“Probablemente ustedes no conozcan el caso de un empresario que sea poeta y novelista”, dijo el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa en la presentación del nuevo libro de Alejandro Roemmers, heredero del homónimo imperio farmacéutico, en la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires.
Morir lo necesario es la tercera novela del escritor, empresario y filántropo argentino, cuyo éxito en el mundo literario, a pesar de haber publicado una decena de libros de poesía, llegó en 2008 con su primera incursión en la narrativa, El regreso del Joven Príncipe. Esta novela de carácter espiritual, traducida a más de 30 idiomas y con más de 3 millones de copias vendidas en todo el mundo, es una continuación de El principito, el clásico infantil de Antoine de Saint-Exupéry.
Entre la empresa y la poesía
Hacia el final de la presentación de Morir lo necesario, después de entrevistar a Roemmers sobre la rareza y las dificultades de su vida como empresario y escritor, Vargas Llosa comentó: “La conclusión es que, cuando uno tiene una vocación, la saca adelante contra todos los obstáculos”.
Roemmers, que escribió su primer poema a los 8 años, tuvo que aplacar por algunas décadas su pasión por la poesía ante la insistencia de su padre por mantener los negocios familiares. Hasta sus 45 años se dedicó exclusivamente a la empresa que lleva su apellido, aunque sin nunca relegar su interés por la escritura, que más tarde lo transformaría de un “hombre retraído y melancólico” a uno “pleno y feliz”.
Su padre, Alberto Roemmers, solía decirle que, si quería conservar el estilo de vida al que estaba acostumbrado, nunca podría vivir de los libros. Algo de razón tenía: actualmente, es casi imposible encontrar un escritor que viva de su obra. Roemmers, que siguió los consejos de su padre y se metió en el mundo empresarial, no cuenta con sus ventas literarias para vivir: dona siempre las regalías de sus libros a distintas organizaciones no gubernamentales como Pequeño Deseo o Unicef.
Sin embargo, más allá de que la prioridad familiar era la empresa farmacéutica, Roemmers siempre se vio atraído por la poesía, aunque no así por el mundo de las letras en general. Más que un escritor, se considera un “místico y un poeta” que no suele ir a librerías y prefiere leer poemas sueltos de autores desconocidos.
A los 14, el autor de Morir lo necesario pasó una tarde con Jorge Luis Borges, en la que le leyó algunos poemas al célebre escritor y este rescató el “contenido poético” de los textos del adolescente. Aunque al empresario farmacéutico opina que la poesía de Borges lo maravilla pero no lo conmueve porque es “demasiado intelectual y pierde emotividad”, es a su vez poseedor de la más grande colección de libros y manuscritos del autor de Ficciones.
Esta colección generó una enorme controversia cuando, después de ofrecer su donación al Estado argentino para la creación del Museo Borges, la viuda del escritor, María Kodama, denunció que había sido robada, lo que Roemmers desestimó. Algunos años atrás, él le había comprado la colección de 6 mil libros y manuscritos de Borges a Alejandro Vaccaro, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, el mismo que luego propuso a Roemmers para el Nobel de Literatura.
De la poesía al policial
Morir lo necesario está en las antípodas del resto de la obra de Alejandro Roemmers, destacada por su interés por la espiritualidad. La novela arranca con el hallazgo de un cadáver en una obra en construcción en plena pandemia, un “mal augurio” para el levantamiento de un barrio privado. El detective Luis Fernández, con ayuda de la oficial Romina Lacase, deberá investigar un crimen que, sin pistas aparentes, corre el riesgo de enfriarse.
Fernández es un detective policial de San Fernando, cuyos largos años en la fuerza le arrebataron el entusiasmo por su trabajo. Solo en un sucio monoambiente y recientemente separado de su esposa Laura por no poder aceptar la homosexualidad de su hijo mayor, Fernández parece no poder encontrar un respiro en su vida.
A la par de la investigación que el detective y la oficial emprenderán, Morir lo necesario cuenta la historia de Miguel, un joven “blando” y bajito de clase media, oriundo del mismo partido bonaerense. De novio con Leticia, una acaudalada “chica de Palermo” a la que conoció en la Universidad de San Andrés en la que ambos cursan Administración de Empresas, Miguel se debate entre acatar el mandato familiar de una vida normal impuesto por su padre, o seguir su sueño de transformarse en músico.
Una de las influencias más determinantes en la vida de Miguel es la de Facundo, su único amigo del colegio, que representa todo lo que él no es: seguro, alto, masculino y exitoso, aunque su trabajo es un misterio. Facundo es el único que, en su niñez y adolescencia, defendía a Miguel de sus agresores. La relación entre ambos, que gira entre lo amistoso y lo paternal, también irá tomando tintes eróticos, casi románticos, cosa que el protagonista reprimirá por completo. “¿Qué sentido tiene pasarse la vida estudiando?”, le dice Facundo a Miguel, cuyo único objetivo es tener una vida “sin preocupaciones monetarias”. Esta frase resonará en los oídos del protagonista hasta impulsarlo a atreverse a seguir sus sueños.
Cuando su novia Leticia le confiesa que sus padres le pagaron un departamento frente al Central Park en Nueva York para terminar sus estudios, Miguel decide dejar su vida en Buenos Aires y hacer todo lo posible por triunfar con su guitarra. Una vez en Estados Unidos, el encuentro con otro argentino, dueño de un bar, le dará el primer puntapié para experimentar el placer del escenario, el público y los aplausos. Pero Miguel no llegará a acostumbrarse: al poco tiempo de llegar, comienza a notar entre la muchedumbre el uso de barbijos que anticipan la llegada de un virus que, como en la vida real, lo cambiaría todo.
Cuando se declara el confinamiento estricto por el coronavirus, Leticia deja solo a Miguel en Nueva York y se vuelve a Argentina en uno de los vuelos para repatriados en el que, por no tener contactos como ella, no hay lugar para él. Así, sin dólares ni un lugar en el que quedarse, Miguel dependerá de la ayuda del dueño del bar para emprender la vuelta a su país en un regreso exótico y fuera de lo común.
Junto a los hermanos Fernando y Raúl, Miguel partirá en un viaje de dos meses a bordo de un velero hacia Argentina, en el que una bolsa de pastillas desencadenará una serie de eventos que, como es de esperarse en cualquier novela policial, culminará en una tragedia.
La lectura de Morir lo necesario, lejos de estancarse en el modelo tradicional de la novela policial, parte de un crimen en el que el misterio no es tanto quién lo cometió, sino desentrañar la multiplicidad de razones que lo ocasionaron, muchas de las cuales se arrastran por generaciones. La corrupción, el narcotráfico, el desdén por las sexualidades que se corren de la norma y la falta de amor dentro del núcleo familiar son algunas de las problemáticas que Alejandro Roemmers pretende iluminar para, como dijo en su presentación en la Feria del Libro, “despertar conciencia”.
“Un trocito de mí será lo que se muera. ¡Y tanta la vida que me lleve”, escribe el autor en el epígrafe de su última novela, cuyo objetivo es enseñarle al lector a vivir una vida sin reproches ni remordimientos: una vida que, de tanto exprimirla, al terminar solo quede pendiente morir lo necesario.
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