Divertida, aceleradísima, extrema, adictiva, cuestionadora: Robertita ataca otra vez. Para quienes no la conocen, vamos a decir que es la cuarta novela de una autora argentina súper experimental y osada, que responde al mismo nombre que su personaje y que anda por la vida autoficcionándose, es decir, llevando a un extremo de agudo tono tragicómico las preguntas que la atraviesan en cada etapa. Después de la trilogía de novelas Loser (2011), Winner (2015) y Roommates (2020), llega Antimaternity (2022).
Si a los veintipocos Looser dio rienda suelta a la obsesión del amor no correspondido; a los casi treinta planteó en Winner la furia y la separación (y cierto histeriqueo con varios hombres) y luego con Roommates la depresión post todo, en Antimaternity Robertita –cerca de los cuarenta, en pareja y más estable– se enfrenta al conflicto de tener o no tener hijos: esa es la cuestión.
Antimaternity es novela gráfica, pero no; tiene bastante texto. Es historieta, pero no: sus capítulos tienen títulos desopilantes; es relato ilustrado, pero no: las ilustraciones suman escenas y peripecia a la protagonista. Alto ahí, entonces: ¿Quién es Robertita? ¿Autora? ¿Personaje? ¿Narradora? ¿Voz de la (in)conciencia?
Una entrevista por Zoom a las tres de la tarde de un jueves revela algunas incógnitas (y siembra otras) sobre una mujer que escribe y dibuja sin parar.
- ¿Cuál fue tu recorrido como autora para llegar a escribir y dibujar estas historias, que además tienen como protagonista a una chica que… sos vos?
- La primera persona y las cosas que se cuentan tienen bastante que ver conmigo, sí. Te cuento: primero estudié Matemática, en la Facultad de Ciencias Exactas, pero no terminé la carrera y me fui a Arquitectura. Me recibí, laburé un poco de arquitecta, pero pasaba algo ahí que no… no pasaba nada, en realidad. Entonces, a los treinta, llega la crisis vocacional de nuevo, porque ya me había agarrado a los veinte, y armo el blog. El blog se llamaba Treintañera: ahí arranqué a escribir y a dibujar, sin pensarlo demasiado. Escribía todos los días y publicaba un dibujo y un texto. Y ahí se armó una cuestión. Al año de eso, me di cuenta que en realidad se había abierto un mundo… y entonces me enteré que existía el trabajo de ilustradora, que te podían pagar por dibujar. Empecé a mandar flyers y laburé para distintos medios gráficos y al poco tiempo empecé a escribir Loser, que fue publicada unos años después, en 2011.
- Hay una narradora que se sostiene en tus novelas, una voz insistente, con cierta ansiedad, usuaria de redes sociales, atropellada a veces, desopilante también.
- Sí. Es una narradora muy obsesiva, que no puede parar esa voz interna que se pregunta constantemente por lo que hace. ¿Está bien o está mal? O se replantea lo que hace, porque no le gusta nada y siempre quiere hacer otra cosa.
- ¿Neurosis?
- Tal cual. Es el lugar de mi neurosis. Y si bien las novelas no son autobiográficas, tomo elementos de la realidad para hacer ficción.
- Antimaternity plantea un tema álgido: ¿tener hijos es posible?
- Tener 40 y no tener hijos es la cuestión central. Retomo el personaje, la narradora, de las novelas anteriores unos años después de esa trilogía con otra pregunta y ese sesgo femenino, porque hay cosas en la mujer que a cierta edad te preguntás o te lo hacen preguntar. ¿Voy a ser madre? ¿Voy a tener hijos? ¿Qué voy a hacer con ese tema?
- Y si lo pensás, ¿qué pasa?
- Aparece otra pregunta: ¿cómo llego a ser madre? Tengo que tener ¡un montón de guita!, tengo que estar estable psíquicamente (hay mujeres que quedan estalladas), tengo que bancarme la fantasía del Alien, (porque hay un ser que va a salir de mis entrañas), y después parir o ir a cesárea, ambas opciones terribles, bueno, a mí me dan terror. Además, tenés al pibe y estás detonada todo el día, a punto del llanto. Bueno, esto es una tragedia, un panorama de guerra, yo no estoy preparada. Porque además demanda mucha estabilidad emocional: mucha gente sale medicada del posparto, no es para mí. Sin duda, la que se manda a tener hijos es porque responde a un deseo muy fuerte.
