Entre el siglo XVI y XVII la Santa Inquisición impuso un veto a los libros que se referían a la herejía o aquellos que no hablaran sobre temas religiosos. Cuando la iglesia descubría que alguien guardaba libros que se alejaran de las directrices católicas o incluso planteara algo diferente los castigaba.
Mientras la Corona Española dominó la Nueva España el acceso a la lectura fue muy complicado Los impresores tenían que informar a la Inquisición todos los libros que realizaban y si los textos iban en contra de la ideología de la iglesia eran encarcelados e incluso ejecutados.
Los textos prohibidos se identificaban a través de listas en donde condenaban frases, imágenes, títulos y autores. Daban instrucciones para que pudieran tachar frases o palabras o en su caso confiscar textos para eliminarlos.
El simple hecho de leer un libro era muy difícil en esa época por dos cosas: eran pocos los que sabían leer y no muchos libros eran aptos para todos.
Si se descubría a una persona leyendo libros prohibidos los mandaban directo con la Santa Inquisición. Algunos castigos eran la excomunión mayor (expulsión del cristianismo) o la muerte.
En el siglo XVI censuraron los libros que alentaban al luteranismo, en el XVII los textos de lo que la Iglesia llamaba las “falsas ciencias” y en el siglo XVIII a autores de la Revolución Francesas.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) los delitos que perseguía el Tribunal del Santo Oficio eran variados. “Su número ascendía a 120, los relacionados con los libros prohibidos eran tan abundantes que ocupaban el quinto lugar”.
A la mitad del siglo XVIII se publicaban edictos tres o cuatro veces al año “con un promedio de 150 títulos, tanto con prohibiciones locales como con las enviadas por el Vaticano o por la Corona”.
El listado de libros prohibidos se refería no solo a los objetos encuadernados, también folletos, hojas y obras en varios volúmenes que nombraron “Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum” o Índice de libros prohibidos creada en el año 1559 por la Sagrada Congregación de la Inquisición.
De igual forma “la imprenta estaba en su apogeo durante la Francia del siglo XVIII, y la Revolución publicaba libros en español y los enviaba a España y sus territorios, acusándola de fanatismo, atacando al Santo Oficio y a la institución monárquica”, mencionó el INAH de México.
Una de las curiosidades fue que entre estos libros estuvo La Biblia, el cual la lectura del libro sagrado católico “fue prohibida en el siglo XVI bajo el argumento de que se prestaba a malas interpretaciones de su contenido y sólo fue permitida hasta mediados del siglo XVIII”.
Algunos de los autores que fueron prohibidos son:
Martín Lutero
Este teólogo, filósofo y fraile católico logró dividir el catolicismo. Él inicio la Reforma protestante que consistió en crear varias religiones. Sus enseñanzas inspiraron a crear el luteranismo.
Sus libros explican cómo establecer la epístola y muestra cómo se debe integrar los libros de la Biblia entre sí.
El estilo de Lutero era polémico, ya que al dar retroalimentación llegaba a insultar a sus oponentes, era intolerante con otros pensamientos y con lo que decían los demás.
Giordano Bruno
El astrónomo, filósofo, teólogo y poeta italiano fue miembro de la orden de los dominicos. Fue quemado vivo por la inquisición romana y su castigo fue por hereje, provocando que todos los textos del monje fueran prohibidos.
Una de sus teorías era que el Sol era una estrella más del universo, pero por las diferentes visiones cosmológicas sostenidas lo llevaron a ser ejecutado por las autoridades civiles de Roma.
Lo declararon hereje y fue quemado vivo en la hoguera.
Nicolás Copérnico
Este astrónomo polaco-prusiano postuló el modelo heliocéntrico del universo. En ese modelo mencionó que el Sol es el centro de todo y la tierra gira alrededor de él.
A pesar de que hoy en día ese modelo es importante para la historia de la ciencia no pudo publicar su obra. En 1543 murió y sus libros los colocaron en el Index librorum prohibitorum.
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