“Yo no comparto nada que no me atraviesa”: la venezolana Indira Rodríguez habla de las experiencias detrás de ‘Revolcadas’

Este libro, asegura su autora, busca responder las preguntas de aquellos adultos que nunca tuvieron una educación sexual integral para que ahora puedan disfrutar una intimidad sana, placentera e informada

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Indira Rodríguez presenta su nuevo libro: Revolcadas.
Foto: Cortesía
Indira Rodríguez presenta su nuevo libro: Revolcadas. Foto: Cortesía

Hablar de sexualidad es un tabú. En la cotidianidad, ni siquiera se nombran los genitales con sus verdaderos nombres e Indira Rodríguez, la escritora venezolana creadora de Revolcadas”, lo sabe muy bien. La magister en sexología, orientación y terapia sexual publicó este nuevo libro con el propósito de contar historias sexuales que “educan, atraviesan y transforman”.

El proceso de Rodríguez para llegar a todas las conclusiones y experiencias que presenta en su ejemplar no fue para nada sencillo. Hace más de 10 años dejó Venezuela, por la situación política y de seguridad, y llegó a Italia. Allí se encontró con un país que no reconocía como un hogar: “Me sentía ajena, con un idioma que hablo muy bien pero que no es el mío”.

Después, vino lo peor: unos dolores constantes que no la dejaban siquiera levantarse de la cama, fue diagnosticada con endometriosis. “Es una enfermedad caracterizada por la presencia del endometrio funcionalmente activo en un lugar donde no le corresponde, produciendo una reacción inflamatoria crónica en ese lugar”, explica la creadora de Kunda La Vagina”, citando a la doctora Miriam Al Adib.

Indira probó todo lo médicamente posible: hormonas, pastillas, aro vaginal, “pero, lamentablemente, la endometriosis no es una realidad que se mejora o se sana desde ese lugar”. Ahí empezó su proceso más cercano y consciente sobre la sexualidad, pues decidió escuchar a su cuerpo; realizó muchas terapias y cuidó aún mejor sus hábitos.

Por las dificultades en su salud, abandonó su trabajo, se tomó un año sábatico y empezó a aprender de manera autodidacta. “Mi esposo, que en aquel momento era mi novio, me regaló un libro que se llama: Los monólogos de la vagina”, de Eve Ensler, y para mí fue una revelación”, manifestó Rodríguez. Desde ese momento empezó a hacer las ilustraciones de Kunda La Vagina”, pues sentía que tenía que hacer algo con esa información, no en Europa sino para un público latinoamericano.

Eso fue hace cinco años y, lo que comenzó como unas ilustraciones publicadas en Facebook, se convirtió en un proyecto que terminó convertido en su primer libro Mandaleando en mi cuerpo”. Cuando Indira llegó a Colombia, “empecé a hacer labor social en Cartagena con una amiga y abrimos Marea Roja”, una fundación para impulsar y difundir los derechos de las niñas y adolescentes a nivel nacional. En ese momento, la autora se percató de que no había herramientas para acompañar esos espacios con las niñas y adolescentes y, a partir de allí, crea su primer texto.

Kunda La Vagina siguió creciendo. Pasó de ser un personaje ilustrado que contaba sus experiencias a convertirse en un proyecto con consultorías, asesorías, terapia sexual, talleres y conferencias. A partir de todo eso, nace Revolcadas”, un libro cuyo propósito es profundizar en los temas que dan miedo, vergüenza y pudor para dejar atrás los prejuicios y disfrutar de una sexualidad sana, placentera e informada.

Leamos conversó acerca de este nuevo libro con Indira Rodríguez, quien habló acerca de una nueva perspectiva del concepto de penetración, del placer y del consentimiento.

Indira Rodríguez y Kunda La Vagina
Foto: Cortesía
Indira Rodríguez y Kunda La Vagina Foto: Cortesía

Empieza el libro con una dedicatoria: “A mí papá Aroldo por enseñarme el gusto por el placer”. ¿Por qué comienza con esa frase y con esa imagen?

— A mí me gusta mucho estas explosiones de cerebro cuando uno lee un libro o cuando uno se acerca a un contenido o a una persona que no conoce. Todo el mundo me ha preguntado: “pero, ¿por qué tu papá?” Y si te lees el libro entiendes por qué mi papá está allí.

