“Quiero que actúen como si su casa estuviera en llamas, porque lo está”, dijo Greta Thunberg, la activista sueca de 16 años ante el Parlamento Europeo en 2019, cuando participó en un debate en la Comisión de Medio Ambiente. Lejos de quedarse con esa frase, con determinación, alertó sobre la falta de tiempo y las consecuencias irreversibles para 2030. Sus palabras dieron vuelta al mundo y pusieron nuevamente en agenda el cambio climático. Algo así como “si seguimos así no vamos a vivir en la civilización tal como la conocemos”. Hoy, a 50 años de la proclamación del Día Mundial del Medio Ambiente por la ONU, el peligro es mayor que por esos días y la preocupación, también.
Millones de especies extintas, países enteros bajo el agua, millones de refugiados climáticos -y los de otras causas-, y el caos social son parte del escenario global para los próximos años. Interpelados por la determinación y la causa de Greta, los estudiantes de Ciencias Políticas Bruno Rodríguez y Eyal Weintraub decidieron materializar la lucha y levantar la bandera de “acción climática ya” en el país. Así, fundaron la ONG Jóvenes por el Clima Argentina, que hoy cuenta con más de 150 personas en distintos puntos del país, convirtiéndose en referentes en estas temáticas.
También publicaron su libro La generación despierta, editado por Alfaguara, en el que desarrollan un mapa preciso, con datos alarmantes, sobre la crisis climática y ecológica actual. De algo se puede estar seguro al leer el libro: que la fuerza de la lucha es de los jóvenes, y de todos aquellos que comprenden la gravedad de la crisis y se involucran. En las casi 200 páginas, el libro es un llamado a la acción, con gráficos y datos contundentes para entender el alerta roja.
“La crisis climática y ecológica es el desafío más grande que vamos a enfrentar en este siglo”, dicen Rodríguez y Weintraub a Infobae Leamos y continúan con la descripción de un panorama distópico: “la Tierra entrará en un período de retroalimentación de catástrofes, cada una más grande que la anterior, lo que provocará la siguiente”. Así, describen un efecto dominó y círculo que solo es virtuoso para unos pocos y vicioso para todos los que habitamos el planeta.
Casas en llamas
No hay tiempo. Y si volvemos a pensar en las palabras de Thunberg, ¿cuál es la casa en llamas que más nos debe preocupar hoy? Según señala Weintraub, “la crisis de biodiversidad es lo más preocupante, no solo porque tiene efectos en la flora y la fauna, sino que, de manera directa, en la humanidad”. Y profundiza con un dato alarmante: “estamos entrando en el sexto período de extinción masiva, yendo hacia un mundo donde va a haber cada vez menos diversidad de especies, lo que lleva a una simplificación de ecosistemas. Al avanzar nuestras ciudades hay un gran potencial de destrucción”.
Por su parte, Rodríguez agrega que desde 2021 “la escasez de recursos estratégicos viene galopando fuerte en la agenda ambiental y en el futuro se va a profundizar”. Tanto, que hace mención a lo que podría suceder no muy lejos en el tiempo: el ingreso del agua al mercado de Wall Street. Y ésta es una pauta de alerta, particularmente para los países latinoamericanos, para que den un marco regulatorio y otorguen un tratamiento soberano a estos bienes naturales.
“Durante años se libraron guerras por el petróleo”, dijo la vicepresidenta norteamericana Kamala Harris en 2021 y añadió que “en poco tiempo serán por el agua”. Un mensaje que, lejos de permitir pensar que los enfrentamientos bélicos terminarán, plantea un escenario mucho más salvaje y cruel por la escasez de recursos.
Hace pocos días, Harris volvió sobre el tema y profundizó en la cuestión diciendo que Estados Unidos está más seguro si las personas en otros países tienen suficiente agua para beber, para actividades agrícolas y para eliminar de forma segura las aguas residuales, enfatizando que el acceso al agua es una prioridad de política exterior. Y continuó: “La inseguridad del agua vuelve menos estable a nuestro planeta”, aseguró, añadiendo que puede llevar a “migración masiva, los que puede poner una presión significativa en las comunidades vecinas”.
Es que no solo hay que estar atentos a las selvas como el Amazonas -donde talan 40 canchas de fútbol por día-, a los incendios de tierras para la ampliación agropecuaria o especulación inmobiliaria -de los que el 95 por ciento fueron generados de manera intencional- y el agotamiento por la soja, a la que se destina el 93 por ciento de la superficie agrícola global. El 31 por ciento de los brotes de nuevas enfermedades está relacionado con cambios en el uso del suelo, del desmonte y la ampliación de frontera agrícola. Sin embargo, sostiene Weintraub “si hablamos de pulmón del planeta el pulmón que más tendríamos que tener en cuenta es el mar, no la selva amazónica, aunque también es importante”. “Argentina, como uno de los países con gran biodiversidad, tiene que dar una mirada mucho más fuerte a esta problemática. El futuro que se avecina no es para nada alentador”.
