Les juro: tengo dieciocho libros sobre Borges apilados ahora en mi escritorio (biografías, libros con entrevistas a Georgie, rarezas, diarios de escritores y escritoras de la revista Sur, etc.) —sumados a los llamados telefónicos que haré más tarde— solo para verificar un dato nuboso, lleno de versiones, sobre una historia efectivamente real: el accidente en la cabeza que sufrió Borges en la navidad de 1938 que lo dejó al borde la muerte. Un accidente que fue —según su propia lectura— el origen de la ficción borgeana y que, finalmente, definió la trama para un cuento, “El Sur”, que es un hitazo en la obra de este escritor de cuya muerte en Ginebra se cumplen este martes 36 años. Casi cuatro décadas de un mundo sin Borges.
La versión de “Georgie”
Esto es lo que el propio Borges contó (textual) en su autobiografía publicada en 1970 en colaboración con Norman Thomas di Giovanni: que el día de Nochebuena de 1938 subió corriendo una escalera y de pronto sintió que algo le raspó la cabeza; había rozado la arista de un batiente recién pintado. Que fue atendido enseguida, pero la herida se le infectó y pasó alrededor de una semana sin dormir, con alucinaciones y fiebre muy alta. Que una noche perdió el habla y tuvieron que llevarlo al hospital para una operación de urgencia. Que tuvo una septicemia y durante un mes se debatió entre la vida y la muerte.
Leemos en la misma autobiografía: “Cuando comencé a recuperarme, temí haber perdido la razón. Mi madre quería leerme un libro que yo había encargado, Out of the Silent Planet de C.S. Lewis, pero durante dos o tres noches fui postergando la lectura. Finalmente prevaleció su voluntad, y después de escuchar una o dos páginas rompí a llorar. Mi madre me preguntó qué significaban esas lágrimas. ‘Lloro porque entiendo’, dije. Poco después me atemorizó la idea de no volver a escribir nunca más. Había escrito una buena cantidad de poemas y docenas de artículos breves, y pensé que si en ese momento intentaba escribir una reseña y fracasaba, estaría terminado intelectualmente. Pero si probaba algo que nunca había hecho antes y fracasaba, eso no sería tan malo y quizá hasta me prepararía para la revelación final. Decidí entonces escribir un cuento y el resultado fue Pierre Menard, autor del Quijote”.
Lo que Borges no dice
Ahora bien, lo que no dice Borges allí: ¿Dónde ocurrió el accidente y con quién estaba? ¿Y por qué este dato se liga con el cuento El sur? Las versiones varían: la primera es que ocurrió en el departamento donde entonces vivía con su familia en Pueyrredón y Las Heras (quinto piso de Pueyrredón 2190, donde los Borges estuvieron de 1929 a 1939). La segunda: que se llevó puesta la ventana cuando fue a buscar a la uruguaya Ema Risso Platero. La tercera y, según esta búsqueda, la más probable: que haya ocurrido en el departamento de la calle Ayacucho de la escritora chilena María Luisa Bombal.
En su biografía Vida y literatura (Edhasa, 2006), Alejandro Vaccaro aporta que el accidente ocurrió cuando fue a visitar “a una amiga” a su departamento: “Impaciente porque el ascensor no bajaba, decidió subir por la escalera. El batiente de una ventana recién pintada había quedado abierto, y rozó la cabeza de Borges. Solo cuando vio la cara de horror de su amiga al abrir la puerta y observar su mano llena de sangre tras tocarse la frente advirtió que se había lastimado”. Edwin Williamson, en Borges, una vida (Planeta, 2006), agrega que “Borges había ido a buscar a una muchacha a su departamento de la calle Ayacucho, a unas cinco cuadras de dónde él vivía en la avenida Pueyrredón, para acompañarla a cenar con su madre”.
De ser efectivamente así: ¿Quién era esta muchacha o amiga? María Esther Vázquez, en Borges, esplendor y derrota (Tusquets, 1996) cita directamente a Norah Borges, hermana de Jorge Luis: “Borges sufrió un accidente que casi le cuesta la vida. Según Norah, ‘había ido a buscar a Emita Risso Platero porque la había invitado a comer en casa y le llevaba un regalito. ¡Qué horror, me acuerdo y tiemblo! Parece que el ascensor no funcionaba o quizás tardaba mucho, entonces Georgie, que era impaciente, subió corriendo las escaleras. Sintió que algo le rozaba la cabeza pero no le dio importancia. Cuando Emita lo vio, casi se desmaya, la sangre le había manchado toda la camisa y el saco. Al subir, había chocado con el marco de una ventana que estaba abierta y recién pintada”.
