‘Años de fuga’, la novela más importante del escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, se reedita después de 43 años

Fue publicada originalmente en 1979, año en el que obtiene el primer Premio de Novela Colombiana Plaza & Janés

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El escritor boyacense acaba de
El escritor boyacense acaba de publicar con el sello Literatura Random House la reedición de su novela 'Años de fuga' (Archivo El Tiempo).

Plinio Apuleyo Mendoza es, probablemente, uno de los últimos escritores colombianos, aún en vigencia, que vivió y compartió con la generación dorada del llamado ‘Boom Latinoamericano’. Fue uno de los grandes amigos de Gabriel García Márquez y casi igual de cercano fue para Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. En más de una ocasión compartió café con José Donoso, Álvaro Mutis y Julio Cortázar, y ni hablar de su relación, nada estable, con Marvel Moreno, la gran escritora colombiana.

Hoy, Mendoza tiene 90 años y sigue escribiendo. Va a todas partes apoyado en un bastón y la enfermera que le acompaña. Habla con Edgar Téllez, el ya legendario editor de no ficción del Grupo Planeta, y le propone nuevos libros. Por él, escribiría de todo. Y, de hecho, escribe de todo lo que ve, lo que oye, lo que le inquieta.

En 2021 se publicó su libro Postales de una vida, con prólogo de Álvaro Vargas Llosa, una recopilación de sus memorias, relatos y ensayos más destacados. Un libro en el que el autor de El olor de la guayaba, vuelve a los sitios en los que vivió y que le permitieron vivir sus momentos más recordados y valiosos: Bogotá, Barranquilla, Boyacá, París, Roma, Lisboa, Moscú, Caracas, La Habana.

En Postales de una vida, Mendoza rememora también a las personas que más han significado para él en su vida: García Márquez, Marvel Moreno, Fernando Botero, Camilo Torres, Pablo Neruda, Robert Graves, Rodrigo Lara Bonilla, Perón. Aquí, reflexiona acerca de sus ideas políticas y literarias en torno a Colombia y Latinoamérica. Un libro que permite dar cuenta del recorrido del escritor y sus inquietudes, de la época en que se sentó a escribir Años de fuga, su más grande novela hasta la fecha y que en 2022 ha sido reeditada por Penguin Random House.

La más importante obra del
La más importante obra del autor colombiano ha sido reeditada por Penguin Random House en 2022. (Cortesía).

Mientras publicaba La llama y el hielo, en el año 1984, un libro lleno de referencias políticas y literarias, abarrotado de memorias y evocaciones, Años de fuga se reeditaba en España, bajo el mismo sello editorial que en 1979 la publicó, luego de premiarla con el primer puesto del Premio Plaza & Janés.

En esta novela, cinco son los capítulos en los que Mendoza reconstruye de manera progresiva los episodios de la vida de Ernesto, el personaje principal, de quien conoceremos pasajes de su adolescencia y posterior juventud, y con quien exploraremos conceptos como la muerte y la sexualidad, además de la política de izquierdas, con quien viajaremos por aquellos años de los dictadores latinoamericanos.

La “gran novela del desencanto”, como la llamó en su momento Gabriel García Márquez, cuenta la historia de Ernesto, un colombiano que a comienzos de la década del sesenta del siglo pasado se instala en París para enderezar el rumbo de su vida, tras una juventud de ímpetus revolucionarios que llegó a un punto muerto. La ciudad de la luz le ofrece un mundo fascinante, completamente distinto: ideas, sexo, música, amigos, literatura, un clima de cambios sociales, incluso el amor, pero todo se le aparece a Ernesto con una enorme fragilidad.

“Había vuelto. No tenía ya veinte años como entonces, sino treinta y siete, todo era distinto, pero estaba contento de encontrarse en París; contento de que el París recordado durante tantos años como un sueño brumoso de juventud estuviese de nuevo allí, real, y malva y azul en el crepúsculo. Muchachas de trajes ligeros caminaban contra la brisa; se encendían luces; era el fin del verano y algo en la atmósfera seguía siendo excitación, alegría de vacaciones, noche de Saint-Tropez. El barrio había cambiado. Allí estaban aún la torre de la abadía, el Deux Magots, el Flore, la Brasserie Lipp. Pero el ambiente de Saint-Germain-des-Prés era otro. Ahora se respiraba prosperidad y despreocupación. Otra generación había surgido entretanto; otra, que caminaba ahora por el bulevar o llenaba las terrazas de los cafés, riendo y hablando, sin memoria de la guerra, del todo ajena a la trompeta de Sidney Bechet o a los poemas de Jacques Prévert. La Greco, ahora madura, estaba en la tapa de los discos y en los afiches del Olympia, y no, como en aquellos tiempos, muerta de hambre ante una taza de café crème o cantando en la Rose Rouge, vestida de negro y con una voz dura y amarga” (P. 15).

