En Dos feministas del siglo pasado: Maruja Barrig y Gina Vargas, dos de las principales impulsoras de este movimiento en el Perú, la poeta Violeta Barrientos conversa con ellas sobre sus inquietudes en el pasado, los movimientos sociales actuales y qué esperan del feminismo en el Perú.
En esta entrevista con Infobae, la también activista por los derechos humanos reflexiona sobre este libro publicado por la editorial independiente Pesopluma, cómo fue el acercamiento con Maruja y Gina y cuál es su visión sobre el feminismo actual.
—¿Por qué escogiste a Maruja Barrig y Virginia Vargas para hacer un revisión del feminismo del siglo pasado en el Perú?
—Son figuras emblemáticas. Por eso, el libro se planteó como entrevistas, aunque hay otras voces importantes en el feminismo del siglo pasado. Además, tanto Virginia como Maruja, son autoras de muchos libros y publicaciones sobre el tema de género y feminismo. Han sido pioneras, figuras internacionales y han persistido en la enseñanza. Maruja está relacionada al Movimiento Manuela Ramos -aunque ya se retiró- y lo mismo sucede con Virginia que está muy cerca al Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán.
—Maruja y Virginia estaban involucradas en política desde la universidad.
—Ellas son parte de la post-guerra. Nacieron después de 1945 y les tocó una serie de revoluciones que comenzó con la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, que abrió la puerta para las minorías como los derechos del niño y la mujer. Ahora, los cambios que se han producido desde entonces son muy rápidos, pero que haya existido un cambio cultural era complicado, por eso, hubo una reacción conservadora.
—El Ministerio de la Mujer fue creado durante la dictadura fujimorista; en el libro, Maruja y Virginia fueron críticas de que el movimiento feminista no se daba cuenta de todo lo que hacía Alberto Fujimori como las desapariciones y las esterilizaciones forzadas.
—Es cuento conocido que cuando las minorías o un grupo particular tienen alguna demanda, si eres algún líder populista, les va a conceder derechos como, por ejemplo, institucionalizar el tema de la mujer como hizo Alberto Fujimori, quien aparentaba ser progresista, pero tenía un rabo de paja con los derechos humanos. Muchas feministas no festejan esta cuestión porque fue una manipulación tal como lo que hizo Odría que promulgó la ley para que las mujeres votaran.
—Maruja y Virginia contestaron en el libro que era imposible conocer lo que sucedía con la dictadura fujimorista; el Ministerio de la Mujer era necesario.
—Estos temas siempre están sujetos a negociación. Yo trabajé un tiempo cerca a Naciones Unidas y vi cómo los estados negocian los derechos a la mujer. Lamentablemente, no llegan a terminar de cuajar como, por ejemplo, la reproducción y el aborto que no es un consenso general y no todos los estados juzgan como una violación de derechos humanos el embarazo forzoso. Todo esto depende del cambio cultural.
—En el libro, Maruja Barrig no espera mucho de la sociedad peruana y, en algún momento, responde que le da vergüenza todo lo que sucede ahora. Somos una sociedad demasiada conservadora, ¿cuál es tu opinión sobre el punto de vista de Maruja?
—Me parece que actualmente carecemos de movimientos sociales -el movimiento campesino era muy fuerte en los años 60, los militares reformistas que apoyaron a Velasco actuaban institucionalmente y los sindicatos en los años 80-, pero la historia económica del Perú no ayuda mucho a configurar movimientos sociales fuertes: tenías a mucha gente esclavizada en las haciendas hasta la Reforma Agraria; sin embargo, los campesinos pudieron forjar un movimiento social. Tampoco teníamos industrialización, ¿de dónde ibas a sacar a obreros para conformar sindicatos? No éramos como los argentinos que formaron sindicatos desde el inicio de 1920. En Perú, recién en los años 80, con las justas tuvimos una industrialización mínima. Después llegó el neoliberalismo en los 90 que es el modelo actual, el cual es antisindical. No hay una base social de movimiento. El movimiento feminista llamó la atención porque decían que las mujeres unidas estaban pidiendo cosas.
Por otro lado, la identidad del movimiento feminista es muy heterogénea, no todas son de clase media o están politizadas. Creo que lo que se pide como bandera común es solamente frenar la violencia de género, la cual puede ser una demanda social en donde ponen centros de atención y levantan las penas. Pero no debería funcionar así porque no se va a solucionar el problema, más bien, se debería tener claro a qué se debe la violencia de género. Yo no sé si el feminismo actual está en condiciones de decir que apunta a un solo objetivo. En los años de Maruja y Gina era un movimiento más pequeño y homogéneo, hoy en día hay diferentes grupos: a las que les interesa la violencia de género u otras que solo buscan la igualdad en los puestos del Estado, pero son conservadoras.
—¿Qué esperas del feminismo en el Perú?
—Yo espero que juntas podamos llegar a ser una fuerza política porque el momento lo necesita. Estamos pasando por esta crisis política de colapsos de partidos hace mucho tiempo. Siento, muchas veces, que el país está perdiendo su sentido. Ojalá que el feminismo peruano llegara un actor político gravitante y, en ese sentido, tendríamos que empezar a discutir una serie de cuestiones de temas nacionales como enfoque de género o qué se hace por las diversidades con una agenda política. Es urgente esta discusión política.
SEGUIR LEYENDO