Sigue Norah Borges, siempre según el testimonio tomado por María Esther Vázquez: “Fue al hospital y le cosieron la herida, pero la pintura, que es muy corrosiva, le produjo una gran infección. Una o dos noches después empezó una fiebre que llegó hasta los 40 grados. No podía hablar. En la madrugada tuvieron que llevarlo otra vez al hospital y operarlo; tenía septicemia. Durante un mes estuvo entre la vida y la muerte; no hablaba y cuando lo hacía, deliraba; a veces gritaba. Mamá no se movía de su lado. Después poco a poco fue recobrándose, pero le quedó una cicatriz terrible que tapaba con el pelo”.
Paréntesis: en el libro Borges, fotos y manuscritos (Alloni/Proa, 2005), del sobrino del autor, Miguel de Torre Borges, aparece una foto de Georgie junto a su amiga Haydée Lange fechada el 1 de abril de 1939. En la imagen vemos a un Borges con barba y boina y traje cruzado, repondiénose del accidente. En el dorso de la foto escribe con su letra: “Wounded Tapir”. Tapir herido.
Seguimos. Emir Rodríguez Monegal en Borges, una biografía literaria (FCE, 1978) deja una cita de “Madre”, como el autor de Ficciones llamaba a doña Leonor Acevedo de Borges, publicada originalmente en 1964: “Era la víspera de Navidad y Georgie había ido a buscar a una chica que almorzaría con nosotros. ¡Pero Georgie no volvía! Estuve angustiada hasta que llamó la policía… Parece ser que, como el ascensor no funcionaba, había subido las escaleras con mucha prisa y no vio una ventana que estaba abierta; algunos fragmentos de vidrio se incrustaron en su cabeza. Las cicatrices aún son visibles. Como la herida no fue debidamente desinfectada antes de cerrarla, llegó a tener 40° de fiebre al día siguiente. La fiebre siguió y finalmente fue necesario operar, en medio de la noche”. Monegal, entonces, aunque sin confirmar, añade: “La joven fue identificada por los biógrafos como una amiga chilena. Era hermosa y aparentemente a Borges le gustaba”.
Naturalmente la referencia a la “amiga chilena” es a María Luisa Bombal. Esta versión es la que se sostiene también en la cronología que aparece en la edición del Borges (Destino, 2006), de Adolfo Bioy Casares, al cuidado de Daniel Martino. Se lee: “1938: en febrero, muerte de su padre. En diciembre, se accidenta en casa de María Luisa Bombal: la grave septicemia lo obliga a una larga internación”.
Por último, en el reciente Memorias de Leonor Acevedo de Borges (Claridad, 2021), la madre de Borges señala que en la casa de Pueyrredón “Georgie tuvo allí el accidente ese mismo año año, la Nochebuena”. ¿”Madre” se refiere a que literalmente el accidente pasó allí o que tuvo la convalecencia en esa casa? Se trata en este caso de un testimonio tomado por Alicia Jurado. Sobre el final de ese mismo libro, doña Leonor precisa que “Georgie había ido a buscar a una invitada que debía venir a comer”. Ese testimonio sí coincide más claramente con el tomado por Rodríguez Monegal —citado anteriormente—, en el que doña Leonor precisa que el hecho ocurrió cuando el escritor “fue a buscar a una chica”. Finalmente, en La vida de Jorge Luis Borges (Gedisa, 1999), de James Woodall, se sostiene que “Borges subía por las escaleras para dirigirse a su apartamento en Las Heras y Pueyrredón”.
Conjeturas
Repasamos entonces la versión más probable: que el accidente ocurrió en el departamento de una amiga el 24 de diciembre de 1938. Hasta ahí —sin precisar qué amiga por ahora— vamos bastante bien en la conjetura, ya que coincide con la trama del cuento “El Sur” que Borges publicó por primera vez en La Nación el 8 de febrero de 1953 y lo incorporó a la segunda edición de Ficciones publicada por Emecé en Obras Completas.
Leemos en el cuento: “Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las Mil y Una Noches de Weil; ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le habría hecho esa herida. Dahlmann logró dormir, pero a la madrugada estaba despierto y desde aquella hora el sabor de todas las cosas fue atroz. La fiebre lo gastó y las ilustraciones de Las Mil y Una Noches sirvieron para decorar pesadillas”.