Crisis y soluciones sin precedentes
“¿Y si las soluciones fueran tan imposibles de encontrar en este sistema que quizá lo que tengamos que hacer sea cambiar el sistema en sí?, fue otra de las frases de Thunberg, fundadora del movimiento Fridays for Future, que se alza contra el calentamiento global y el cambio climático.
“Una sola Tierra” fue el lema de la conferencia celebrada en 1972 por la ONU y, 50 años después, sigue vigente: este planeta es nuestro único hogar y es responsabilidad de la humanidad salvaguardar sus recursos finitos. ¿Cómo revertirlo? Según los autores del libro La generación despierta, las respuestas residen en el modelo de producción del sistema económico y, fundamentalmente, en el consumo. En el libro señalan, por ejemplo, el consumo masivo de carne como uno de los mayores obstáculos para evitar la crisis climática. No se trata solo del activismo vegano, sino de los efectos en el planeta, ya que la industria ganadera ocupa el 35 por ciento de la superficie terrestre, según Weintraub y Rodríguez.
¿Desde hace cuánto tiempo escuchamos el término “efecto invernadero”? La respuesta, probablemente, sea “desde hace mucho”. ¿Por qué? Porque es otro de los puntos en los que se debe hacer foco. Si la humanidad no reduce sus emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad en medio de diez años, la Tierra se dirige hacia el colapso ecosistémico. Para reducirlos, cuentan Rodríguez y Weintraub, hay varias propuestas, que tienen que ver con la relación de las fuentes energéticas y la explotación de combustibles fósiles. Una de las iniciativas es el reciclaje pero no es suficiente. Lo que proponen es lo que denominan una “economía circular”, donde los residuos son recursos para seguir utilizándose y reducir la cantidad de insumos.
¿Por casa cómo andamos?
Los cambios también tienen que ser de modo individual. Entonces, ¿cómo podemos hacer para que nuestra propia casa no esté en llamas y evitar el derrumbe? Como primer punto, coinciden los autores de La generación despierta, es empezar a informarse para entender la conexión, por ejemplo, de la ganadería y la emisión de gases de efecto invernadero.
Para producir un kilo de carne se necesitan 15.000 litros de agua, por lo tanto “en términos de la cotidianidad una de las acciones más importantes que una persona puede tomar para reducir su huella de carbono, su huella de agua es reducir o dejar de idealmente dejar de consumir carne”. Seguir una dieta basada en plantas o vegetariana se vuelve una opción para disminuir el impacto ambiental. Con un índice de pobreza en Argentina de 37,2 por ciento, elegir resulta un privilegio. Sin embargo, tanto Rodríguez como Weintraub, comparten “que la pobreza ambiental y la pobreza socioeconómica están ligadas porque quienes más sufren violencia ambiental son los sectores más relegados de nuestro país y del mundo”.
Separar los residuos en origen, según apunta Rodríguez, en Argentina hace a la diferencia, aunque no estrictamente al cambio climático sino ecológico y considera que “es fundamental porque tiene un valor ambiental como también un valor social”. Y también destaca el rol de mantenerse informado e involucrado en las causas climáticas.
Volver al futuro
Este año, el Gobierno de Suecia acogerá el Día Mundial del Medio Ambiente 2022, en alianza con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). La consigna “Una sola Tierra” destaca la necesidad de vivir de forma sostenible, en armonía con la naturaleza, a través de cambios sustanciales impulsados por políticas y elecciones cotidianas que nos guíen hacia estilos de vida más limpios y ecológicos.
En la conmemoración de los 50 años de la proclamación del Día Mundial del Medio Ambiente, la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen dijo que “en 2022 esperamos que el mundo comience a pasar la página del peor capítulo de la pandemia de Covid-19. Y lo hacemos con el conocimiento de que continuamos enfrentando las tres crisis planetarias que amenazan nuestro futuro: la crisis del cambio climático, la de la pérdida de la biodiversidad y la de la contaminación y los desechos”.
¿Qué podemos esperar, entonces para los siguientes 50 años? “El futuro verde es una obligación”, opina Weintraub y es drástico: “nos enfrentamos con un futuro desolador” pero también agrega una luz de esperanza: “existe un punto de no retorno en la sociedad en términos de su despertar ambiental”. “Estamos obligados a ser optimistas”, dice Rodríguez, ”porque creemos que podemos cambiar las cosas”.
“Muchos políticos me han dicho que con el pánico no se consigue nada bueno. Estoy de acuerdo, pero cuando tu casa está en llamas quieres prevenirla de un derrumbe, es mejor entrar en pánico un poco”, dijo Thunberg. Y tras el pánico, no queda otra que actuar.
