “Ladrones”, publicada en 1948, por lo que fue considerado como un autor de la segunda generación de escritores de la posguerra. Los escritores que se les da este nombre son los que publicaron entre 1948 y 1949. Ya para los años setenta tendría definido su propio estilo.
“Creo que el problema de mi literatura es que la estructura es demasiado dramática. Es un impulso que me resulta incontrolable. Soy incapaz de escribir una novela como si se tratara de un río cuyas aguas van fluyendo”, mencionó en una entrevista inédita que encontraron y que se publicó en EFE.
Su éxito y la calidad de su obra llevaron a que fuera considerado para el Premio Nobel de Literatura en tres ocasiones, la primera en 1963, cuando formó parte de un grupo de seis candidatos, pero el ganador fue el poeta griego Giorgios Seferis; en el 64 su nombre fu considerado nuevamente y en 1968 fue candidato de nuevo, pero el escritor Yasunari Kawabata, considerado su mentor, fue quien obtuvo el galardón, aunque posteriormente asegurara que Mishima lo merecía mucho más: “Un genio como Mishima solo aparece en la humanidad cada trescientos o cuatrocientos años”, declaró.
Uno de los temas que abordó durante dos años, antes de su muerte, fue el suicidio. En 1968, desilusionado por lo que consideraba una pérdida de valores y de las características identitarias de su país, fundó una milicia de ultraderecha llamada Tate No Kai o “Sociedad del Escudo”, comunidad con estructura al estilo de los samurais con la que quería devolver a Japón lo que consideraba su gloria perdida.
Al no conseguir lo que se había propuesto, lo que consideró un deshonor, decidió suicidarse aplicando el “seppuku” (código ético de los samuráis). El 25 de noviembre de 1970 subió a la terraza de la base de su milicia en Tokio y frente a sus hombres dio un sentido discurso exaltando la figura del emperador Hirohito y llamando a un golpe de estado en contra del capitalismo, que según afirmó, estaba destruyendo a la nación.
Al no encontrar eco a sus palabras decidió dar por terminada su vida. Se clavó un puñal en el vientre, atravesándolo de izquierda a derecha para que después ser decapitado por Hiroyasu Koga.
“Los japoneses siempre han sido un pueblo con una severa conciencia de la muerte bajo la superficie de sus vidas cotidianas. Mas el concepto japonés de la muerte es puro y claro, y en ese sentido es diferente de la muerte como algo repugnante y terrible tal como es percibida por los occidentales. La muerte [...] tiene el brillo infrecuente, claro y fresco del cielo azul entre las nubes”, dijo Yukio Mishima para una entrevista inédita a nueve meses antes de su muerte.
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