“Ahí está lo difícil de estos tiempos: la terrible realidad ataca y aniquila totalmente los ideales, los sueños y las esperanzas en cuanto se presentan. Es un milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres”, escribió Ana Frank en su Diario, de cuya primera edición se cumplirán 75 años este 26 de junio. Este domingo, la autora habría cumplido 93 años.
Ese es apenas uno de los párrafos que escribió la adolescente alemana en el registro íntimo y periódico de su vida y la de su familia que llevó mientras permanecían escondidos durante la persecución y exterminio que el nazismo ejercía contra la comunidad judía. Era plena Segunda Guerra Mundial y los Frank estaban ocultos en el altillo de una casa de Ámsterdam: Ana escribió primero un diario y, cuando decidió que publicaría todo eso en una novela, una versión más formal y menos “en borrador” de sus experiencias y pensamientos cotidianos.
Poco antes de que el nazismo fuera derrotado, Ana fue encerrada en Bergen-Belsen, uno de los campos de concentración del Holocausto. Murió de tifus dos meses antes de que ese campo fuera liberado. Su padre, Otto Frank, fue el único sobreviviente de toda la familia y quien decidió que el Diario fuera publicado: la primera versión, en neerlandés, se lanzó en 1947 y se llamó como Ana había decidido, La casa de atrás. Era una alusión al rincón en el que los Frank permanecieron escondidos. 75 años después de esa primera edición, el Diario de Ana Frank ya fue traducido a más de 70 idiomas y en países como la Argentina se mantiene permanentemente entre los 100 títulos más vendidos de las cadenas de librerías más grandes.
“Como a esta altura ya hay tantas ediciones del Diario, es difícil tener estadísticas sobre cuántos ejemplares lleva vendidos. Pero hay cosas que hemos aprendido desde nuestra experiencia respecto de por qué el libro impacta tanto y sigue vendiéndose”, explica Wanda Holsman, coordinadora del Museo del Centro Ana Frank Argentina.
“Hay algo del testimonio de Ana, de su manera de escribir a través de un relato tan humano y tan transparente, que históricamente generó y genera empatía. Es una adolescente que escribe desde su punto de vista, de manera muy sincera y llana, lo que le pasa, lo que siente, lo que pasa a su alrededor y lo que le gustaría que suceda. Es un relato que, en el medio del horror, sostiene la esperanza, y eso, esa espera por un escenario mejor, también genera empatía”, suma Holsman.
“Esa empatía la vemos sobre todo en los jóvenes que tienen la edad que tenía Ana al momento de escribir su Diario, algo que hizo entre sus 13 y sus 15. A esa esperanza y esa empatía que históricamente transmitía y producía la lectura del libro, la pandemia sumó un factor: el encierro ocurrido durante la crisis del coronavirus generó mucha identificación con Ana Frank entre los adolescentes. Es algo que vemos muchísimo en las visitas que nos hacen en el Centro”, describe la coordinadora del museo de Buenos Aires dedicado a la vida y la obra de la adolescente alemana que dejó su vida plasmada en las páginas de su diario íntimo. La institución tiene la representación de la Fundación Ana Frank, creada por Otto Frank.
Antes de que se desencadenara la pandemia de coronavirus, explica Holsman, quienes podían identificarse con el encierro que había padecido la familia Frank -y miles de otras familias perseguidas por las fuerzas hitlerianas- eran las personas que habían pasado por la misma situación. “Pero el confinamiento que se estableció en muchos lugares del mundo ayudó a dimensionar lo que habían pasado esas personas. Sobre todo entre los adolescentes, que se identifican con Ana también por los cambios de humor típicos de esa edad”, reflexiona.
“Es admirable la labor noble y abnegada que realizan estas personas, que, a riesgo de sus propias vidas, ayudan y salvan a otros. El mejor ejemplo de ello son nuestros propios protectores, que nos han ayudado hasta ahora a sobrellevar nuestra situación y espero, nos conducirán a buen puerto” (”Diario de Ana Frank”)
En el último tiempo que Ana Frank describió el mundo que la rodeaba, antes de ser secuestrada y enviada al campo de concentración en el que moriría, “hay un discurso de mucha gratitud hacia quienes arriesgaban su vida para que toda la familia pudiera tener una cama caliente, así como palabras de confianza en que, en el fondo, lo que prevalece es la bondad de las personas”, sostiene Holsman.
En las páginas del Diario, Ana narra los veinticinco meses que ella y su familia pasaron escondidos en la casa de sus cuidadores, en la capital holandesa. “La primera edición se llamó La casa de atrás, el nombre que Ana había decidido que tendría la novela que iba a publicar con todo el material que compilaba. No fue un primer lanzamiento que tuviera mucho éxito. El libro tuvo que salir de Europa para convertirse en lo que es: en Europa mucha gente había vivido eso mismo o había estado cerca de una historia similar. Pero cuando el Diario llegó a Estados Unidos y también a Sudamérica, el impacto fue otro”, describe Holsman. Argentina fue uno de los primeros lugares en los que el libro se publicó en castellano: fue en 1952, hace setenta años.
“Sin hacer una comparación ni extrapolar de manera impertinente, nos interesa tomar el testimonio de Ana Frank para pensar la inclusión y la convivencia, así como el cuidado ante la discriminación. Vivimos en democracia, en libertad, podemos expresarnos. Pero hay grupos perseguidos y discriminados, por la razón que sea”, describe Holsman.
“Una persona discriminada se siente afuera de algo y se encierra en sí misma. Nadie elige ser víctima de discriminación, pero todos podemos elegir cuidar a quien es discriminado, y ese mensaje es parte de lo que se propone el Centro Ana Frank Argentina. Que Ana, en medio de todo el horror que había a su alrededor, haya podido escribir, estudiar, proyectarse, leer, fue gracias a que hubo personas que tomaron la decisión ética de cuidar. Con los grupos escolares trabajamos sobre eso: sobre la posibilidad de comprometernos en el cuidado de las personas que, por el motivo que sea, son discriminadas”, suma la coordinadora del museo especializado.
“El Diario de Ana Frank es como El Principito. Lo podés leer cuando sos chico y volverlo a leer a medida que te hacés más grande. Siempre te va a impactar distinto, porque estás subjetivamente en otro lugar”, sostiene Holsman. Habla del registro que empezó a llevar una adolescente de 13 años después de escuchar por radio a un ministro holandés exiliado en Londres. El funcionario destituido advertía a toda la población sobre la importancia de dejar constancia con el mayor detalle posible sobre esos días en los que la guerra, el horror y el exterminio avanzaban sobre la población. Ana se lo tomó en serio.
Miet Gies, una de las protectoras de la familia Frank, fue la encargada de hacerle llegar el manuscrito del Diario a Otto. “Es un testimonio de enorme impacto porque es la voz de una adolescente, y hubo miles de adolescentes que resultaron víctimas del nazismo. Ana fue una adolescente que tenía sueños, proyectos, y que no sobrevive al Holocausto. Pero su sueño, esa obra que quería publicar, sí sobrevive. Es su legado”, reflexiona Holsman. Habla del libro que está a punto de cumplir 75 años y que conmueve especialmente a los adolescentes que tienen delante una narradora de su misma edad, cercada por la muerte pero aferrada a la esperanza.
La Casa Ana Frank Argentina recibe visitas escolares y grupales de martes a viernes y puede ser recorrido por el público general los viernes y sábados, y el útimo domingo de cada mes. La entrada general cuesta 350 pesos.
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