Pipo Lernoud es un personaje clave en la cultura argentina. Fue protagonista de momentos históricos y participó activamente del nacimiento del rock en nuestro país, escribiendo una canción emblema como “Ayer nomás”, a la que Moris le puso música y que fue grabada por Los Gatos en 1967. Su carrera no se detuvo allí y sus inquietudes lo llevaron a crear primero El Expreso Imaginario (1976 - 1983), Canta Rock (1983 -1988) y La Mano (2003) , tres publicaciones icónicas de la cultura, donde no solamente se hablaba de rock sino también de ecología, cocina macrobiótica, culturas orientales, entre otros temas de los que poco abordados en esa época.
La ecología y el cuidado del planeta lo llevaron a ser un pionero en la agricultura orgánica de la Argentina y junto con su compañera María Calzada crearon en los años 80 El Rincón Orgánico, un restaurante y mercado en el barrio porteño de Almagro donde se podían conseguir todo tipo de productos de ese tipo. Durante una década fue vicepresidente de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica. A su vez, publicó los libros Experiencias de cultivo ecológico en Argentina (1991), Tanguito y la Cueva (1993), Sin tiempo, sin memoria (2006), una antología de sus poemas y su biografía Yo No Estoy Aquí. Rock, Periodismo y Otros Naufragios (2016).
Entre todas esas actividades y debido a su sensibilidad para mirar al mundo con otros ojos, estaba presente la poesía. Pipo, como todo buen periodista y escritor, nunca abandonaba las libretas y cuadernos que servían para volcar todo lo que se le ocurría. Ese material se transformaría en la antología de poemas Mi cara en el espejo, editada por Cae de maduro, que tendrá una presentación oficial y abierta al público el próximo martes 31 de mayo, nada más y nada menos que en la Biblioteca Nacional.
El autor conversó con Infobae Leamos sobre su nuevo libro, su historia en el periodismo de rock y su pasión por la agroecología.
- ¿Cuándo descubriste que querías ser poeta?
- A mí me iba muy mal en el colegio, me peleaba con los profesores, me revelaba contra ellos y a su vez, mis viejos se habían separado. A pesar de eso, en algunas materias, por ejemplo en literatura, me iba muy bien. Me gustaba mucho la poesía. En la escuela descubrí autores como Fray Luis de León y otros poetas españoles. Me parecía que había algo ahí que me emocionaba y por eso, empecé a leer más autores de lo que era estrictamente escolar. A su vez, mi papá tenía un campo al que íbamos de vacaciones y allí él y mi abuelo me transmitieron ese amor por todo lo relacionado con la poesía gauchesca. Para mí, tenía un ritmo muy interesante, una respiración que le da la vida en la naturaleza. Mi viejo se sabía de memoria el Martín Fierro, eso me fascinaba. Empecé a escuchar a Atahualpa Yupanqui, Jorge Cafrune y a los tipos que hacían música de campo. La poesía era lo que me gustaba y encima me salía muy bien. Gané varios premios en el colegio. Conocí jóvenes que eran parecidos a mí, con las mismas inquietudes literarias, y leía las revistas que salían por la calle Corrientes como una que hacía Raúl González Tuñón que se llamaba La Rosa Blindada, después llegó Juan Gelman y los poetas jóvenes de principios de los años 60.
-¿Cómo ingresa el rock en tu vida?
- Cuando descubrí La Cueva. Allí se me abrió otro panorama, pude conocer la literatura beatnik y a Bob Dylan, que para mí es el Atahualpa estadounidense. Conocí a tipos iguales que yo, como Javier Martínez, Moris, Lito Nebbia o Tanguito. Cada uno venía por su lado pero de alguna manera estábamos todos en el tema de la escribir y de la palabra. A mí me importaba más escribir poesía, pero cuando un día le llevé a Moris la letra de “Ayer nomás”, vi cómo le puso música y me voló la cabeza. Me pareció que era algo mucho más fuerte, que llegaba a más gente porque se cantaba.
- Venís de sacar tu autobiografía y ahora un un libro que recopila todos tus poemas, ¿qué te pasa internamente cuando revisás tu pasado?
- Me pasó de encontrar cosas que no recordaba o que no me habían parecido importantes y revalorizarlas ahora. Vi que seguían vigentes y que formaban parte de mi trayecto como poeta. Fue muy enriquecedor.
