“Querida Alfonsina: Te vi, en este día ventoso, sosteniendo tu sombrero contra el viento, de cara a tu Dios, como si el horizonte fuera un cielo. Ibas descalza, con tus zapatos brillantes en la mano.”
El que escribe es el poeta Eduardo Mileo, autor de libros como Extracción del agua de la niebla, Mujeres y Pentámeros. Mileo se sumó a una propuesta de Infobae Leamos: elegir un poema de Alfonsina Storni -de cuyo nacimiento se cumplen 130 años este 29 de mayo- y escribir un párrafo sobre esos versos.
Además de Eduardo Mileo, eligieron su poema preferido de Alfonsina Jorge Aulicino -Premio Nacional de Poesía 2015, autor del blog Otra Iglesia es imposible y libros como Estación Finlandia y Poesía y política, traductor de Dante- y Andi Nachon -poeta y guionista, autora de W.A.R.Z.S.A.W.A., En la música vamos y Siam, entre otros-.
Aquí los poemas elegidos y los textos que los acompañan:
La selección de Eduardo Mileo
Poemita marino
Dios está agazapado
en el horizonte
violeta
Va a echar a andar
sobre las aguas.
Se acercará
hasta donde estoy,
rodeada de gaviotas.
Pero a mí
no ha de verme.
Se inclinará.
Alzará un ave.
La sostendrá sobre
el índice.
La gaviota,
en vuelo sesgado,
hendirá el cielo.
Del libro “Otros poemas”
Dice Mileo:
“Querida Alfonsina: Te vi, en este día ventoso, sosteniendo tu sombrero contra el viento, de cara a tu Dios, como si el horizonte fuera un cielo. Ibas descalza, con tus zapatos brillantes en la mano. Caminabas lentamente. Creo que algo canturreabas, ¿o eran las hojas que batía el viento? La playa estaba desierta y ancha. Alrededor de tu cabeza sobrevolaban las gaviotas y eran, radiantes, tu corona de reina.
Quiero hablarte, te llamo, pero estás absorta en tu visión y no me oís. ¿Es el bramido de las olas que fuerza tu silencio? La espuma se estrella contra las rocas. La arena levanta su látigo impiadoso. Y vos, parada ahí, con tu aureola de gaviotas… Pero la imagen se desvanece. ¿Te miraste en tus ojos antes de desear el vacío? ¿Entraste sonriendo en el abrazo helado? ¿Quién era tu amante: la muerte o el mar?”
La selección de Andi Nachon
Han venido
Hoy han venido a verme
Mi madre y mis hermanas.
Hace tiempo que yo estaba sola
Con mis versos, mi orgullo... casi nada.
Mi hermana, la más grande, está crecida,
Es rubiecita; por sus ojos pasa
El primer sueño: he dicho a la pequeña:
-La vida es dulce. Todo mal acaba...
Mi madre ha sonreído como suelen
Aquellos que conocen bien las almas;
Ha puesto sus dos manos en mis hombros,
Me ha mirado muy fijo...
Y han saltado mis lágrimas.
Hemos comido juntas en la pieza
Más tibia de la casa.
Cielo primaveral...para mirarlo
Fueron abiertas todas las ventanas.
Y mientras conversábamos tranquilas
De tantas cosas viejas y olvidadas,
Mi hermana, la menor, ha interrumpido:
-Las golondrinas pasan...
Del libro “Languidez”
Dice Nachon:
La primera vez que lo leí en la adolescencia, este poema breve me sorprendió por su inmediatez: con muy pocos detalles precisos construye una escena íntima, casi cinematográfica. Me sigue fascinando, y ahora todavía me resulta más potente al ver cómo atestigua un encuentro entre madre y hermanas, la manera en que pone en juego las dificultades de una mujer sola apenas insinuando, ese momento de fuga o conciliación ante las golondrinas que pasan.
Para mí, leer a Alfonsina y saber de ella tuvo un gran impacto: se atrevió a vivir su vida de poeta y trabajadora independiente, habla desde un lugar propio dándole cuerpo a la subjetividad de una mujer y enfrenta los prejuicios y las trabas de su época. Durante mucho tiempo el verso La vida es dulce. Todo mal acaba... funcionó como clave entre amigas cuando los días parecían demasiado difíciles.
Pensar que escribió Languidez antes de los treinta años me sigue maravillando. Y siento que las banderas que alzó como escritora profesional todavía flamean y nos guían.
La selección de Jorge Aulicino
Sugestión de un sauce
Debe existir una ciudad de musgo
cuyo cielo de grises, al tramonto,
cruzan ángeles verdes con las alas
caídas de cristal deshilachado.
Y unos fríos espejos en la yerba
a cuyos bordes inclinadas lloran
largas viudas de viento amarilloso
que el vidrio desdibuja balanceadas.
Y un punto en el espacio de colgantes
yuyales de agua; y una niña muerta
que va pensando sobre pies de trébol.
Y una gruta que llueve dulcemente
batracios vegetales que se estrellan,
nacientes hojas, sobre el blando limo.
Del libro “Mascarilla y trébol”
Dice Aulicino:
Me gusta, de Alfonsina, además de la reivindicación de mujer -una mujer menospreciada por el modernismo pero sobre todo por su condición social- esa poeta “clásica” que supo escribir con metáforas audaces, en línea de la mejor poesía vanguardista de los a los 20 y 30, paralela de la de Girondo o Tuñón, solo que en formas exteriormente tradicionales. Como esta.
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