El inglés Eduardo Morgan Forster (conocido como E. M. Forster) realizó los preparativos necesarios para la publicación póstuma de su novela “Maurice”, pero por unos momentos dudó, sobre la cubierta del original escribió “Publicable… pero ¿vale la pena?”.
Cuando el escritor alcanzó el éxito tras la aparición de su novela “Howards End” (1910) se preocupó. Tenía miedo de no poder volver a escribir nada, quedarse sin ideas y no aclarar su mente.
En este proceso de creación, el británico viajó a la India, en el invierno de 1912-1913, para retomar nuevamente la escritura, solo que, al regresar, el ambiente indio le presentó al autor varios problemas y no concluyó lo que estaba narrando.
Philip Nicholas Furbank, amigo y biógrafo de E. M. Forster, señaló que el escritor “en privado se acusaba de debilidad, y comenzaba a preguntarse si alguien tan ocioso como él tenía derecho a emitir juicios sobre los que trabajaban para ganarse la vida”.
Temía ser “ridículo e impopular”.
En 1913 Forster visitó a Edward Carpenter, el “profeta de la vida sencilla y de la homosexualidad orgullosa” y en ese momento tuvo la visión de la que sería su próxima novela.
“El amigo de Carpenter, George Merrill, le tocó la cadera, y la sensación, tal como él la describe, fue una suerte de ramalazo que subió directamente recorriendo su espalda hasta su mente. Al instante, toda una nueva novela tomó forma: trataría de la homosexualidad, habría en ella tres personajes principales y tendría un final feliz”.
Ante esta visita se dio cuenta Froster de que necesitaba escribir una novela de temática homosexual. Había escrito algunos cuentos con relato humorístico sobre el tema, pero no era suficiente.
Al darse cuenta de que necesitaba escribir la futura novela de “Maurice”, Froster debía aceptar “que el amor homosexual era bueno”.
“Necesitaba afirmar, sin posibilidad de retroceso, que este tipo de amor podía ser ennoblecedor y no degradante, y que si había alguna ´perversión´ en él, tal perversión era atribuible a una sociedad que negaba sañudamente una parte esencial de la herencia humana”, escribió Philip Nicholas Furbank.
Cuando Froster se dedicó a escribir, en tres meses tenía la infancia y la experiencia de Maurice como primer bosquejo. Todo había salido bien, pero cuando Lowes Dickinson leyó el texto quedó “sorprendido y disgustado”.
Otro de los momentos por la cual el escritor británico estaba a punto de abandonar la obra fue cuando se lo da a leer a H. O. Meredith “no mostró ningún interés por él; no sólo eso, sino que parecía creer que su desinterés no importaba mucho”.
En junio de 1914 Maurice, la novela, estaba terminada.
Forster no se planteó en publicarla. Él decía que “hasta mí muerte y la de Inglaterra”, el cual escribió para él mismo. Después decidió dársela a leer a varios de sus amigos y el primero de ellos fue a Dickinson quien la juzgó como “admirable y conmovedora, aunque considerara el final feliz demasiado artificial”.
Con los años y las diferentes opiniones de sus amigos con la novela, su opinión empezó a cambiar. A veces decía que “había hecho algo totalmente nuevo, aun para los griegos”, pero en otros momentos tenía dudas.
Trabajó la novela, una vez más, en 1919, 1932 y la revisó exhaustivamente en 1959-1960. Ya para este último año había diferentes opiniones con respecto a las cuestiones sexuales, pero al final rechazó las sugerencias de publicarlo.
El siete de junio de 1970 murió Forster y en 1971 se publicó Maurice.
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