Aunque en los últimos años abundaron las noticias de cierre de librerías, en especial después de las restricciones generadas por la pandemia, la avenida Corrientes aún es uno de los epicentros literarios de la Ciudad. Hasta hace poco más de un lustro, Buenos Aires era la ciudad con mayor cantidad de librerías por habitante, pero la reciente tendencia decreciente hizo que quedara por debajo de Lisboa y Melbourne en la lista.
De todos modos, en el tramo de Av. Corrientes que va desde Callao hasta Cerrito y sus alrededores todavía resisten unas pocas decenas de librerías, en mayor medida de saldos y usados, que mantienen vivo un circuito histórico, parte de la identidad del centro porteño. ¿Cómo sobreviven? ¿Qué medidas toma el Estado para resguardar esta parte fundamental de la cultura? ¿Qué futuro tienen?
Infobae Leamos recorrió las librerías de la emblemática avenida porteña antes de la segunda edición de Corrientes Cultural, un ciclo organizado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires en el que habrá música, teatro, letras, humor, danza y visuales para fomentar el movimiento en la zona los fines de semana del 21 de mayo hasta el 31 de julio.
“Este tipo de eventos nos dan una mano importante. Estaría bueno que los hagan más seguido”, dice Cristian, de la librería Edipo, mientras responde las consultas de tres clientes a la vez. Aunque hay más movimiento del que están acostumbrados en las primeras horas de un día hábil, sostiene que no es un panorama habitual: “La estamos remando como podemos, como todos los comercios de Corrientes. Pero fue y sigue siendo duro”.
Aunque los turnos en las librerías de la zona son más largos de lo que se estila en el rubro, desde la pandemia tuvieron que acortarlos ante la disminución de público: “Los fines de semana, cuando se arma la peatonal, hay un poco más de movimiento, por lo que laburamos hasta la medianoche. Pero antes de la pandemia estábamos hasta las 3 de la mañana, cosa que hoy es impensada”, dice Jorge, de la misma librería. Para él, de todos modos, no todo depende del flujo de clientes: “El problema principal es el precio de los libros. Las novedades no bajan de los dos mil o tres mil pesos, por lo que la gente ahora tiende más a los usados”.
Para Alejandro, que atiende entre los dos pasillos abarrotados de libros en Obel, Corrientes Cultural es un evento que toma con pinzas: “Son propuestas que están buenas en la medida que traen un público distinto. Pero aunque en Corrientes todos compartimos el público, este tipo de movidas les sirven más al resto de los comercios de la avenida, como pizzerías, cafés y teatros”.
Por su parte, Armando, el dueño de la librería Lucas, también pone en duda la efectividad de los eventos organizados por el Gobierno de la Ciudad: “A nosotros estas movidas no nos ayudan mucho. No convocan un público especialmente lector, y las grandes concentraciones de gente que se dan con los espectáculos en la calle hasta nos juegan en contra porque paran el movimiento: traen más público al lugar, sí, pero en las actuaciones esa gente se enfoca en otra cosa, no en los libros”.
Aunque la librería Lucas, que abrió en 1996 y se convirtió en un emblema de la zona, fue testigo de varios procesos de cambio que transformaron la avenida Corrientes, Armando, su dueño, sostiene que la mayor alteración se dio con la pandemia. “De a poco nos estamos recuperando pero con otro público. El que provenía de Tribunales prácticamente no está desde que se instaló el teletrabajo. Pero hay otro, al que yo llamaría ‘paseantes’: mucho turista que viene al centro y aprovecha este circuito tan diverso para comprar algún que otro librito. Siempre hubo movimiento. Hoy hay un público lector que, a pesar de haberse reducido, también se concentró, por lo que trabajamos bien, aunque siempre dentro de los parámetros de esta realidad económica tan difícil que estamos viviendo”.
En la librería Kafka, mientras una mujer chilena intenta pagar con dólares y alaba los precios de los libros argentinos que, a diferencia de lo que sucede en su país, no pagan impuestos, quien la atiende advierte, al igual que tantos otros de sus colegas, cómo se transformó el público de la zona: “El ecosistema del centro cambió radicalmente con la pandemia. Nosotros estamos hace 16 años y nunca habíamos visto algo así: oficinas cerradas, locales abandonados… Es algo fantasmal, inhóspito”.
Algo similar opina Néstor, de la librería Sudeste que, al ser una de las más grandes de la zona, tuvo que recortar el horario de atención y gran parte de su personal: “En 2010, cuando abrimos, la calle Corrientes era una fiesta: trabajábamos todos los días hasta las once de la noche y los fines de semana hasta las dos o tres de la mañana. Pero con la cuarentena cambiaron los hábitos de la gente, y como la cuestión económica viene complicada, cada vez cuesta más invertir en un libro como parte del paseo nocturno. Con los precios actuales, a quienes pagan una entrada para el teatro y salen a comer no les alcanza para, además, llevarse un librito. Entre la comida, los espectáculos y las chucherías para los más chicos, el libro queda relegado: es el último orejón del tarro”.
Pero, en su diversidad característica, no todas las librerías de Corrientes viven este momento de la misma manera. La Revistería, por ejemplo, es de las pocas que brilla con una intensidad particular. Al vender historietas, cómics y mangas, que atraen a un público joven y voraz, pueden darse el lujo no solo de mantener un local grande y colorido, sino también de contratar nuevos empleados, a diferencia del resto que, en los últimos años, tuvo que recortar personal.
Sofía, de la librería Dickens, se mostró esperanzada: “Como en todo comercio, costó reactivar, pero nuestro público por suerte sigue bastante activo a la hora de comprar libros. Somos una librería de libros usados que, afortunadamente, cuenta con clientes muy fieles. Pero también hubo un influjo muy grande de juventud, más que nada a partir de la utilización del Pase Cultural”.
Otra de las librerías más grandes de la zona, que en la esquina de Corrientes y Callao abre el circuito, es Zivals. Aunque el grueso de sus ventas proviene más de la música que de los libros, especialmente de los vinilos, sus trabajadores sostienen que, últimamente, todo parece marchar viento en popa: “La pandemia fue un punto de inflexión. Desde que se reactivó, el movimiento se acrecentó muchísimo y las ventas aumentaron casi tres veces con respecto al período anterior”, dice Alfredo. Aunque no le adjudican ese incremento a las actividades de fomento que organiza la Ciudad, también se mostró esperanzado con respecto al futuro del rubro, que hoy muchos ponen en duda: “Estuvimos en la edición pasada de Corrientes Cultural pero no sentimos que haya sido beneficioso, para nada. Aún así, creemos que la gente busca refugio en la música y en la literatura. Y eso no va a cambiar nunca”.
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