-¿Dónde guardabas todo lo que ibas haciendo? ¿Tenés un archivo?
- Todo es gracias a mi madre, me apoyó mucho y guardaba todo lo que hacía. Cuando ella murió, encontré una caja de cosas mías: cartas, cuadernos y revistas. Capaz yo solo viajaba con una mochilita, entonces cada vez que terminaba un cuaderno se lo mandaba por correo y ella lo guardaba. Cuando arranqué la vida profesional con El Expreso Imaginario, me acostumbre y comprendí la importancia de llevar un archivo más o menos ordenado. Nosotros usábamos archivos personales porque trabajábamos con temas sobre los que era muy difícil conseguir información. Era la época de la última dictadura, donde no circulaba casi nada de información. Gracias a haber guardado revistas que traía de mis viajes, logramos encontrarle el formato al Expreso. Recuerdo una inglesa que se llama International Times. Cuando iniciamos, las puse arriba de la mesa y vimos un montón de cosas interesantes que nos inspiraron, desde secciones hasta el diseño.
- ¿Cómo fue ese cambio de escribir poesía a pasar al periodismo?
- Lo que me salía bien era escribi. Entonces cuando estábamos en el bar La Perla o en La Cueva, como no tocaba la guitarra ni cantaba, escribía y guardaba. Desde 1968 empecé a colaborar en distintas publicaciones como la revista Pinap, y como era bastante conocido en el mundo del rock por haber compuesto una canción que se hizo famosa con Los Gatos, me llamaban y me pedían textos para publicar. Cuando me fui a vivir a Europa por varios años, siguieron contactándome para que escribiera sobre mi experiencia o sobre cómo era el movimiento hippie en Ámsterdam. Hasta que un día me encontré a Jorge Pistocchi, que fue mi socio de El Expreso y fue como encontrar un novio.
-¿Cómo fue meterte en el mundo editorial?
- Eso me salió fácil porque era muy claro. Primero, Jorge y yo éramos más grandes que el resto de los periodistas. Entre ellos estaban Alfredo Rosso, Claudio Kleiman y Fernando Basabru. Además, nosotros teníamos la experiencia y una idea de lo que queríamos hacer. Preparar una línea editorial no es algo sencillo, pero si tenés claro lo que querés decir y hacia dónde apuntás, después todas las cosas se van colocando en su lugar. Yo había vivido en Ámsterdam y conocido su alternativa cultural con un mundo de centros culturales, cosas que en Argentina no pasaban porque estábamos perseguidos y prohibidos. Un poco el objetivo de la revista fue crear la contracultura que no había, tomando algunas puntas de periodistas pioneros como Miguel Grinberg. Empezamos a generar que la gente sacara revistas, que se hicieran festivales de cine o de video y que los músicos desarrollaran propuestas independientes, cosas que ya las tenía en la cabeza porque las había visto afuera. También había entrado en el mundo de la macrobiótica y sabía lo que era el ayuno, la medicina ayurveda, el taoísmo o la medicina china, un montón de cosas que acá no las conocía nadie. Eran temas que se cruzaban con el rock. A esa altura Los Beatles hacía casi diez años que habían viajado a la India a un entrenamiento en Meditación Trascendental. Ellos abrieron un mundo donde no solo eran los chicos lindos que cantan rock and roll, sino que les interesaba la filosofía, la religión y otras culturas. Había una riqueza en el mundo que era impresionante, que salía de la experiencia de humanos distintos a nosotros y más en esa época en la que la Argentina era educada en una especie de cajita chiquitita limitada centrada en lo occidental y cristiano.
-¿Cómo te definís y cómo ves el periodismo de rock hoy?
- Yo me considero periodista, toda mi vida escribí y pasé de colaborador a la dirección, primero de El Expreso Imaginario, después de Canta Rock, y luego La Mano. Mi medio de comunicación ahora es Facebook, publico muchas cosas que me interesan a mí y a mis seguidores diariamente. Creo que el periodismo de rock ahora ya no es un vehículo hacia otra cosa, no es frecuente que se toquen temas como lo místico, cultural, científico, eso de preguntarse por dónde estamos, quiénes somos. Por ejemplo, no se habla de lo que está pasando en el planeta con el cambio climático, que está por hacer desaparecer a nuestra civilización, donde va a haber sequías y hambrunas. Creo que el rock debería tener esa misión. Nosotros le decíamos a los pibes que la energía nuclear estaba mal, que contamina, mucho antes de que aparecieran películas que hablaran de eso, antes de Chernóbil.
