Después de dos años alejado por la pandemia, Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1960) regresa al mercado editorial con su novela “Stevenson, inadaptado”, con el sello de Penguin Random House.
Este libro se escenifica en el momento justo cuando comienza a propagarse el coronavirus por todo el mundo, impactando a la humanidad con una cuarentena que obligó a casi todo el planeta a soportar dos años de encierro amenazado por un asesino invisible.
Es en ese marco que Fadanelli nos presenta a Mario Stevenson, el personaje principal del libro, quien “no logra dar crédito a su buena suerte”, pues, a sus 50 años, no se ha enfermado nunca; sin embargo, tal vez no se algo para celebrar, porque el no estar enfermo lo acerca aún más a la muerte.
Lo que lo afecta es su temperamento, nunca ha experimentado culpabilidad ni preocupación alguna por lo que pasa en la sociedad, no tiene hijos ni nada que lo lleve a preocuparse por la muerte. Sin embargo, Stevenson, rodeado del temor generado por la pandemia, comienza a sentir que en cualquier momento podría enfermarse y llegar a sentir un dolor insoportable, que podría tirarlo en cama, llevándolo a dejar su arrogancia y convertirlo en un ser más humilde. “Mi enfermedad es mi salud”.
Durante las primeras páginas del libro se hace una descripción del pensamiento de Stevenson, que incluye una crítica hacia el futuro y la expresión de una gran indiferencia por aquellos que van a tomar las riendas del mundo y una gran apatía hacia el trabajo de los médicos. A pesar de no haber sufrido daño y no haber entrado nunca a la consulta de un doctor y mucho menos a un quirófano, cuestiona por qué estos profesionales son capaces de restaurar la salud, sin conocer bien la salud.
Asegura que los galenos tienen solo una forma de ver el mundo y de aliviar el dolor, no hay otra porque esa es la única realidad que ellos conocen, meterse en ese mundo afirma, es “abrir puertas de habitaciones horrendas donde se enfrentaría a toda clase de problemas innecesarios”.
En medio de una sorpresiva pandemia las personas se ven sometidas a una cuarentena estricta, encerrados y sin salir de casa. Stevenson decide irse a un hotel, acompañado de Aracely, una prostituta que deambula por el lugar, y su prima, la encargada, de la cual solo conoce sus manos. Nunca a visto su rostro.
Stevenson trata de no discutir con nadie, y mucho menos con los personajes que se crea en su cabeza; entre sus sueños y deseos, hay una intrusa, Aracely, quien toca su puerta y lo involucra en una dinámica en la que ya no sabe si lo que vive es real o no.
La mujer lo rechaza, pero a él realmente conquistar a una mujer le es indiferente, no le interesa seducir asegura que es como “una clase de conducir ofrecida a un ciego”.
Al final, Stevenson termina convirtiéndose en lo que más ha odiado, en un falso doctor.
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