María Dueñas: “Se puede vivir perfectamente sin amor, no es el único motor de la vida”

La best-seller española dialogó con Infobae Leamos sobre “Sira”, su última novela, que se presenta este martes en Buenos Aires. Recién llegada a la Argentina, la escritora cuenta sobre la continuación de “El tiempo entre costuras”, las nuevas aventuras de Sira, el amor, las heridas abiertas tras el franquismo y cómo Evita llegó a sus páginas.

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María Dueñas en Buenos Aires
María Dueñas en Buenos Aires para la presentación de su última novela, "Sira". (Foto: Lihueel Althabe)

María Dueñas es tranquila, sencilla y amable. Pero pareciera que toda esa calma no encaja con lo que representa en el ámbito editorial: un verdadero éxito de ventas. El tiempo entre costuras, su primera y aclamada novela, lleva más de 70 ediciones, la traducción a más de 40 idiomas y hasta la adaptación a serie televisiva con altos índices de audiencia. Y toda su obra, además, lleva más de 10 millones de ejemplares vendidos. Ahora, la escritora española está en Buenos Aires para presentar su última novela -y continuación del best-seller-, Sira.

En un hotel elegante de La Recova, en un ambiente intimista y con reminiscencias marroquíes, Dueñas recibe a Infobae Leamos. La llegada al país, tras más de dos años de pandemia y de “quedarse con la maleta hecha”, se da entre aterrizajes modificados y niebla. Se toma unos pocos minutos para tomar un café con leche antes de comenzar. “Estoy perfecta, para nada cansada”, dice, y sonríe ampliamente. Y su elegancia no pasa desapercibida.

La historia de la irrupción de Dueñas en la industria editorial es digna de una novela. ¿Cómo fue que una profesora universitaria de filología inglesa se convierta semejante fenómeno literario? “De a poco”, cuenta, pero lo cierto es que los lectores todos los días crecen. Quizá el secreto resida en personajes tan entrañables como Sira Quiroga, una joven costurera que se convierte en Arish Agoriuq, una espía durante la Guerra Civil Española en medio de África colonial.

También, las claves están en el exotismo de los paisajes y escenarios, las aventuras, el amor y esa suerte de “arqueología sentimental” a la que recurre Dueñas para nutrir las historias. “Voy escarbando en el pasado que veo en cada viaje, como una pequeña investigación”, cuenta la escritora, especialmente cuando vuelve a una ciudad tan querida por ella como Tánger.

"Sira", de María Dueñas
"Sira", de María Dueñas

En Sira, la autora de Misión olvido, La templanza y Las hijas del capitán, retoma la historia de la carismática e inolvidable protagonista de El tiempo entre costuras, pero su vida es distinta. Tras la Segunda Guerra Mundial, esa mujer ingenua que conocimos ahora es una mujer decidida, con la maternidad a cuestas y con trágicas desventuras que la obligan a reinventarse. Podría decirse, un ser resiliente. Sira Bonnard recorre cuatro ciudades con distintas misiones y razones: Jerusalén, Londres, Madrid y Tánger, en las que afronta desgarros, se convierte -por un tiempo y por una tarea- en periodista de la BBC y logra conocer a una de las figuras más relevantes del escenario político de posguerra: María Eva Duarte de Perón, Evita, en la famosa “Gira Arcoiris”.

Franco, Perón, un solo corazón: eso era lo que coreaba la masa. Extasiados, con complacientes sonrisas plantadas en los rostros, el Caudillo y su huésped, la esposa del presidente argentino, aguardaron unos largos momentos mientras el pueblo seguía desgañitándose. Franco, Perón, un solo corazón. Franco Perón, un solo corazón. Hasta que por fin ella tomó la palabra. Fue breve pero sumamente eficaz. Hizo alusión a los descamisados, los desfavorecidos y los obreros, a los derechos de los trabajadores, la reconquista social y la justicia de los pueblos”, es una de las escenas que tiene el libro y de la que Sira es testigo.