Este padre mío hermoso es el papá que me crió, no es mi papá biológico, y murió hace unos cuatro años. Era un hombre muy sensible, conectado con su parte femenina; todo lo que en aquella época era muy difícil de encontrar. Por ejemplo, se asombraba por la belleza de las montañas cuando íbamos en carretera o veía una flor y me decía: “no la arranques, vamos a tomar una foto y la guardamos para recordar su belleza”. Me enseñó el placer en las cosas sencillas de la vida que después tendemos a olvidar.

En el libro lo explico: el placer puede ser erótico, es decir, un placer que genera excitación en los genitales, pero también puede ser un placer que me genera felicidad y bienestar, y no tiene absolutamente nada que ver con la erótica. Entonces, por supuesto, ¿cómo no iba a dedicarle este libro a mi papá?

La primera temporada de “Revolcadas”, es acerca de nuestro origen. Allí habla del encuentro sexual de los papás y le pide a sus pacientes visualizar ese momento. ¿Por qué?

— El primer paso para poder reconciliarnos con nuestra propia sexualidad es reconciliarnos con nuestro origen. Nuestro origen es mamá y papá encontrándose, sea lo que haya sido: con amor entre ellos o con violencia. Yo vengo del pene de mi papá penetrando en la vagina de mi mamá, después, con una eyaculación un espermatozoide y un ovocito se encuentran para hacerse un óvulo y quedarse en el útero de mi mami.

Sin embargo, con toda esta necesidad cultural, social y religiosa de omitir lo que es la genitalidad y la excitación, nos hemos convencido de que nosotros venimos de lo que sea, menos de esto. Si nos da vergüenza lo que experimentamos en el cuerpo, cómo no nos va a dar vergüenza ver a mamá y a papá haciendo el amor.

Esto lo imaginamos desde un lugar respetuoso, amoroso y no erótico. Nadie está diciendo que lleven a los niños de cinco años mientras usted hace el amor con su esposo, no. Lo que estamos diciendo es que hay que conversarlo, hay que tener herramientas para hablar del tema, hay que normalizarlo y hay que decirle a las niñas y a los niños que son actos que hacen los adultos.

En su caso personal, ¿cómo fue ese momento en el que se imagina su origen?

— Casi me vomito, porque yo también vengo de esa estructura y de ese sistema. Yo también sé lo que es pensar en mamá y papá y sentir arcadas. Esto es muy importante porque hay algo en mis valores personales y es que yo no comparto nada que no me atraviesa.

Si ven mi proyecto de Kunda La Vagina se van a dar cuenta de que yo no hablo de maternidad, porque este cuerpito no ha experimentado un embarazo. Yo comparto solamente información que haya atravesado mi cuerpo, o el cuerpo a mi esposo cuando estamos hablando de un cuerpo que tiene un pene. En ese sentido, yo también tuve parejas que tuvieron un periodo o etapa de pérdida de la erección, yo también he tenido falta de lubricación y yo también he tenido períodos en donde no he tenido orgasmos.

¿Cómo la apoya su esposo a la hora de contar esas historias de las personas que tienen pene?

— Él es un gran aliado para escribir estos temas con respecto a las personas que tienen pene o que se identifican como hombres. Le pido que me cuestioné: “desde tu experiencia con ese cuerpo y con esa identidad, ¿cómo sientes esto? ¿es real?”. Y es que yo estoy escribiendo las historias de mis consultantes pero pueden estar completamente pinceladas por la subjetividad. Entonces él me dice: “sí” o “no, eso no tiene sentido”.

Por eso en las terapias me gusta mucho trabajar con consultantes hombres. Son diversos y personalmente, hay una esperanza en mí de que ellos están haciendo lo suyo para bajar, eliminar o disminuir este sistema patriarcal. Es un alivio de que no estamos solas, que vamos juntos, juntas y juntes en este proceso de transformación para que podamos vivir felices, en paz y de manera placentera.

Portada del libro 'Revolcadas'.
Foto: Cortesía
Portada del libro 'Revolcadas'. Foto: Cortesía

En ese sentido, se plantea como un libro de educación sexual integral para adultos. ¿Por qué plantearlo para los adultos y no para los niños?