- En uno de los capítulos de tu libro te referís a que luego del cierre de “El Expreso Imaginario” tenías muchos cosas para decir. Cosas que tenías acumuladas y no sabías cómo soltarlas. ¿Qué te ocurría en ese momento?
- Después de muchos años de periodista, uno tiene como una especie de truco, tendencia a formalizar y a esquematizar lo que escribe porque tenés que procesar la información para convertirla en una nota de tres páginas. De golpe, tenés que soltar esa fórmula y dejar que el continente interior asome su lomo de ballena, que significa que muestres las emociones más profundas. Es muy interesante lo que me pasó ahí. En ese momento estaba escribiendo una novela, que todavía la tengo para publicar y me daba cuenta que estaba en un modo muy periodista. Me quería soltar, quería escribir una cosa más personal, más sincera, menos previsible. Fue un período muy interesante.
Otro momento que rescato es cuando hicimos La Mano y escribía una sección que se llamaba “Misterios del planeta” donde plasmé mis vivencias como vicepresidente de la Federación Internacional de Movimiento de Agricultura Orgánica, cargo que ocupé durante diez años votado por casi cinco millones de campesinos de más de 100 países. Pude viajar por todos lados y conocí gente de campo, no el lado turístico más conocido. Recorrí países como China, Japón, Tailandia, parte de África, India, Cuba, Tailandia, entre otros. Hay una canción muy linda del grupo brasileño Novos Baianos que se llama “Misterio del planeta” que dice: “Voy buscando como soy, descubriendo los secretos del mundo”, y yo sentía que era eso, que yo descubría otros mundos. Ahí empecé a soltar una escritura más de crónica personal, donde ponía mis observaciones, lo que veía y me impactaba. Eso ahora quiero que se refleje en mis poemas, que son apuntes de vivencias, cosas cortitas. Como sacar una foto que refleje un momento en particular.
- ¿Tenés una metodología para escribir?
- Para nada. A veces en broma digo que si tuviera una rutina de escritura, como muchos escritores que se levantan y todos los días dedican la mañana a escribir, sería Premio Nobel. Si hubiera escrito más y me hubiera dedicado con más seriedad y continuidad, y hubiera sacado más libros y estado más presente dentro del mundo de la literatura. Pero no lo estuve, no escribí y no saqué tantos libros. Siempre estuve viviendo otra cosa, como decía John Lennon: “La vida es eso que pasa mientras está sucediendo otra cosa”. En mi caso, la poesía es algo que pasó mientras estuve haciendo mis revistas o trabajando en El Rincón Orgánico.
- Cuando estuviste presentando tu biografía en 2016 dijiste que con ese libro “cerrabas el boliche”. Sin embargo, seguiste haciendo infinidad de proyectos, ¿en qué estás trabajando ahora?
- Ahora se comprobó que no voy a cerrar el boliche. Este libro de poemas se lo debo a Hernán, que es poeta y editor (N. de la R.: no se consigna apellido porque “Hernán” es su nombre artístico). Me convenció de reunir mis poemas y me encontré con cosas que había olvidado y estoy muy feliz de haberlo hecho. Ahora estamos preparando un libro con las notas de El Expreso junto con Claudio Kleiman y Alfredo Rosso y después voy a hacer otro con las notas de Canta Rock.
El homenaje en la Biblioteca Nacional
El martes 31 de mayo en el ciclo “La Nave de los Sueños” de la Biblioteca Nacional se hará la presentación de Mi cara en el espejo, la poesía reunida del periodista. Algunos de sus amigos recitarán versos y también se podrán ver proyecciones de visuales y algunos videoclips de sus canciones interpretadas por diversos artistas. Habrá música en vivo para celebrar la vasta carrera de Pipo. Tendrá como maestro de ceremonias al periodista Alfredo Rosso y la participación de Hernán, Ernesto Baca, Osvaldo Vigna, Tito Losavio, Claudio Kleiman, Ramón de la Vega, María Calzada, Juan Ravioli, Pablo Krantz ,Barby Aguirre y Pablo Dacal. El evento será con entrada gratuita en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional Argentina (Agüero 2505, CABA) a las 18:30 horas.
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