Medio Siglo entre Tormentas (MST) es un conjunto de ensayos concebidos en el ámbito del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, elaborado por un nutrido grupo de académicos de amplia experiencia y probado prestigio. Los compiladores son Pablo Gerchunoff, Daniel Heymann y Aníbal Jáuregui y el tema de estudio es la economía argentina entre 1948 y 2002. El marco de análisis incluye las interacciones entre la macroeconomía, los elementos estructurales y los factores políticos que dieron lugar a una dinámica económica y social muy particular, cuya configuración ha dado lugar a varias de las patologías que aún hoy sufrimos.
Estamos ante una obra ineludible que complementará toda biblioteca de consulta destinada a entender la historia económica argentina y sus vericuetos. Cada capítulo de MST tiene autores diferentes, y salta a la vista la intención deliberada de convocar en cada uno de ellos a un especialista en economía y a otro en historia y/o en política. Esta lógica de redacción conllevó desafíos varios. El primero fue el proceso de “disciplinar la interdisciplina” estableciendo un diálogo común y comprensible. El resultado se concretó y se nota que el texto no sólo instruye a los lectores, sino que además seguramente hizo lo propio con los autores, al propiciar un intercambio siempre enriquecedor.
El segundo desafío para el ambicioso objetivo de contar 50 años de tormentas fue el de constituir un hilo conceptual. Cada capítulo tiene entidad propia, pero debió ser considerado el carácter sendero-dependiente de la historia económica local, pues cada patología y cada política derivan de su historia reciente, y no tan reciente. La salida a este segundo desafío fue abarcar el período completo en una jugosa introducción que encara la ardua tarea de conciliar plazos cortos, medianos y largos de la economía argentina en una narrativa común. Vale advertir, para aquellos en busca de conclusiones automáticas, que los autores de este resumen reconocen responsablemente la dificultad de hallar respuestas contundentes, y proponen en cambio el más modesto objetivo de establecer un conjunto de preguntas pertinentes.
El tercer desafío fue coordinar las partes entre sí, para evitar que la obra se convirtiera en una tediosa lista de papers inconexos. Y de nuevo contamos un éxito: los capítulos desgranan la historia económica de los ciclos, y cada uno de ellos se obliga no solo a capturar los hechos centrales de cada período (sostenidos por cuantiosa evidencia empírica), sino además a entregar al capítulo siguiente un recuento de la herencia a transmitir, aquella que dará lugar a un nuevo período y a una nueva tanda de políticas.
Hay más decisiones en torno a la elaboración del libro que no son de carácter incidental. El inicio del análisis se fija en el año 1948, fecha que con toda probabilidad marca el primero de los episodios cíclicos que más tarde recibirían el nombre de stop-go. El período deja deliberadamente de lado los últimos 20 años plegándose a la idea trillada pero amortiguadora de pasiones que advierte que la historia cercana está intermediada por la discusión política o partidaria, y que por ello no siempre permite lograr la profundidad que otorga la perspectiva temporal. Aun así, no falta una breve reflexión en la introducción sobre las frustraciones de la dinámica económica reciente. Los sucesivos fracasos, se anota, exceden los signos políticos, y sus causas pueden hallarse sin demasiadas ambigüedades en el análisis de la historia del período elegido.
El énfasis en las fluctuaciones macroeconómicas y en la interacción cíclico-estructural está explícito en el subtítulo del libro. El título principal, en cambio, podría no constituir la metáfora más precisa para caracterizar la experiencia argentina de la época. Las tormentas son sucesos más bien externos a las decisiones humanas (en jerga economista, exógenos), pero todo apunta a que buena parte de las fluctuaciones que observó la economía durante aquellos 50 años fueron propiciadas por dinámicas asociadas a decisiones concretas (endógenas).
Ciertamente este es un período donde las tempestades arreciaron, pero Argentina no sufrió más lluvias que otros países, y después de todo lo interesante del análisis de los ciclos de stop-go y sus consecuencias estructurales no se remite a estudiar estos shocks sino a analizar, como se hace en el libro, bajo qué condiciones éstos terminan generando impactos exagerados y duraderos.