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La generación despierta (fragmento)
Eduardo Galeano solía decir que la utopía es como el horizonte. No importa cuánto te esfuerces en alcanzarla, no importa cuántos pasos des, la cantidad de tiempo que corras ni velocidad a la que avances. Hagas lo que hagas, el horizonte sigue ahí. A la misma distancia que se encontraba antes de que empezaras a caminar.
¿Entonces? ¿Para qué sirve el horizonte? La respuesta que encontró en Galeano es sencilla. Sirve simplemente para eso. Para caminar. Para recorrer el largo e interminable camino que representa la lucha por una sociedad mejor.
La utopías son inalcanzables por definición. La palabra fue creada por Thomas Moore en el siglo XVI. La eligió para bautizar la isla ideal que creó para su obra literaria más conocida, llamada también Utopía. Combinó dos palabras en griego ou, que significa “no”, y topos, que quiere decir “lugar”. O sea, lugar que no existe.
¿Por qué entonces tantos militantes estamos enamorados del término? ¿Por qué nos entusiasma la idea de convertir las utopías en realidad?
Cuando nos invade la indignación, tenemos dos opciones. Podemos permanecer estáticos ante la bronca que nos provocan las injusticias sociales o podemos transformar esos sentimientos en acción. La búsqueda colectiva hacia ese horizonte de que hablaba Galeano se vuelve un antídoto ante la angustia que genera la realidad.
Salvador Allende decía que ser joven y no ser revolucionario “es una contradicción hasta biológica”. Hay una relación intrínseca entre la juventud y el cambio. Porque la juventud es un momento de la vida en el que todo parece posible. El futuro es un conjunto de páginas vacías que esperan ser llenadas.
No quisiéramos generalizar, pero parece que algo que pasa entre los 18 y los 35 años que hace que muchos y muchas dejen de ser jóvenes idealistas para convertirse en “adultos” y “adultas” que llaman idealistas a los nuevos jóvenes.
La crisis climática y ecológica es el desafío más grande que vamos a enfrentar en este siglo. Si queda alguna duda de esto, basta con prestar atención a la ciencia. Los estudios científicos más importantes hasta el momento nos informan que para 2030 la humanidad debe reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por lo menos un 45%, comparadas con los niveles de 1995, si se quiere evitar un colapso ecosistémico a escala masiva.
Tomate un segundo para asimilar lo que acabamos de decir.
Esto significa que para 2030 el planeta debe tener la mitad de GEI concentrados en la atmósfera, tomando como punto de comparación la cantidad de estos gases presente en 1995. Si no lo logramos, la Tierra entrará en un período de retroalimentación de catástrofes, cada una más grande que la anterior, lo que provocará la siguiente. Un efecto dominó. Esto generará decenas de millones de refugiados climáticos, millones de especies extintas, países enteros bajo el agua y, obviamente, caos social.
Todo lo que conocemos corre peligro. ¿Entonces qué hacemos? A las y las jóvenes del mundo nos legaron irresponsablemente un futuro invivible, construido sobre la base de decisiones en las que no tuvimos ni somos parte. Los “adultos” de este mundo nos sentencian a vivir en una distopía que no tiene nada que envidiarle a Los juegos del hambre y nos excluyen de las mesas en las que se toman las decisiones. Somos acreedores de una deuda socioambiental que nunca van a poder pagarnos.
Por muchos años se trató de instalar la fantasía de que las problemáticas ambientales se solucionan solas mediante avances tecnológicos y la creencia dogmática de que mundo avanza en un progreso constante, casi como si fuera un destino inevitable. La evolución es siempre hacia adelante, el mundo siempre tiende a mejorar, por lo tanto, no hay de qué preocuparse. ¿En serio?
Mientras tanto, los pueblos que viven en territorios con petróleo, oro, plata, litio, que se la fumen en pipa. Esas son las zonas de sacrificio de nuestra era. Templos donde realizamos ofrendas para complacer al todopoderoso dios “desarrollo”, quien promete, a cambio de la explotación de los recursos naturales, mayor felicidad, bienestar y un incremento en la calidad de vida de toda la población. AH, NO, PARÁ.
Quién es Bruno Rodríguez
♦ Nació en Tucumán en el año 2000.
♦ Estudia Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires.
♦ Fue columnista de Política y Ambiente en el programa Mejor País del Mundo en Radio Con Vos.
♦En 2019 fue seleccionado para participar como orador junto a Greta Thunberg en la apertura de la Cumbre de Acción Climática de la Juventud de la ONU.
♦ Es uno de los referentes más visibles del ambientalismo argentino.
Quién es Eyal Weintraub
♦ Nació en Buenos Aires en el año 2000.
♦ Estudia Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires y Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de San Martín.
♦Fue co-conductor del programa de radio Qué mundo nos dejaron, por Nacional Rock.
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