Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació en la localidad mexicana de Apulco, en el Estado de Jalisco. Considerado uno de los grandes referentes de la literatura hispanoamericana del siglo XX, perteneciente a la Generación del ‘52 y se podría decir que se ha convertido en casi una leyenda gracias a sus tres grandes creaciones: los cuentos de El Llano en llamas y las dos novelas Pedro Páramo (1955) y El gallo de oro (1980).
Rulfo quedó huérfano desde muy pequeño. Primero lo cuidó un tío, luego su abuela. Y, finalmente, fue a parar a un orfanato. En 1934 comenzó a escribir en la revista América. Y, más tarde, empezó a trabajar en la Secretaría de Gobernación de Guadalajara, mientras seguía publicando sus cuentos en revistas literarias. También, se destacó en fotografía. Fue editor en el Instituto Nacional Indigenista en la Ciudad de México y becario del Centro Mexicano de Escritores.
Entre septiembre de 1953 y 1954, Rulfo escribió su gran novela, Pedro Páramo, considerada una de las grandes novelas del siglo XX. Y fue publicada en 1955 por el Fondo de Cultura Económica. La novela concitó la atención del público de una manera rotunda y fue muy elogiada por autores como Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez.
Rulfo falleció el 7 de enero de 1986 en ciudad de México.
Diez frases de Juan Rulfo
1. ¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.
2. Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron antes que los tuyos.
3. El tiempo es más pesado que la más pesada carga que puede soportar el hombre.
4. Se conoce que lo arrastraba el ansia. Y el ansia siempre deja huella.
5. Hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo.
6. Todo escritor que crea es un mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.
7. Se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer. Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar.
8. Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños.
9. Me gustas más cuando te sueño, entonces hago de ti lo que quiero.
10. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir.
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