Eduardo Sacheri: “La Revolución de Mayo fue como un partido en el que vos estás en la tribuna y te llaman a jugar”

“Los días de la Revolución” es el primer libro de ensayo histórico del escritor y profesor de Historia. Por qué no había una idea de país en 1810, cómo ciertos elementos persisten en el siglo XXI, la grieta y claves para pensar la Revolución de Mayo.

"Los días de la revolución", es el primer libro de Historia de Eduardo Sacheri, editado por Alfaguara

Hagamos memoria. ¿Cuántas veces participamos de actos escolares patrios y nos tocó disfrazarnos? ¿Cuánto sabemos de esos momentos históricos realmente? ¿Cuántas veces repetimos como loros “Viva la Patria” o “El pueblo quiere saber de qué se trata”? La escarapela, el Himno Nacional, damas antiguas, peinetones, el Cabildo, las fotos de las familias y a casa. Un relato que se construye a través de los años y que va de generación en generación.

Entonces, ¿cómo pasar de una Historia que no implica problematizar a una instancia fuera de los mitos y de los pastelitos y el locro? En este escenario aparece el escritor Eduardo Sacheri e innova. Así, deja de lado el conocido traje de escritor para dar paso al profesor de Historia -el que lleva más de veinte años al frente de las aulas- y aporta su granito de arena ante la preocupación de la moralización de la Historia, de lugares estancos y de poca visión interdisciplinaria.

Tras más de un año de trabajo, ahora presenta su primer libro de ensayo: Los días de la Revolución. Una historia de Argentina cuando no era Argentina (1806-1820), editado por Alfaguara. “Ser profesor de Historia es hacer un trabajo útil y me molesta mucho cuando alguien te da versiones clausuradas del pasado“, dice el escritor y profesor a Infobae Leamos por Zoom mientras asoma un escudo de Independiente, el club de sus amores, de la biblioteca.

“El 25 de mayo es de Buenos Aires. Fin. Sin embargo, nos sirve como una fecha de reivindicación colectiva "

Sacheri es reconocido en la escena literaria contemporánea por sus cuentos y sus memorables novelas, esas que despliegan personajes entrañables aunque en toda su dimensión. Incluso, han inspirado películas como El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, ganadora del Oscar a mejor película extranjera, o La odisea de los giles, protagonizadas ambas por Ricardo Darín. Con su nuevo libro, disponible en librerías a partir del 1° de junio, el autor de La noche de la Usina, Lo mucho que te amé y El funcionamiento general del mundo tiene un objetivo: complejizar la mirada sobre el pasado.

En un recorrido de casi 300 páginas, Los días de la revolución mezcla planos y recursos que proponen una revisión de acontecimientos históricos desde 1806 hasta 1820, pasando por la construcción del Imperio Español, el Virreinato del Río de la Plata, Los días de Mayo, la soledad, las guerras y las nuevas nociones de poder y libertad tras esos días oscuros, que para nada fueron como el que canta Gardel en el Sol de Mayo. Dividido en tres partes, el libro cuenta con mapas políticos, económicos, textos y el mejor estilo Sacheri: las alusiones a canciones de Almendra, a Discépolo, Vox Dei y, como no podía ser de otra manera, al fútbol. El lector, entonces, asiste a una clase magistral de este período histórico, en la que el libro es una suerte de mediación.

La elección del contexto histórico no es casual sino que responde a esos momentos en que Argentina no existe como tal, en que no hay intenciones de liberación tan taxativas ni una idea de República Argentina. Nada de eso. Lejos está el territorio de pensarse como país. “Una cosa es que simplifiquemos y edifiquemos un mito para una efeméride, para festejar un nacimiento simbólico de nuestra patria y otra cosa es que extendamos esa burda simplificación al intento de comprensión y sobre todo al momento de justificar tal o cual postura política del presente”, dice Sacheri.

Con lenguaje claro y preciso, Los días de la revolución se propone desarticular imágenes heroicas, “desacralizar fundadores de patrias inmaculadas y certeras” para desarmar los prejuicios aprendidos y dejar de lado los análisis lineales. ¿Tenés ganas de revisar lo que estudiaste alguna vez formulándote algunas preguntas nuevas? ¿Tenés ganas de asomarte a una época que, en una de esas, nunca jamás estudiaste en tu vida? ¿Te parece bien ingresar a una zona de dudas, poner en tela de juicio algunas ideas muy instaladas en nuestra conciencia histórica colectiva? son las preguntas que plantea Sacheri. E invita a empezar la clase con su primer libro de Historia en mano.

-¿Qué significado tiene el 25 de mayo para los argentinos?

