Amor, pasión, lujuria, todo es parte de una misma realidad que a lo largo de la historia ha atravesado por diferentes etapas, del libertinaje al puritanismo, y de regreso. Vicki León ( la autora de “El cadáver de Alejandro y otras historias de ciencia y superstición en la antigüedad”) muestra nuevamente su conocimiento del mundo antiguo describiendo con lujo de detalle la sexualidad de aquella época.
“The joy of sexus: Lust, love & longing in the anient world” está distribuido en nueve capítulos, cada uno de los cuales está conformado por cuentos cortos que revelan desde los aspectos más sensuales a los más bárbaros del mundo antiguo.
La autora no se anda con rodeos, no oculta, escribe la verdad que ha podido descubrir de las antiguas prácticas sexuales, especialmente de los personajes más poderosas, como algunos emperadores y su gusto por los niños pequeños. En este libro lo ostentoso y lo extravagante van de la mano.
En sus páginas abunda la pornografía, los festivales orgiásticos y los “consoladores de palitos de pan”, descritos por León en un tono vibrante y juguetón.
Entre las historias incluidas en el libro se encuentra la de un político romano el cual es “oficial del ejército amotinado, travesti político, líder de pandillas, travesti, rehén pirata y entusiasta aficionado al incesto”.
Se trata de un viaje esclarecedor a esas particularidades del mundo antiguo que no se encuentran en los libros de texto de la escuela secundaria.
Uno de los que escribe se titula “Emperor Tiberius, voyeur: The arcane lust of Tiberius” (Emperador Tiberio, voyeur: La arcana lujuria de Tiberio) en el cual escribe cómo el emperador Tiberio, cuyo reinado fue de 4 y 37 d.C., había construido una central pornográfica en Capri.
Su biógrafo Suetonio menciona que se juntaban todos los adolescentes hombres para realizar cadenas de actos sexuales, actos que realizaba el emperador por turnos: tanto voyeur y participantes.
Uno de los actos que se escriben en el texto es en la piscina, en la cual entrenaba a los niños pequeños para soportar horas bajo el agua, para que después pudieran hacerle una felación y mordisquearlo. A estos menores, el emperador los llama “sus pececitos”.
En otro texto, hacen mención que los hombres del antiguo mediterráneo cuidaban lo que comían. Los griegos creían que la lechuga era antiafrodisiaca, el cual marchitaba una erección; los egipcios decían que la lechuga lasciva les daba vitalidad y vigor a sus órganos, razón por la cual servían lechuga en sus orgías.
En muchos de estas verduras pusieron énfasis y mientras disfrutaban y no conseguían alguna verdura utilizaban el aceite de oliva que las mujeres colocaban por toda la piel del hombre.
Esta y muchas otras historias son un claro ejemplo de lo que se practicaba en el mundo antiguo y el cual, en algunos casos, resulta ser distinto a lo que muchos pensarían que hubo.
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