Octavio Paz fue un escritor mexicano y Premio Nobel de Literatura (1990) que con su libro El Laberinto de la soledad dio una visión de lo que es ser mexicano. Este poeta y ensayista fue considerado un gran influyente del siglo XX.
Durante el transcurso de la vida y obra literaria de Paz, el tabaco tuvo mucha relación en su obra. El mencionaba que era lo que le daba un impulso adictivo para realizar textos.
En la revista número 588 de Cuadernos hispanoamericanos de junio de 1999 hay un texto del escritor, poeta y ensayista mexicano, Aurelio Asiain, el cual hace un acercamiento del momento que tuvo con el galardonado.
Aurelio recordó que el propio Paz contó en un conversatorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que “había dejado de escribir durante seis meses, porque no lograba hacerlo sin ningún cigarrillo en la mano”.
Asiain escribió en la revista que, al momento de conocer al Nobel mexicano él fumaba, pero evitaba hacerlo en frente de él ya que “sabe lo molesto que puede ser el humo” a quienes luchan por dejar ese vicio, y más si anteriormente habían sido fumadores.
Otro recuerdo que Aurelio Asiain plasmó en la revista fue uno que se dio en el restaurante Las flores del mal, de Casa Lamm, inmueble ubicado en la Ciudad de México, considerado artístico del siglo XX y que sirve como centro cultural, Aurelio se sentó entre su esposa y el poeta.
En uno de los momentos de la cena, la esposa de Aurelio sacó un cigarro a lo cual el galardonado la miró y dijo con sorpresa: “¡pero cómo, tú fumas! ¿por qué?”
La esposa dijo “pues no sé…porque me gusta, Octavio”. A lo que Octavio Paz respondió: “¡Mejor fuma marihuana, que sirva de algo!”.
La conversación sobre la marihuana siguió y ante la respuesta del Nobel de Literatura, Aurelio respondió “Sólo que usted traiga porque nosotros, no”.
La contestación hizo que los cercanos que acompañaban al galardonado, en el restaurante Las flores del mal, les hiciera gracia ese comentario, aunque algo de lo que se dijo tiene parte verdad.
“No es que Paz fumara marihuana, pero lo había hecho” y uno de los poemas que utilizó esta planta fue “Himno entre ruinas”.
Este es el primer poema de su libro La estación violenta escrito en 1958, en donde Paz usa el tema de reconciliación como parte de entender el pasado y aceptar el mundo moderno.
En una parte de “Himno en ruinas” se puede leer lo siguientes versos:
“Cae la noche sobre Teotihuacán.
En lo alto de la pirámide los muchachos fuman marihuana,
suenan guitarras roncas.
¿Qué yerba, qué agua de vida ha de damos la vida,
dónde desenterrar la palabra,
la proporción que rige al himno y al discurso,
al baile, a la ciudad y a la balanza?”
Aurelio escribió en la revista que un día confirmó lo que ya dudaba: Paz y sus amigos eran esos mismos muchachos que plasma en los versos. Este hecho Paz lo sacó a través de un recuerdo en Acapulco sin saber quién o quiénes lo incitaron a probar la hierba, pero de lo que si se acordó fue que “estaba muy triste o deprimido por causas de una ruptura amorosa”. “Me habló de caminatas largas por la playa, de los atardeceres en La Quebrada”.
También, Aurelio relató que quiere localizar una crónica en donde Guillermo Cabrera Infante contó cómo en una reunión en su casa, estaban Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz y Héctor Manjarrez. En este pasaje hace referencia a que les invitó una rebanada de pastel de marihuana.
“Los dos primeros rechazaron, uno con la excusa de que no necesitaba drogas para divertirse y el otro arguyendo que debía ponerse a trabajar, la rebanada de pastel de marihuana que el poeta no dudó en devorar. (¿Y Manjarrez? No sé, habría que preguntarle)”.
A pesar de que Octavio Paz no era alguien que hacía mucha promoción a las drogas, si estaba a favor de su despenalización e insistió en que “el mal no estaba en ellas sino en una sociedad que no ofrecía salidas sino puertas falsas”.
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