-Es un artefacto construido en la segunda mitad del siglo XIX. Como toda evocación histórica es una decisión que se toma en algún momento, que no es en el que ocurren los hechos. Es un símbolo construido después, no es algo vivido de ese modo por los protagonistas. Nuestro primer gran historiador, que fue Bartolomé Mitre, dijo: “Esto que somos nació el 25 de mayo de 1810″, por el hecho del movimiento revolucionario, que a la larga terminó en una independencia. Fue muy oportuno para una nación que todavía estaba en construcción entre 1860 y 1880, pensando en esos millones de inmigrantes que vinieron y en los millones de hijos que tuvieron esos inmigrantes. Tener una acta de nacimiento nos dio algún tipo de solidez en una época donde esa nacionalidad todavía estaba muy en construcción. Pero una cosa es estudiar Historia y otra es construir una efeméride. En un acto del 25 de Mayo no te pones a problematizar y cuando evocamos un pasado común está bien que nos trepemos al símbolo.

-Entonces, ¿Por qué es la fecha patria por excelencia?

-El 25 de mayo tiene eso de ser la primera, como el inicio. Este fenómeno que fue absolutamente porteño y local. El 25 de mayo es de Buenos Aires. Fin. Sin embargo, nos sirve como una fecha de reivindicación colectiva territorialmente hablando como de toda la Argentina. Si uno se pone a pensar en los bicentenarios, se le dio mucha más manija al Bicentenario del 10 que al del 16, más allá de los diferentes contextos políticos. Otra fecha más colectiva es la del 9 de julio de 1816.

-¿Por qué nos confundimos o no sabemos la diferencia entre lo que pasó el 25 de mayo y el 9 de julio?

-Es que es muy razonable la confusión porque el 25 de mayo no nos independizamos, a diferencia de algunos otros movimientos hispanoamericanos. Acá la cosa fue muy prudente, muy confusa, muy gradual. No te puedo decir que el 25 de mayo de 1810 a ninguno se le pasara por la cabeza cortar vínculos con España, pero el que lo pensara era un loco suelto en ese momento. Si uno mira los vaivenes que hay entre 1810 y 1816 hay muchos momentos en que los gobiernos de Buenos Aires están muy cerca de pactar con España y de regresar a la fidelidad a Fernando VII. La cuestión es muy contradictoria. En el ‘16 la cuestión es: “bueno, basta, ya nos comimos demasiada guerra, nuestras posiciones se alejaron demasiado. No nos queda otra que jugar hacia adelante la independencia”. Pasaron seis años y las cosas van madurando, eso que en el ‘10 no estaban maduras ni de cerca. Es como, en una relación, cuando te vas porque si no no te vas más.

El Cabildo y el 25 de Mayo, la fiesta patria donde, según Sacheri, todavía no podíamos hablar de Argentina ni de libertad

-Desde tu papel de profesor de Historia, ¿cómo ven el 25 de mayo las nuevas generaciones?

-La primera reacción es un poco la perplejidad, pero es algo que te pasa frente a cualquier conocimiento que tenés como muy asumido. La ventaja de desarmar una certeza con los adolescentes es que son muy plásticos para la incertidumbre, ven lo estimulante, mucho más que los adultos. Lo delicado para uno como profe es no hacerte el derribador de mitos. Es una posición que me fastidia muchísimo. En clase toca problematizar el mito. La idea es compartir un conocimiento científico y dejar de lado el consenso mítico para tratar de desgranar los hechos, las participaciones y las interpretaciones del modo en que fueron no sólo la política, sino la economía, la sociedad, etc.

-En el libro -seguro en las clases también- utilizás distintos recursos para explicar algunas situaciones: canciones, versos, libros, autores y el fútbol, entre otras, ¿cómo explicarías futbolísticamente la Revolución de Mayo?

-Es un partido en el que vos estás en la tribuna y te llaman a jugar porque eso es la Revolución de Mayo: hay revolución porque se derrumba España. Eran otros los que tenían la pelota. Pero ya no y te bajan de la tribuna para ponerte a jugar y ¿qué te pasaría? Primero, la alegría, el interés y, de inmediato, el caos. ¿Quién va a jugar de qué? ¿Quién va a obedecer? ¿Y quién va a mandar? No hay un capitán designado en este equipo. Nos resultó estimulante que nos llamaran a jugar, sí, pero en cuanto suene el silbatazo inicial, empezaron los problemas. Jugar no es lo que pensábamos. Y vas a tener los que se adaptan mejor y quieren cambiarlo todo, como Mariano Moreno, y los que no quieren cambiar casi nada como Cornelio Saavedra. Los tipos abren la caja de Pandora el 25 de mayo y se compran todos los quilombos que te puedas imaginar. Si leés las memorias de los revolucionarios de mayo, como las de Saavedra, en los años 20 ya están retirados y notás amargura de esos tipos y no dicen “che, qué bien que hicimos, qué fenomenal nuestra aventura”.