¿Es posible describir el contenido de esta historia de torbellinos endógenos tan diversos mediante una única teoría? MST revela que, lejos de tratarse de 50 años de puro estancamiento, lo que observó la economía argentina durante este período fue una exorbitante volatilidad cíclica. El adjetivo no es metafórico; todas las mediciones disponibles indican que durante gran parte de ese período nuestro país fue de los más fluctuantes del mundo, tanto en términos nominales (inflación) como reales (actividad económica). La hipótesis/síntesis acerca de estos vaivenes que sobrevuela la obra es aquella de “ilusiones y desencantos”, cuya pata histórica ha sido estudiada por Pablo Gerchunoff, y cuya pata macroeconómica fue identificada por Daniel Heymann.
De todos los desengaños documentados, quizás el más difícil de sobrellevar haya sido el ocurrido tras la recuperación definitiva de la democracia a partir de 1983. La fiesta cívica dio por tierra con la explicación tranquilizadora pero insuficiente de que las interrupciones institucionales eran la principal explicación de los vaivenes macroeconómicos. Las autoridades chocaron demasiado abruptamente con la ley de gravedad. De repente, el control de la economía no dependía únicamente de la voluntad política de un gobierno civil con buenas intenciones. El hecho de haber sostenido el sistema entre tanto descalabro macroeconómico y desconcierto durante los 80 da una idea del enorme valor asignado a las instituciones democráticas por aquellas épocas.
Además de los cíclicos, también hubieron “desengaños estructurales”. El libro explica que, desde el punto de vista de su configuración productiva, Argentina nunca encontró su lugar en el mundo. Es lo que Heymann denomina “la pregunta japonesa” (planteada por un economista japonés durante una visita de comitiva para analizar el Plan Austral), que jamás pudo ser respondida. No se trata de un fenómeno geopolítico, sino de definir la ventaja productiva que creara una marca propia para el planeta. El problema no tuvo que ver con la escasez de ideas, sino más bien con su abundancia, reflejo de múltiples intereses sociales y sectoriales. Este sello potencial fue cambiando de era a era, y los tironeos entre la política y la economía impidieron la definición de un “made in” propio en el tablero internacional.
La búsqueda de esta etiqueta tuvo dos períodos claramente diferenciados. La primera mitad del medio siglo se caracterizó por una estrategia de desarrollo industrial protegido, con sus luces y sus sombras. La segunda mitad, sin embargo, no persiguió la estrategia exactamente opuesta. De hecho, aquel período tuvo como karma la imposibilidad técnica de perseguir cualquier estrategia, y la política económica debió lidiar con la inestabilidad permanente y la imposición forzada de las dificultades de corto plazo por sobre la planificación destinada a un cambio estructural. En el medio de este segundo período se llevaron adelante las arriesgadas experiencias de liberalización repentina, que agregaron inestabilidad y estuvieron lejos de aportar al desarrollo de largo plazo, creando además un fuerte rechazo social y una impugnación generalizada y duradera al Fondo Monetario Internacional, que hoy perdura.
Tras casi quinientas páginas, once capítulos y más de una veintena de autores, parece una tarea inverosímil alcanzar una conclusión colectiva. Y sin embargo… eppur si muove es la frase que la introducción elige como señal de esperanza. La recomendación común parece ser, muy resumidamente, intentar establecer una configuración productiva que genere oportunidades de empleo inclusivo, acompañada de una solvencia fiscal distributivamente aceptable. Una sugerencia algo genérica, pero que deja en claro que un análisis pormenorizado de nuestra historia económica no admite dejarnos llevar por el dogmatismo facilista. Podría decirse que la interdisciplina es, entre otras cosas, una vacuna académica para prevenir el simplismo ramplón de las explicaciones y las soluciones mágicas.
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