Cuando Mario Benedetti falleció en su casa de Montevideo el 17 de mayo de 2009, el escritor, dramaturgo, poeta y periodista uruguayo tenía 88 años y un número similar de libros en su haber. Desde entonces, su fructífera obra se alza en contraste con su irremplazable ausencia y reafirma lo que el autor plasmó, con inigualable simpleza, en uno de sus poemas más conocidos: “Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”.
A trece años de su muerte, su biógrafa y amiga íntima, Hortensia Campanella, dio una conferencia titulada “Mario Benedetti, luces y sombras de la coherencia” en el Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos de la Universidad de Alicante, España. Allí, Campanella alabó la trayectoria vital y literaria de “una enorme coherencia” por parte de Benedetti, un autor al que, a pesar de estar “muy comprometido” con la realidad, no catalogaría como “panfletario”.
La autora de Mario Benedetti: un mito discretísimo, y presidenta de la Fundación que lleva el nombre del autor de Montevideanos, recordó: “Benedetti siempre dijo que, para él, lo más importante era la literatura, aunque la literatura estaba íntimamente relacionada con la sociedad y con lo que ocurría en la sociedad”.
Fue ese compromiso el que llevó a Benedetti a tener que exiliarse de Uruguay ante la llegada al poder de la dictadura cívico-militar. Obligado a huir de su país natal con el golpe de Estado de 1973, pasó primero por Buenos Aires; luego por Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado; después se instaló en Cuba, país en el que pasaría casi cinco años entre La Habana y Alamar; y, por último, residió en España, país al que luego de su exilio volvería intermitentemente hasta la muerte de su esposa, Luz López, en 2006, motivo por el cual el escritor se instalaría definitivamente en Uruguay hasta sus últimos días.
Para Campanella, el exilio que Benedetti sufrió fue un “corte brusco debido no solo a tener que vivir en otro lugar, sino a que fueran prohibidas sus obras”, lo que provocó entonces que se interrumpiera lo que “ya era una especie de alianza positiva con sus lectores”. Eso también ocasionó “sombras” a lo largo de dicho período, dado que “hubo críticos con la obra de Benedetti, sobre todo en algunos estamentos institucionales, que opinaban sin prácticamente conocerla o solamente los primeros textos”, reprochó.
Con respecto a su vastísima obra, Campanella sostiene que “es una gran injusticia que a un autor que tiene casi noventa obras -a veces pienso que más- se lo conozca solamente por La tregua, Montevideanos o Poemas de la oficina”.
De la larga e inabarcable bibliografía de Benedetti, que casi roza el centenar de libros publicados en vida, sumados al puñado que vieron la luz de manera póstuma, la mayor parte son libros de poesía. En esa extensísima lista, tanto su primer libro, La víspera indeleble (1945), como el último, Testigo de uno mismo (2008) son poemas, lo cual no es un dato menor.
Campanella recordó que Benedetti, a pesar de aggiornarse sin dificultad a las nuevas tecnologías y probar distintos tipos de computadoras para redactar sus novelas y ensayos, escribió, hasta sus últimos días, sus poemas a mano en un cuadernito que llevaba a todos lados.
Benedetti es conocido, primero, por ser parte de la Generación del 45, corriente de escritores y artistas uruguayos como Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, y luego se lo incluyó en lo que se conoció como el “boom latinoamericano”, con colegas de la década del 60 y 70 como el colombiano Gabriel García Márquez y el argentino Julio Cortázar.
Para su biógrafa, la obra benedettiana encarna “valores, temas y principios universales”, con un mensaje que tiene “plena vigencia hoy como hace cincuenta o sesenta años”. De todos modos, aunque Benedetti tiene un lugar asegurado e indiscutido en el podio de los mejores escritores de habla hispana, Campanella lo distingue, en una época en la que se debate si está bien separar o no al arte del artista, por sus cualidades como persona más allá de su pluma: “Era una persona modesta, cálida, afable, que no tenía un ego enloquecido, como algunos escritores tienen”.
A trece años de su fallecimiento, trabajos como los de su biógrafa Hortensia Campanella acercan a nuevos públicos la figura de uno de los escritores latinoamericanos más importantes del siglo XX, cuyo reconocimiento fue perdiendo intensidad en los últimos años. A pesar de eso, su vastísima obra habla por sí misma, mucho más fuerte que el silencio ensordecedor de su ausencia: “Después de todo, la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”.
A continuación, Infobae Leamos comparte el poema “Te quiero”, de Mario Benedetti:
Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
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