— Si queremos educar en sexualidad o en lo que sea, pues tenemos que educarnos antes. En algún momento me comentaron que la educación sexual es responsabilidad de las familias y la verdad es que no. Las familias no han tenido el privilegio de tener una educación sexual y de hecho, no tendría que ser un privilegio, es un derecho que no está siendo asegurado.

¿Cómo le vas a poner la responsabilidad a una familia de educar a sus hijos e hijas cuando no le has asegurado ese derecho? Esto no tiene sentido. El principal responsable de que las personas podamos disfrutar de este derecho es el Estado, para iniciar. Entonces debemos pensar cómo cada uno de nosotros se va a hacer responsable de que esta información llegue.

Teniendo en cuenta ese norte, ¿cómo hace esa construcción en el libro?

— Para que la educación sexual sea integral necesita atravesar mínimo tres dimensiones que expongo en el libro: la biológica, la psicológica y la social. Lo que recibimos en primera instancia no es educación. Nos “educa”, porque el silencio y la desinformación crea ideas y conceptos.

La dimensión biológica, que es a través del cuerpo y su fin es la reproducción, es la única dimensión que toman en cuenta muchas instituciones para hablar sobre educación sexual; nos hablan de cuerpo y de cómo evitar un embarazado e ITS. Pero nos estamos olvidando de las otras dos.

La social es la relación con otras personas a través códigos: normas, leyes, acuerdos, y el fin es relacionarnos. Si se me olvida la dimensión social, estoy olvidando educar a las futuras generaciones en cómo relacionarse, es decir, se nos está olvidando el consentimiento. Mientras que, la dimensión psicológica tiene como medio las emociones, sensaciones y pensamientos, y su fin es el placer. Eso es muy importante porque se nos está olvidando decirle a las personas que su principal derecho es vivir una vida placentera.

¿Cómo hace para deconstruir, en primer lugar, todos esos mitos?

— Pues eso pasó, pasa y seguirá pasando. Yo la sexualidad no la vivo de la misma manera en que la vivía cuando tenía 16 años, no la voy a vivir igual en 10 años y el día que llegue a quedar embarazada tampoco será lo mismo. Si mi pareja cambia o empieza a vivir su sexualidad de manera diferente, la mía puede verse afectada, y si me mudo de país también. Todo el tiempo estamos evolucionando.

Para eso es fundamental estar abiertos y abiertas a nuevas ideas, nuevas experiencias, nuevos conceptos, experimentar qué pasa con mi cuerpo. “Yo me leo este libro Revolcadas y todo lo que dice de ahora en adelante lo voy a hacer”. ¡No! No, no, no, cuestionen cada palabra, cada teoría, cada experimento que yo pongo aquí. Vean cómo responde su cuerpo, cuestiónenlo desde la propia experiencia.

Entre las tantas cosas que propone en el libro está cambiar el concepto de penetración. ¿En qué consiste eso?

— Mi invitación siempre es transformar este significado por uno que nos permita ampliar la experiencia. Cuando hablamos de penetración, lo primero que viene es un pene penetrando a una vagina o un pene penetrando una boca a un pene penetrando un ano, pero siempre es un pene. En cambio, yo propongo empezar a ubicar la penetración como todo aquello que nos atraviesa y nos transforma.

¿A qué se refiere con que nos transforma?

— Por ejemplo, con la penetración de un pene en mi vagina me hace sentir emociones, sensaciones y tener pensamientos. Entonces aquí entramos en la dimensión psicológica y social, porque yo me estoy relacionando con la persona que tiene ese pene. Y esas dimensiones las estamos olvidando cuando hablamos de coito.

¿Cuáles serían entonces esas otras maneras de penetrar?

— A través de la mirada, del olfato, del gusto... o sea, los cinco sentidos más los genitales. Todo tu cuerpo es penetrable, todo tu cuerpo se puede acariciar. Cuando me tocan, por ejemplo, me convierto literalmente en otra persona porque estoy teniendo pensamientos en función de esa penetración; de ese tacto o de tu perfume, de tu olor personal, sobre lo que veo, de lo que escucho...