El señalamiento de “en la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror” coincide con la hipótesis de que el golpe ocurrió cuando fue a buscar a una amiga. Sí, por supuesto, esto es ficción, pero también se trata de uno de los cuentos más nítidamente autobiográficos de Borges. El protagonista Juan Dahlmann se encuentra, al igual que Borges, en la discordia entre dos linajes. Asimismo, Dahlmann trabaja en una biblioteca municipal (como hizo el propio Borges desde 1937 en la “Miguel Cané”, en Almagro).
El mito Borges
Pareciera entonces una típica maniobra de Borges que, en su autobiografía de 1970, no haya precisado en qué lugar ni con quién ocurrió ese accidente clave de 1938. Es decir, la construcción del mito, las imprecisiones como literatura del yo borgeano. Ya desde los años veinte, en que Borges cambia por ejemplo su fecha de nacimiento en antologías (pone que nace en 1900), vemos en él estrategias para estar de los dos lados del mostrador: no solo estar presente en los modos de escribir, sino también en los modos de ser leído.
Sobre esta idea cobra relevancia aquello que hace Borges con este hecho de 1938: plantea que luego del accidente prueba hacer literatura y que el resultado es el cuento Pierre Menard, autor del Quijote (publicado en 1939 en Sur). En otras palabras, crea un mito de origen de los cuentos fantásticos en su literatura. Crea el mito de origen de las ficciones borgeanas. Sin embargo, como plantea brillantemente Sylvia Molloy en Las letras de Borges (Beatriz Viterbo, 1999), la naturaleza de sus ficciones son previas.
Leemos a Molloy: “Pierre Menard, autor del Quijote es la primera ficción de Borges. No la primera ficción borgeana —son anteriores Evaristo Carriego, Historia universal de la infamia y El acercamiento de Almotásim— pero sí la primera ficción que Borges reconoce tal (...). Pierre Menard… no inaugura la ficción borgeana, simplemente la afirma”.
Llamados telefónicos desesperados
Se acercaba el deadline de esta nota y necesitaba ver si podía verificar a qué amiga había ido a buscar Borges el día de su accidente.
Llamo primero a Miguel de Torre Borges, el sobrino de Jorge Luis, que me aclara que no recuerda conversaciones en su familia respecto a ese accidente. Miguel nació el 1 de marzo de 1939, precisamente en el departamento de Pueyrredón y Las Heras, tres meses después del accidente. ¿Recuerda, Miguel, si María Luisa Bombal vivía en la calle Ayacucho? El sobrino de Borges dijo “a ver, esperá un minutito” y se fue a buscar una libreta de teléfonos y direcciones. Silencio del otro lado de la línea. Esperanza. Más silencio. Pasos. Más pasos. Pero no. No apareció nada en la libreta. Dolor. Siguiente llamado: al periodista, crítico literario y escritor Hugo Beccacece, amigo de Silvina Ocampo y frecuentador del grupo Sur. Tampoco recordaba.
Finalmente, googleando encuentro una cita de José “Pepe” Bianco —fuente autorizadísima por haber sido secretario de redacción de Sur entre 1937 y 1961— que asegura que Bombal vivía en la calle Ayacucho, muy cerca del entonces departamento de Borges. Salgo a comprar ese libro donde supuestamente aparece la cita. Lo compro. La encuentro.
Se trata de Ficción y reflexión (Fondo de Cultura Económica, 1988), donde Bianco no solo indica que Bombal vivía en la calle Ayacucho, sino que precisa: “Sobran razones para que el departamento de María Luisa Bombal figure en nuestra pequeña historia literaria. Allí María Luisa escribió su novela y sus cuentos; de allí surgió El jardín de senderos que se bifurcan. Una tarde, Borges, de visita en casa de María Luisa, se echó hacia atrás y se golpeó la cabeza con el filo de una ventana entreabierta”.
Curioso destino: fue Bianco quien publicó por primera vez Pierre Menard en el número 56 de la revista Sur. Escribió “Pepe” que Borges estaba tan preocupado por el texto que acababa de entregarle para la revista que a la mañana siguiente lo llamó para saber qué le había parecido. Bianco le respondió: “Nunca he leído nada semejante”. Hermoso.
Todo indicaría entonces que María Luisa Bombal vivía en la calle Ayacucho y que Borges fue a buscarla ese día de la navidad de 1938 a su departamento. También esta hipótesis, sobre la base del testimonio de Bianco, se baraja en el libro Borges, una enciclopedia (Norma, 1999), de los especialistas Daniel Balderston, Nicolás Helft y Gastón Gallo.
De todos modos, sería imprudente no formular en potencial esta conjetura, no tanto por la presencia de las otras versiones, sino por una razón más literaria: dejemos que, a pesar de la muerte del escritor, vivan los mitos de Borges.
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