Eva Perón encabeza un discurso
Eva Perón encabeza un discurso acompañada del dictador español Francisco Franco. Fue en Madrid, en 1947.

Tras doce años de espera por la continuación de la historia, Sira tampoco escapa a la regla y el número de ejemplares vendidos en Argentina es abrumador: 50.000 desde su publicación. En casi 700 páginas los lectores tienen una gran dosis del mejor estilo de Dueñas. Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial son el contexto histórico que reconstruye la escritora española porque “no era todo paz, había hambre y muchas perdidas”. En un doble movimiento, Sira también tiene que volver a armarse pero, quizá, el mayor desafío es el de la maternidad. ¿Cómo es este nuevo mundo? ¿Cómo es ser una mujer profesional y madre? Para esa época, es controversial. Y, como Sira, María Dueñas sigue su gira por Bogotá y San Pablo. Sonríe y cuenta que así es feliz.

A pocas horas de la presentación de Sira -este martes a las 18.30 junto al periodista Luis Novaresio en el hotel Four Seasons con inscripción previa en este link- Dueñas confiesa que está encantada por su esperado encuentro con sus lectores: “Es una alegría de verdad que por fin podamos volver a vernos charlar sin pantallas de por medio”. Y sus más de dos décadas de vida académica se cuelan: “He sido profesora muchos años y he estado siempre pendiente de cómo reaccionan los alumnos, si te siguen o no, y ese vicio lo mantengo en las charlas en público”. Las sonrisas, las expresiones corporales y el contacto es lo que tanto espera.

Vuelve el personaje más entrañable
Vuelve el personaje más entrañable de María Dueñas, Sira. (Foto: Lihueel Althabe)

-El tiempo entre costuras se publicó en 2009 y se convirtió en fenómeno de ventas, ¿qué hay después de un best-seller?

-Hay cambios en la vida porque el bestseller no nace de pronto, se va haciendo. A medida que se van sumando los lectores, las ediciones, las traducciones, van viniendo cambios. Primero yo era una profesora en la Universidad y dejé de serlo y me dediqué por completo a la escritura, el inicio de una nueva carrera profesional de una forma totalmente inesperada y, a partir de ahí, nuevos libros, nuevos viajes, nuevas vivencias, y así hasta hasta cinco novelas que he acumulado hasta ahora y con ello estamos aquí en Buenos Aires.

-Hablaste de cambios y Sira, el personaje principal, también vive cambios y en este libro no es la misma que en El tiempo entre costuras, ¿cómo es?

- La Sira de la nueva novela es muy distinta a la de El tiempo entre costuras. Allí ya hacía un gran cambio porque la conocíamos muy joven, muy vulnerable, sin grandes aspiraciones vitales y la despedimos al final de aquel libro ya hecha más mayor, con más mundo, con las ideas un poco más claras. En este libro es muy distinta porque afronta golpes personales que la hacen replantearse muchas cosas. También afronta la maternidad, que es otro gran cambio: le reordena sus inquietudes, sus prioridades y su manera de plantarse ante la vida. Tanto la maternidad y los golpes de la vida la hacen ser un poco más escéptica, más dura y no se deja arrastrar como antes. Ahora sopesa con la mente fría cada cada opción que se le abre por el camino y en general. Bueno, pues es una mujer más curtida por la vida, pero bueno, no deja de tener su carisma y el mismo encanto que cautivó a los lectores antes y que los vuelve a cautivar ahora.

El bestseller “El tiempo entre
El bestseller “El tiempo entre costuras”, de María Dueñas

-¿Y siente culpa?

-Como casi todas las madres profesionales, sobre todo, es una sensación muy compartida con la Sira en los años 40 y nosotras, bien avanzado el siglo XXI, todavía seguimos cargando un poco con eso. Sira es una adelantada a su época porque las mujeres tenían poca proyección profesional, trabajaban poco fuera de casa y normalmente eran las madres clásicas al cuidado de sus hijos. Ella no. Es madre en solitario, que recorre lugares cargando con su hijo. En ese sentido es moderna y carga con la culpa de poner en la balanza lo que cree que su hijo necesita y sus inquietudes profesionales, con compromisos que van más allá de dar de comer a su hijo, de estar con él. Todas estamos en esa batalla y creo que seguirá durando mucho.