Años de fuga es, en palabras de Giuseppe Bellini, una larga sucesión de aventuras sexuales, donde el amor no aparece. “El incesante juego del sexo es manifestación profunda de desarraigo, de infelicidad y desencanto. En las páginas de la novela desfilan mujeres numerosas, atractivas y fáciles, generalmente latinoamericanas [en una París en la que] llevan una vida inútil, pasando de una orgía a otra, haciendo uso de la droga y bebiendo, pasando de cama en cama, con hombres o con mujeres, indiferentemente, profesando programas pseudo-revolucionarios o pseudo-artísticos, atentas, en realidad, sólo, más que a divertirse, a matar el tiempo”.

Una decepción, o un conjunto de ellas, que se manifiesta en 450 páginas. Personajes sumidos en sí mismos, hombres que han cultivado la amistad en años difíciles, de revolución, de exilio, de pobreza y olvido, en donde no hay espacio para las lamentaciones. Aquí, la decepción traza el curso de todo, por ello el desencanto, tal vez, del que hablaba García Márquez. Decepción que va desde lo que sienten los personajes mismos en su interior respecto a ellos mismos, hasta lo que perciben de la época y la sociedad en la que viven.

La revolución cubana dice presente y con Ernesto vivimos su declive. Y en París, la democracia impera, mientras el mundo se cae alrededor. El autor deconstruye el mito de la revolución, lo derrumba, porque esa es la percepción de su personaje, y de él mismo como escritor. “En realidad bebimos mucho pisco hablando de lo que deberíamos hacer si se producía un golpe militar. Y cuando se produjo, nos desplazamos con relativa rapidez hacia las embajadas”.

Lo que Mendoza plantea es el rechazo a la superficialidad que reside en la revolución, ese espontaneísmo irreflexivo, como lo indica Bellini, en el que tanta parte tienen la retórica, el gesto melodramático, el oportunismo, la conducta camaleónica de los intelectuales. Y contra ellos se arroja, contra los enemigos de la revolución.

El lector sentirá en este libro que todo lo que sucede, todo lo que le pasa a los personajes, acaba por conectarse de manera eficaz, después de tanto andar. Ernesto terminamos siendo todos nosotros, más allá de que lo narrado represente, quizá, una época ya lejana o ajena a lo que nuestros días contemplan. No cambia la percepción que tenemos de lo extranjero, del querer estar allá y no acá, en donde sea, pero en ese otro lado. “Es un exilio insalvable”, dice Bellini, “un desarraigo siempre doloroso, fuente, al fin y al cabo, de toda frustración”.

Ernesto detesta tener que resignarse ante lo que sea, sumirse en la tristeza, sentirse aterrado ante la muerte o verse maniatado a causa del miedo. Prácticamente, detesta verse dominado por lo que lo hace meramente humano. Su niñez le pasa factura y él está convencido de que la vida, el futuro, es una perspectiva vaga, “este instante, esta luz tan bella, esta muchacha que mañana se irá con un morral a la espalda”.

El libro, sin ánimo de revelar mayor cosa, le deja la puerta abierta a la vida, a los fracasos, al desencanto de un mundo al que Ernesto, “por más éxitos o fracasos que tenga, por más evasiones eróticas o sentimentales que busque, no deja de seguir viviendo ligado a su tierra de origen”.

Años de fuga fue en su tiempo y lo sigue siendo hoy, uno de los libros más interesantes de la literatura latinoamericana en los últimos 50 años, una pieza compleja, problemática, intimamente comprometida con la realidad del continente, con el ser latinoamericano, no solo en los años de las dictaduras, sino a través de los siglos, y quizá hasta el final de nuestras súplicas.

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