Por eso, cuando estamos hablando de penetración en un grupo me encanta decir: “Es que yo en este momento estoy penetrando a todas y a todos por todos lados”. Y es real, nos estamos penetrando todo el tiempo, solo que no somos conscientes.

¿Cuál es su primer recuerdo de algo que la penetró? Erótica y no eróticamente

— Creo que la primera penetración que yo recuerdo es un tetero porque penetra mi boca y además el alimento me transforma y me nutre. Aunque esta no fue mi primera penetración; podría ser la primera sensación que tenemos en el vientre, la primera emoción, el primer pensamiento, o cualquier acercamiento que tiene este bebe de manera consciente.

La primera penetración erótica fue como a los cuatro o cinco años. Yo me acuerdo que estaba jugando con el borde de la cama y mis genitales. El roce del tacto también es una penetración, me genera emociones, me genera pensamientos, me genera sensaciones, me transforma y me atraviesa.

Hablando de la infancia, ¿cómo es esa relación entre la sexualidad y la niñez?

— La penetración desde la infancia existe, sino que desde la visión adulta tenemos que comprender, entender y asumir que los niños y las niñas viven su sexualidad desde una experiencia infantil que no tiene absolutamente nada que ver con nuestra experiencia adulta. La niña y el niño se excitan, sienten rico, conectan con su placer, pero es una experiencia completamente alejada de lo que es la experiencia adulta.

Por eso hay que acompañar a esta niña o niño desde la información, desde el respeto por su propio cuerpo, por su propia experiencia, sin castigarlos, sin maltratarlos, sin asustarlos. Que una niña o un niño toque sus genitales es lo mismo para esa niña o niño que se toca el bajo las axilas o de la planta de los pies y le da cosquillas. Es la misma experiencia. La diferencia está en nuestras mentes adultas.

Ahora, eso no sucede generalmente, por eso surge este libro y entre las consecuencias de la falta de educación sexual está precisamente el consentimiento

— El consentimiento es un tema fácil pero difícil a la vez. “No” significa no; un “tal vez” es un no; un “no sé” también es un no; “no estoy segura”, pues es un no. Sin embargo, dentro de todo lo que se está moviendo en consulta, por la forma en la que nos educan y comparten información, tal vez el “sí” también podría ser un no. Esto es extremo, pero es necesario comprenderlo.

Como sociedad, las mujeres venimos de historias en donde decir “sí” es salvarnos la vida. No nos salvamos del abuso, de la violación, pero un “sí” puede salvar nuestras vidas, nuestro estatus, nuestro poder, nuestra economía o nuestra familia. Esto es muy doloroso decirlo, pero es real y se ve en consulta.

La idea mía con estas historias es entender cómo las mujeres hemos estado obligadas social y culturalmente a decir que sí, cuando era un no. Y que este lamentable “sí” no lo estamos diciendo desde un lugar de privilegio. Entonces, lo que cuento es precisamente para aquellas que todavía están en esa situación, que saben que un “no” puede arriesgar otras cosas y que sepan que no es fácil, no es sencillo, pero que no están solas.

De hecho, hace otra cosa muy curiosa en el libro con una historia desde la perspectiva de un hombre. ¿Por qué?

— Es muy difícil para las personas que no han tenido el privilegio de la educación sexual entender que cuando hablamos de consentimiento y cuando hablamos de violencia, también estamos hablando de las parejas. Yo también lo atravesé en algún momento de mi vida y el hecho de que seas seas mi pareja no significa que yo estoy aquí como tu juguete sexual.

Para mí era importante poner esta historia porque para mí fue complicado entenderlo. Este libro es precisamente ese acompañamiento para esas personas que han ejercido violencia que luego se dan cuenta y dicen: “wow, cuánto daño hice, yo no quiero seguir haciendo esto”.

Hay que entender todo esto, sin quitarle la responsabilidad, pero también ver que como sociedad hemos fallado en brindarle a todas las personas educación sexual para que esto no pase. Es necesario que todo el mundo sepa lo que es realmente el consentimiento y que sepan lo que es la violencia, pero hemos fallado en eso. Por eso, hay que reparar y hay que transformar cuando lo vemos.

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