María Dueñas. (Foto Lihueel Althabe)
María Dueñas. (Foto Lihueel Althabe)

-En un pasaje del libro, Sira se dice a sí misma “traidora, desertora, egoísta, mala madre”, ¿alguna vez te lo dijiste a vos misma?

-Sí, montones de veces, a pequeña escala. Nunca fue un gran trauma ni para mí ni para mis hijos el que yo tuviese que ir a trabajar y tuviese que dejarlos. Cuando empecé a viajar, después de publicar El tiempo entre costuras, eran estadías más largas, aunque como profesora de universidad viajaba mucho también. Me iba con la maleta en una mano y en la otra la carga de mala madre. Los dejaba y ganaba la incertidumbre de que son pequeños, me van a echar de menos o no voy a estar tal día especial de colegio. Yo misma me dije muchas veces traidora, mala, madre desertora, y alguna cosa más. Luego se te olvida pero el momento de cerrar la puerta es duro.

-El contexto histórico que elegiste para esta novela es el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué?

-Es el arco temporal consecutivo al cierre de El tiempo entre costuras, que terminaba justo cuando parece que está terminando la Segunda Guerra Mundial y esta arranca ya terminada por completo. También es un período que me interesaba reflejar: Europa está en paz pero todavía hay heridas muy abiertas que quería explorar. Cómo se reconstruye Gran Bretaña, España y Europa en general. Los enormes esfuerzos colectivos después de la guerra, la durísima posguerra y qué otros grandes conflictos hay en el mundo. Por ejemplo, lo que estaba pasando en Palestina en los momentos previos al nacimiento del Estado de Israel, cómo está el norte de África -que es un territorio que es muy cercano a mí-, el norte de Marruecos en aquellos años de presencia internacional que ya empieza a dar sus últimos coletazos.

-Recién mencionabas las heridas de la guerra y en un pasaje del libro Sira compara Londres con España y dice que “España está dividida por una siniestra grieta”, ¿qué heridas siguen abiertas después del franquismo?

-Por fortuna se cerraron miles de heridas y somos una sociedad cohesionada y sin grandes heridas abiertas. Sí es cierto que quedan algunas pequeñas. O algunas cuestiones pendientes. Por ejemplo, está la Ley de Memoria Histórica intentando salvar para que todo quede bien cerrado. Han pasado muchas décadas y muchos años y todos tenemos que mirar hacia adelante. Lo hemos hecho desde la llegada de la democracia en los años 70 y caminamos unidos. También tenemos nuestras cosas internas más allá de la guerra que dividen un poco, como los problemas con los nacionalismos y, para el Estado español, las aspiraciones de independencia de una parte de Cataluña.. En general, vamos avanzando.

Eva Peron y Francisco Franco
Eva Peron y Francisco Franco durante la "Gira del arcoíris"

-En la novela, Sira viaja a Madrid y aparece uno de los personajes más emblemáticos de la historia argentina, Evita, ¿por qué decidiste incluirla? ¿cómo fue la investigación?

-Es que casi no decidí incluirla, Evita decidió que se iba a incluir en mi novela. Al repasar la España de la primera posguerra ahí está Evita busques por donde busques. La visita de Eva Perón aparece en todas partes porque además tuvo un impacto mediático enorme, de propaganda del régimen de Franco también y la maquinaria del régimen se encargó de que estuviese en todas partes, a todas horas en prensa, en los noticiarios. La gente salía a la calle a recibirla con todo tipo de honores y de vítores alentados y animados. Esta gira fue en junio de 1947 y se la denominó de forma grandilocuente y optimista “Gira Arcoíris”.

-¿Qué significó?