- Además está el cruce con el tema del trabajo, la economía, y otra pregunta: ¿cómo bancar monetariamente a un hijo?
- Porque si trabajás en relación de dependencia, 8 o 9 horas, classic system digamos, ¿cuándo estás con el pibe? Tenés que pagar una institución o señora que lo cuide. A mí me pasó de empezar a laburar por m cuenta por si algún día tenía ganas de tener pibes. Pero, si laburás por tu cuenta, ¿cómo hacés? Porque laburar con un pibe en casa es imposible. ¿Entonces? Y además, ponés todo eso: ponés el cuerpo, ponés lo mejor de tu vida y un día viene tu hijo y te dice que vos lo defraudaste. La maternidad es un lugar de mucha ingratitud.
- ¿El personaje de la psicóloga revela tu mirada sobre el psicoanálisis?
- ¡La psicóloga de la novela está reloca! Pero se parece bastante a una que tuve en la vida real, hasta zafé: un día pude escapar de una psicóloga que hablaba de sus problemas y me decía lo que tenía que hacer o pensar. Y que creo que trajo el tema para que yo lo piense, en plan “que no te agarren los cuarentas y no hayas visto el tema maternidad”. Como que si no hay deseo, en realidad, es que estás negando el tema. Junto con la idea de que el óvulo no te espera y la proliferación de clínicas de conservación y la críoconservación de óvulos con la movida de “podés ser madre a la edad que quieras, ganarle al tiempo y a la biología”. Me parecía un tema súper interesante para escribir.
- Por otro lado, las acciones Robertita y de los otros los personajes están atravesadas por las redes sociales. Y la velocidad narrativa de la novela tiene cierta lógica de las redes sociales. ¿Impacta en tu escritura y en vos como escritora que existan las redes?
- Sí, de hecho pienso en un punto que existo y ejerzo las profesiones que ejerzo porque existe Internet. Por Internet salí al ruedo. Abrí un blog y pude hacer y mostrar mi trabajo. Y recuerdo que en My Space, que fue la primera red social (olvidada, pero para mí muy querida), la previa a Facebook, se empezó a armar una comunidad. Te contactabas con gente que estaba también en cuestiones artísticas, y ahí empezó a circular mi blog y descubrí un montón de gente que estaba haciendo música o fotografía o algo. Y hoy tengo amigues de aquella época. Y entonces mi escritura tuvo que ver un poco con el mundo online. Y además desde la primera novela yo trabajo con lo que llaman el “material de descarte”, que son los mensajes de texto, los audios, las interacciones de la red. Suelo poner mensajes o audios textuales en alguna novela. Y guardo muchos screenshot que me parecen buen material.
- Pero también hay un funcionamiento de la novela que tiene que ver con la inmediatez y la jerga de las redes. ¿Cómo trabajás esos materiales de descarte?
- Las redes me parecen un lugar de mucha producción. Igualmente tienen cosas nefastas: la proliferación de fotos, de selfies, de cuerpos, todo eso es muy banal por un lado pero, a la vez, un lugar muy rico en donde encontrás mucho material que te dispara para escribir. Cuidando siempre que esos materiales sean parte de la estructura narrativa, que estén al servicio de lo que se quiere contar. Que no sea decir por decir o poner audios o mensajes de texto por ponerlos, sino que vayan a un tema más existencial, más profundo.
- ¿Y qué uso hacés de las redes?
- Yo uso mucho la red para promocionar mi trabajo, para interactuar, para buscar materiales. Y además, con dos amigos, que conocí justamente a través de las redes, tenemos una cuenta que se llama Bendito Instagram @bendito_ig, en la que hacemos un resumen de algunos perfiles y mesa debate en donde la gente critica o comenta otros espacios de esa red. Porque en Instagram tenés gente que hace y promociona cosas muy valiosas para otras personas y otros que venden humo. Enorme abanico.
Quién es Robertita
♦ Nació en Buenos Aires en 1976.
♦ Es ilustradora, arquitecta y escritora.
♦ Publicó las novelas Loser, Winner y Roommates. Su última obra es Antimaternity, de este año.
♦ Fue creadora y productora del proyecto colectivo Librongo, una obra para colorear en la que ilustraron más de 50 artistas argentinos. El objetivo central del proyecto fue donar la recaudación a hospitales y asilos.
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