Pensar en Alfonsina Storni es, a priori, evocar su gran sensibilidad poética. Pero, también, es valorar su lucha por los derechos de la mujer, a través del periodismo y de su propia vida, en una época todavía opresiva para el género como fueron los primeros años del siglo XX.
La poeta, suiza por nacimiento pero para siempre argentina, vivió entre los años 1892 y 1938. Por estos días habría cumplido 130 años. Sobre la fecha exacta de su nacimiento hay discrepancias: si bien se cree que fue el 29 de mayo, su nieto más conocido, el gurú del marketing Guillermo Storni, “Willie” en los reductos empresariales, afirma que fue el 22. Al parecer, fue anotada en el Registro Civil unos días después.
Cuando Alfonsina tenía 4 años, sus padres regresaron con ella de Suiza y se instalaron en la provincia de San Juan y, más tarde, en la ciudad santafesina de Rosario. Su madre había fundado una escuela en la que la escritora dio sus primeros pasos como maestra. Años después, emprendió una gira como actriz. A su regreso, siguió desempeñándose como maestra y comenzó a escribir sus primeras poesías. Las tres actividades: la docencia, el teatro y, por supuesto, la escritura, la acompañarían durante toda la vida.
Alfonsina Storni terminó con su vida el 25 de octubre de 1938. Contrariamente a la idea de su suicidio romántico, en el que la poeta va internándose, lentamente, hacia las profundidades marinas, la versión real es que ella se arrojó al mar -de madrugada y con tormenta- desde la escollera del Club Argentino de Mujeres de Mar del Plata, frente a La Perla. De hecho, en una de sus últimas cartas escribió: “Me arrojo al mar”. Al día siguiente, encontraron uno de sus zapatos enganchado allí.
Docencia, teatro y pasión por contar
“La educación fue su trabajo y vocación. En esta actividad abarcó una amplia diversidad, ya que fue maestra de niños y adultos, además de enseñar declamación y arte escénico. Este amor por la enseñanza en los Storni ya tenía antecedentes familiares previos y afortunadamente se ha transmitido de generación en generación hasta nuestros días”, afirma “Willie” Storni, que también es escritor y profesor emérito en la UCA, en diálogo exclusivo con Infobae Leamos.
Más allá de su maravillosa obra poética, de una belleza y profundidad superlativas, Alfonsina fue una mujer increíblemente autodeterminada, adelantada a su época y tremendamente valiente. En una época en que la mujer parecía destinada a permanecer en los intramuros del hogar, encerrada en matrimonios convenientes y tejiendo mañanitas, Alfonsina se atrevió a amar y a parir sin ley. Tuvo a su único hijo, Alejandro, en la más absoluta soledad, sin ningún tipo de apoyo.
“Alfonsina tuvo que luchar mucho y a ella le hizo mucho daño porque era extremadamente sensible. Por circunstancias de la vida, no tuvo ninguna protección, ni familiar, ni conyugal, ni social. Es como una flor que creció bajo los climas más difíciles y las tormentas más huracanadas. Esto engrandece más su figura y explica también su fortaleza. Parecía de acero pero había que bancarse todo lo que se bancó. No solamente la discriminación por ser madre soltera sino las críticas”, asegura el nieto.
- ¿Te referís a Borges y al Grupo Sur?
- Borges la atacaba. Cuando ella se suicidó, en la Revista Sur no salió ni una breve nota. Sin embargo, en 1938, Alfonsina Storni era más importante que Borges.
- Es que fue una adelantada a su época...
- Sí. Un arquetipo de mujer valerosa, totalmente adelantada a su época, y una auténtica precursora de la lucha por los derechos de los seres humanos sin distinción de sexo.
Fue una escritora y no solamente poeta porque su voz tuvo muchas facetas. Seguramente la más difundida es la de la poesía, pero su pensamiento ha quedado también reflejado en sus innumerables ensayos, labores periodísticas y obras de teatro. En todas ellas, con un común denominador: su actitud contestataria contra el rol preestablecido para la mujer por el orden social vigente, con un discurso claro, consistente, coherente y permanente. Además siempre atenta y sensible para enfrentar cualquier tipo de desigualdad e injusticia.
- Escribió “para no morir”...
- Así es. En su primer libro, La Inquietud del Rosal, advierte: “Dios te libre, amigo mío de La Inquietud del Rosal, pero lo escribí para no morir“. A éste libro corresponde una poesía emblemática que es “La loba”, demostrativa de su independencia del paradigma vigente acerca del rol de la mujer.
Luego vinieron otros libros y otros poemas tales como “Hombre Pequeñito” y “Tú me quieres blanca”, que son absolutamente representativos de su falta de acatamiento y rebeldía en su relación con el hombre...
- Pero también le escribió al amor...
- Sí, sorprendentemente, fue capaz de asumir el otro rol, el convencional, el ser sumisa y poder cantar el amor de los enamorados, como en la poesía “Oye”, donde se dirige al hombre con estos términos:
Yo seré a tu lado silencio, silencio
Perfume, perfume no sabré pensar
No tendré palabras, no tendré deseos
Solo sabré amar.
O en Poemas de Amor, un libro fundacional que marca un nuevo estilo literario, donde resume breves poemas en prosa, simples frases de sus estados de ánimo y del amor sensible retratado hora por hora.
Este cambio de estilo se va profundizando hasta culminar con su último libro, publicado en 1938, Mascarilla y Trébol, donde reaparecen todos los motivos predominantes a lo largo de su obra, pero vistos desde otro enfoque. Estos anti-sonetos que ella misma suponía, “iban a ser tildados de oscuros”, muestran pese a su intencionada objetividad, casi imperceptiblemente su enorme ternura, preparándose para su inminente partida.
- ¿Tu padre, Alejandro, te hablaba de ella? ¿Cómo la describía?
- Mi padre la describía como una persona activa, vivaz, constructiva, comunicativa, locuaz, pero triste y silenciosa en la intimidad. Su figura era menuda, su andar, nervioso, caminaba dando pequeños pasos. Costaba seguirla... De su carácter destacaba claramente el amor por la verdad, la fidelidad en el más amplio sentido de la palabra y la voluntad, únicamente quebrada, en el final de sus días, por el mal incurable que la acosaba.
- ¿Cómo le afectó a la familia el suicido de Alfonsina?
- Personalmente, me acostumbré a vivir con la idea, no lo viví como algo trágico. Cada primavera la recordamos. La muerte de Alfonsina es espejo de su vida, pasión, romanticismo, fragilidad física, fortalezas espirituales, un alma que gobierna al cuerpo, y la primavera siempre presente. Cuando ella se arroja al mar, lo hace durante una feroz tormenta, con olas embravecidas, en medio de una negrura infinita. Al amanecer su joven cuerpo de 46 años es devuelto por un mar casi en calma y el sol comienza a resplandecer...
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