-Evita fue como un soplo de color, de novedad, de originalidad, de algo distinto en aquella España tan oscura, tan triste y muy dura. Había mucha hambre, muchas carencias, en todas las casas estaban de luto, siempre había pérdidas y aquello era como una distracción. Era una promesa de optimismo que el franquismo se encargó de hacer como con enorme grandilocuencia porque se suponía que Evitar venía cargada de dinero, de trigo y todo tipo de ayudas para la Nación. El discurso español oído en radio era grandilocuente. Hubo ayuda muy generosa pero es cierto también que el régimen se encargó de magnificarlo todo enormemente.

-¿Cuánto ayudó el peronismo al franquismo?

-Hay controversia. He estado estudiando y he estado investigando y hay posiciones distintas, según historiadores, pero no hay duda que ayudó bastante. La llegada de Evita ratifica todo esto. Un poco antes, y hasta los primeros 50, hubo un continuo ir y venir de barcos, como un convoy cargado de cereal hasta huevos. No sé en qué porcentaje pero fue una gran ayuda en un tiempo en el que nadie ayudaba a España. Fue la única ayuda exterior que recibió. Existía la inquietud y la “ilusión” de que después de la Guerra Mundial los vencedores, los aliados, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia ayudarían a España a que cayese el franquismo y que se recuperara la democracia pero eso no pasó. Dijeron que era un problema interno. Condenaban al régimen moralmente o políticamente, pero no hubo ayuda. Estados Unidos sí ayudó al resto de Europa con el Plan Marshall, por ejemplo. El único país que ayudó al pueblo español y no al régimen sino al pueblo a que en las casas hubiera comida fue Argentina.

-En un pasaje de la novela uno de los personajes describe a Evita como un “ser inclasificable”, ¿qué te parece a vos? ¿cómo la considerás?

- En este personaje pongo mi propia reflexión. Creo que es inclasificable, es un personaje difícil de etiquetar. Porque le pongas la etiqueta que le pongas y algunas pueden ser muy, muy positivas, y otras pueden ser muy, muy negativas. Pero casi todos aciertan porque es un personaje con tantas aristas, con tantas capas, con tantos ángulos que la mires desde donde la mires puedes quedarte con lo mejor o con lo peor de ella. De todas maneras no quiero emitir un juicio de valor porque me parece un poco arriesgado y osado sin ser argentina y sin conocer a fondo cómo fue su trayectoria aquí. La miro desde la perspectiva de alguien que no tiene nada que ver y me quedo simplemente con analizar a fondo el viaje que hizo a España. Mi valoración se basa en cómo demostró ser en ese viaje y de ahí viene el adjetivo de inclasificable.

-El mismo personaje le dice a Sira que Evita es la única mujer libre, ¿qué crees que nos hace libres hoy a las mujeres?

-Poder tener nosotras el mando y el control de las cosas que queremos hacer, tener la voluntad de elegir y no sentirnos obligadas a hacer lo que no queremos hacer, no vernos forzadas ni por lo exterior, ni por lo que nos venga impuesto por una sociedad, ni por un entorno laboral, ni por los hombres, como pasaba en aquella época. En los años 40 no podías estar al margen de tu marido. Era una sociedad muy machista y ganamos libertad a fuerza de mucha lucha, de mucho trabajo, de mucho empeño, de muchas otras mujeres y lo que conseguimos es tener la opción de elegir sin ser obligadas.

-Hay otra cuestión ineludible en tu obra que es el amor, ¿cómo lo definirías en esta novela?

-Vive distintos amores o acercamientos al amor porque no todos cuajan y son muy distintos. Tendemos a hablar como si fuese un concepto único, rotundo, redondo y no. Y creo que es altísimamente variable. Sira en esta novela lo vive en distintas vertientes, en ganar el amor y también tiene pérdidas, reencuentros con amores tóxicos, vive amores que nacen de la amistad y después cuajan en otra cosa, vive rupturas terroríficas. Creo que hay una un gran concepto del amor tratado de muy diversas formas y desde diversas vertientes.