- El concepto de libertad está presente en el libro, pero también muy presente en nuestros días. ¿Cambió desde 1810?

-Sí. Es más, en 1810 libertad no significaba lo mismo para todos que están involucrados, ni siquiera para esos tipos que forman la Primera Junta, como nos pasa a nosotros, que no todos pensamos lo mismo cuando pensamos en la libertad. Para algunos la libertad significaba tener al mismo rey, pero para otros al rey y no a las instituciones españolas. Para otros era más como en la Revolución Francesa, que no quiero que el Estado se meta conmigo. Yo soy un individuo. “Yo soy un ciudadano”, es lo que dice, y esa se parece más a la nuestra. Hay dos grandes principios de libertad e igualdad que son antitéticos. Supongamos que si somos todos iguales, mi margen de libertad es menor y yo quiero ser diferente. Es un debate que podrías pensarlo en el hoy: movimientos políticos que reivindican más la libertad y otros que entienden al Estado como un igualador. Doscientos años después siguen siendo conceptos que pueden convivir, pero porque pueden tener conflicto.

-También existían las grietas, entonces.

-Creo que las grietas no son perpetuas, porque la Historia no es cíclica y no se repite. No se puede analizar una realidad de hace 200 años con los criterios y las cabezas que tenemos 200 años después. Sí, me parece que en algunos momentos los proyectos tan distintos hacen que la convivencia se vuelve prácticamente imposible, entonces hay situaciones donde la coyuntura política conduce una grieta. No creo que sea ni la misma grieta ni que la grieta sea perpetua. En 1810 no tenés una grieta hasta que avanza el tiempo, por quién gobierna cada región.

“Tener una acta de nacimiento nos dio solidez en una época donde esa nacionalidad todavía estaba muy en construcción. Pero una cosa es estudiar Historia y otra es construir una efeméride”

-También escribís sobre las Invasiones Inglesas en 1806 y 1807 y decís que son muy importantes para lo que pasó cuatro años después. ¿Por qué?

-Es un curso acelerado de un montón de cosas: cómo es comerciar con ellos sin los españoles, cómo formar ejércitos, que son milicias, o sea, de ciudadanos comunes. Se da un conjunto de experiencias militares, políticas y económicas que les cambia la cabeza y no pueden ser los mismos después. Esas milicias fueron muy importantes. Y para enseñar en Historia siempre es fundamental volver un poco para atrás y mirar mapas.

-¿Qué sucede con el papel del profesor a la hora de enseñar estos hechos?

-Con 25 años de aula no estoy tan seguro de que la posición periférica del docente sea buena. El profesor tiene algunas cosas para decirte por haber estudiado, y te las digo de manera entretenida, ocurrente, tomando otros recursos, sirviendo de metáforas como las que ves en el libro: un ejemplo futbolístico, uno cinematográfico. Creo en la centralidad del docente y del conocimiento que trae.

-¿Cómo articulás tus roles de escritor y profesor?

-Son dos mundos que a mí me gusta como mantener bastante separados. A mí me gusta que lo que mis alumnos se lleven de mí sea lo que pasó ahí adentro no lo que puedan saber de afuera. Ojalá me recuerden como un buen profesor de Historia, que les dejó buenas inquietudes sobre tal periodo histórico. Y si se acuerdan que además escribía y salía en la tele, no hay problema, pero que no sea al revés.

-¿Cómo podemos definir a los héroes o a los próceres de la patria sin caer en lugares comunes?

-Son personas enfrentando desafíos, indudablemente mucho más grandes que los que nos tocan a nosotros, pero enfrentándolos con un montón de ambigüedades de dudas de cambios. Entendamos antes de juzgar. Entendamos y mejor nos juzguemos.

-Si hoy tuvieras que organizar el acto del 25 de Mayo, ¿Qué elemento es fundamental?

-Personajes que se hagan cargo de su propia vida y que dejes de basarte en un papá o una mamá omnipresente que te digan tranquilizadoramente lo que tenés que hacer.

Quién es Eduardo Sacheri

♦ Nación en Buenos Aires en 1967

♦ Es profesor y licenciado en Historia.

♦Es guionista y colabora con distintos medios nacionales e internacionales.

♦ Ejerció la docencia universitaria durante veinte años. Actualmente, da clases en el nivel secundario en la Provincia de Buenos Aires.

♦ Publicó Esperando a Tito, Te conozco, Mendizábal, Lo raro empezó después, Un viejo que se pone de pie, Los dueños del mundo, Ser feliz era esto, Lo mucho que te amé y El funcionamiento general del mundo, entre otros.

La pregunta de sus ojos (cuya adaptación se llama “El secreto de sus ojos”, ganadora del Premio Oscar a la categoría de mejor película extranjera) Papeles en el viento y La noche de la Usina fueron adaptadas al cine.

♦ Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas.

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