-En la Feria del Libro de Buenos Aires Luis García Montero leyó poemas inéditos en homenaje a Almudena Grandes y definió al amor como “una luz negociada”, ¿qué es para vos?

-Qué bonito. Nunca lo habría pensado así. Luis García Montero es un poeta magnífico y una persona magnífica, y Almudena, la grandísima escritora, ha sido una enorme pérdida para todos sus lectores y para los que éramos sus compañeros de oficio, aunque no fuésemos cercanos en amistad o en coincidencias cercanas en nuestras vidas profesionales. Volviendo a la pregunta, el amor es algo que da coherencia a la vida pero también pienso que se puede vivir perfectamente sin amor, no es el único el motor de la vida, lo que nos sostiene en pie. Es una dimensión humana más y cuando se tiene y en buenas condiciones desde luego es muy grato.

-¿Por qué crees que a los argentinos y a los latinoamericanos nos gustan tanto las novelas históricas españolas?

-Porque tenemos esa conexión indisoluble, ese agarre, ese nudo. Han sido tantos los españoles que han venido a América y han sido tantos los latinoamericanos que hay en España, y lo que nos une es tan fuerte y tan robusto, que es natural.

-¿Habrá una tercera parte?

-Realmente no lo sé, te lo digo de corazón. Lo que sí sé es que no va a ser ahora. En mi próxima novela el centro es otro. Depende también de lo que ella misma me vaya pidiendo, aunque sé que suena un poco esotérico. También depende de las ganas que yo tenga de reconectarme con ella.

María Dueñas (Foto: Lihueel Althabe)
María Dueñas (Foto: Lihueel Althabe)

Un fragmento de “Sira”

Primera parte. Palestina.

Aquella máquina de escribir no reventó mi destino. Me equivoqué al pensarlo cuando aún era joven e ignorante; cuando todavía no había archivado en mi memoria palabras como violencia, amargura, desolación o rabia, y era incapaz de anticipar los desgarros que la vida me tenía previstos. No, mi destino no lo trastocó un inocente mecanismo destinado a juntar letras. Ojalá hubiese sido así, pero el porvenir me reservaba un azar distinto. Trescientos cincuenta kilos de explosivos depositados en los bajos de un hotel en Jerusalén: algo infinitamente más siniestro.

El verano de 1945 nos trasladó al Cercano Oriente; atrás dejamos una España hambrienta y sumisa, y una Europa masacrada que iniciaba su reconstrucción con doloroso esfuerzo. Un año y unos meses antes, por convencimiento mutuo y para protegerme ante indeseables contingencias en mis funciones como colaboradora de los servicios secretos británicos, Marcus y yo contrajimos matrimonio en Gibraltar un ventoso día de marzo, con la Península a un lado y el norte de África al otro, los territorios dispares y entrañablemente cercanos que tanto significaban para nosotros.

En lugar de una ceremonia al uso, nos sometimos a un mero trámite oficial tan breve como austero; el Peñón se encontraba militarizado desde los túneles hasta su pico más alto y casi desierto de población civil, evacuados todos desde el principio de la segunda gran guerra por temor a que los alemanes los acabaran invadiendo. No hubo flores ni fotografías, ni siquiera anillos en aquel despacho de The Convent, la residencia del gobernador. Marcus presentó su documentación bona fide, un pasaporte diplomático a nombre de Mark Bonnard, su verdadera identidad: lo de Logan no era más que una cobertura para tiempos turbios. Tras los «I do» de rigor, yo formulé el juramento protocolario de lealtad al monarca en mi frágil inglés, y de inmediato expidieron otro documento con mi nueva filiación. Sira Bonnard, antes Arish Agoriuq, antes Sira Quiroga, acababa de convertirse en flamante súbdita de la Gran Bretaña. Mis últimas palabras fueron apenas un murmullo: «So help me God». Quizá nadie se dio cuenta pero en el momento de pronunciarlas no pude evitar emocionarme: pese a la frialdad del procedimiento, con él ratificábamos una alianza capaz de superar adversidades y turbaciones, fronteras y distancias.

De vuelta a Madrid, el certificado de matrimonio y mi nuevo pasaporte quedaron bajo custodia de la embajada y nosotros continuamos llevando vidas aparentemente dispares, viéndonos siempre a escondidas, él manteniendo sus actividades, idas y venidas en pro de su país, y yo reportando información sonsacada a las esposas de los dirigentes nazis, encubierta bajo la apariencia de la cotizada modista que llegó a la capital como caída del cielo.

Cuando Alemania firmó su rendición y ordenó el cese de todas sus operaciones bélicas a principios de mayo del 45, yo cerré aquel taller de Núñez de Balboa que en su día me habían montado los ingleses y me instalé con Marcus en su casa. No me resultó fácil abandonar mi oficio, las labores que habían colmado mis días generándome satisfacciones y orgullo, contactos y réditos. A tenor de los aconteceres de los últimos tiempos, sin embargo, dejar de coser resultó un alivio: lo que fue mi trabajo desde la niñez se había terminado convirtiendo en una tarea ingrata a costa de tratar con una clientela de indeseables ante las que debía mostrar hipócritamente mi cordialidad más fraudulenta. Me llegó a parecer que las telas y los patrones tenían el peso de las losas, los hilos se me tornaron sogas que me estrangulaban y el mero hecho de probar mis piezas sobre cuerpos de mujeres a las que despreciaba me acabó resultando una tarea vomitiva. Dejar de engañar, olvidarme de todas ellas y no tener que encubrir nada calmó mi desazón y me devolvió el sosiego.

Era consciente, no obstante, de que aquella convivencia nuestra en el escueto piso de la calle Miguel Ángel sería breve. El desmoronamiento del Tercer Reich y la victoria de los aliados marcaban también el final de la misión en la Península de mi hasta entonces clandestino marido. Llegaba el momento de replantearnos un futuro y nuestros intereses apuntaban en direcciones dispares.

El afán de Marcus era que nos trasladáramos a Inglaterra, contribuir a devolver la prosperidad a su patria. Yo, por mi parte, también ansiaba salir del Madrid de los apagones, la propaganda gritona, el pan negro y las revanchas, donde en cada casa había algún muerto al que llorar, la gente aún dormía con el rencor debajo de la almohada y a los niños les rapaban las cabezas para que no se los comieran los piojos. No, no quería seguir en ese ambiente tremebundo, prefería que mis hijos nacieran en un sitio sin rastros de horror en las calles ni desesperanza en los rostros de las gentes. Le propuse por eso volver a Marruecos, bajo su calidez luminosa, cerca del ayer y de mi madre. Ansiaba alejarme de los escenarios de esa furtiva existencia nuestra repleta de encubrimientos y mentiras, olvidarnos de quienes fuimos y empezar a mostrarnos tal como éramos a cara descubierta, sin falsedades ni incógnitas ni miedos.

Ambos deseos, sin embargo, se hicieron humo apenas unas semanas más tarde, cuando todavía nos estábamos acostumbrando a caminar juntos por las aceras sin sentirnos siempre alerta y aún nos costaba trabajo asumir que podíamos hacer públicamente cosas tan simples como ir a un cine de la Gran Vía o bailar en Pasapoga hasta la madrugada. El requerimiento que Marcus recibió era taxativo. Lo reclamaban para un nuevo puesto en la Palestina bajo el Mandato Británico.

Quién es María Dueñas

♦ Nació en Puertollano, Ciudad Real, España, en 1964.

♦ Es doctora en Filología Inglesa y se dedicó durante dos décadas a la vida académica.

♦ En 2009 publicó su primer libro, El tiempo entre costuras, que rápidamente se convirtió en un fenómeno editorial y se adaptó a serie televisiva con mucho éxito.

♦ Sus obras posteriores son Misión olvido, La templanza, Las hijas del capitán.

♦ Lleva más de 10 millones de ejemplares vendidos en todos el mundo y su obra fue traducida a más de 40 idiomas

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