La indignación por los excesos de los más ricos reabrió el debate por la desigualdad: Piketty y Gasparini muestran que no es irremediable

¿Las guerras y las crisis se dan porque la inequidad es insoportable? ¿Eliminarla del todo puede ser contraproducente? Dos libros que encaran un tema del momento con conocimiento pero también con sencillez.

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"Breve historia de la igualdad",
"Breve historia de la igualdad", de Thomas Piketty y "Desiguales", de Leonardo Gasparini.

Una vez más se cumple aquella frase de uso múltiple que reza que lo nuevo no es la distribución desigual del ingreso, sino el debate sobre ella. Durante varias décadas del siglo pasado esta discusión durmió el sueño de los justos, o más precisamente de los injustos. Buena parte del convulsionado siglo XX fue testigo de una tendencia acelerada hacia una mayor equidad, resultando en una carencia de debates en torno a ella. Pero el último cuarto del siglo pasado las políticas de liberalización hicieron reaparecer desigualdades nítidas. La indignación que causó en la gente común contemplar los excesos del 1% (o tal vez el uno por mil) más rico del planeta fueron el nexo imprescindible para asegurar que la oferta de análisis sobre la inequidad tendría una demanda de público suficiente.

En este contexto, aparecieron recientemente dos volúmenes donde la cuestión de la desigualdad se trata de manera integral. Una pertenece al autor fetiche y estrella mundial en estos temas, Thomas Piketty. Su último trabajo es Una breve historia de la igualdad y constituye una suerte de actualización de su antecedente más importante, el monumental El Capital en el Siglo XXI. Casi al mismo tiempo, se publicó Desiguales, el primer título divulgativo del economista argentino Leonardo Gasparini. Si bien Gasparini tiene antecedentes académicos locales e internacionales de sobra, larga con amplia desventaja respecto de Piketty en la grilla de la popularidad.

La revolución Piketty

Ambos textos son, a su modo, esenciales. La “revolución Piketty” fue decisiva para establecer contacto entre el análisis académico de la desigualdad y el lector común, y también para instalar el tema en la discusión pública de políticas. La recepción de sus colegas, sin embargo, estuvo lejos de la aclamación. En Estados Unidos su hipótesis central sobre las causas de la desigualdad fue desafiada sin piedad. Piketty afirma que una tasa de retorno del capital (la tasa de ganancia) mayor a la tasa de crecimiento de la economía es responsable de la creciente inequidad en la distribución de recursos, pero ni la teoría ni la evidencia empírica parecen justificar esta tesis con rigurosidad.

Mientras tanto en Europa, y en Francia en particular, su pose filomarxista ha encolerizado a los expertos en el autor de El Capital. Los críticos acusan a Piketty de no comprender el concepto de capitalismo, lo que deriva en propuestas de un capitalismo democrático tan quimérico como impracticable e incoherente. Piketty ha sido en parte responsable de esta reacción. Su estilo es el equivalente académico al de las celebrities del mundo del espectáculo y su afán publicitario incluye tratar de referenciarse como una reencarnación de los autores clásicos. Si bien esta actitud logró el objetivo publicitario de indignar a quienes ven fantasmas comunistas en todas partes, no contentó en absoluto a los académicos marxistas franceses.

Según Piketty, guerras, revueltas y crisis son expresiones de hastío de la sociedad ante inequidades que se tornan insoportables.

De todos modos, Una breve historia de la igualdad se para por sobre estas invectivas. Su hábito divulgativo y colmado de gráficos deja entrever sus verdaderas intenciones, que están lejos de vender literatura vacía o dogmas ideológicos. Piketty ha sido además uno de los pioneros en el desarrollo de bases de datos fundamentales para entender la desigualdad en el mundo y a lo largo de la historia (y en el que participa un economista argentino, Facundo Alvaredo). Este es un aporte nada menor considerando que los ricos suelen ser bastante reacios a declarar sus fortunas, y los gobiernos a preguntarles.

La tesis principal de Piketty en este libro reside en la explicación de lo que parece ser un error de tipeo en su título. En efecto, el autor nos aclara que desde fines del siglo XVIII ha habido una tendencia inequívoca hacia la igualdad. Sin embargo, se partió de una situación extremadamente desigual, y por lo tanto se llama a actuar para sostener las actuales tendencias.

Con este fin y a diferencia de El Capital en el Siglo XXI, Piketty incursiona más en la Historia y en las Ciencias Sociales que en la teoría económica y elabora un diagnóstico que le permite ser a la vez optimista y progresista. Es aquí donde redobla su apuesta en contra de la perspectiva del materialismo histórico marxista, sosteniendo que estos cambios pueden edificarse dentro del sistema capitalista, mediante reformas. Aún así, se remarca que la tendencia a la desigualdad no está exenta de conflictos. Guerras, revueltas y crisis son expresiones de hastío de la sociedad ante inequidades que se tornan insoportables y su desarrollo empodera las tendencias a limitar el accionar del mercado y a disponer de una mayor intervención estatal a través de instituciones más inclusivas.

Thomas Piketty. Profesor, economista y
Thomas Piketty. Profesor, economista y estrella. (EFE/Sebastian Silva/Archivo)

Piketty parece pasar de largo de las respuestas que generaron sus obras anteriores. Su hipótesis estelar acerca de la relación entre tasa de retorno y crecimiento ha desaparecido por completo y no es obvio que esta hipótesis sea un antecedente para entender las ideas planteadas en Una breve historia de la igualdad. Piketty parece decidido a modernizar sus nociones, y después del análisis histórico de la primera parte del libro aparecen debates novísimos como la discriminación, el patriarcado, el racismo, los paraísos fiscales, la ecología y el multiculturalismo, todos bajo la lupa de la desigualdad. Si bien Piketty tiene datos interesantes para mostrar en algunos de estos aspectos, su necesidad de abarcar casi todos los temas que importan a la sociedad en menos de 300 páginas deja al lector con la sensación de que algunas de las propuestas están teñidas de wishful-thinking (deseos, ilusiones).

Más racionalidad que pasión

El libro de Gasparini está lejos de las virtudes y defectos que rodean la notoriedad pública del escritor francés. Desiguales no pretende plantear una teoría original o general de la desigualdad sino registrar una guía técnica basada en el estado del conocimiento académico para pensarla con más racionalidad que pasiones. El texto nos recuerda página tras página los límites del conocimiento profesional sobre estas cuestiones y se toma la saludable costumbre de remarcar permanentemente los dilemas que rodean las políticas para atacar la desigualdad y sus consecuencias.

Lo que prueba el camino que recorre Gasparini es que partiendo de las disyuntivas y de los hallazgos parciales o dudosos de esta materia es perfectamente posible llegar a conclusiones útiles. La más obvia es que es necesario entender mejor el origen de la desigualdad para atacarla. Hay inequidades inevitables y hasta necesarias y otras mucho menos tolerables. Gasparini explica mejor que nadie por qué eliminar toda desigualdad no solo es imposible sino también contraproducente.

Gasparini explica mejor que nadie por qué eliminar toda desigualdad no solo es imposible sino también contraproducente.

En cuanto a las políticas, la metáfora que aparece en el último capítulo es ilustrativa. Un médico lista a su paciente las recomendaciones para mejorar su salud y un especialista lista a un político una agenda para atacar la desigualdad. Ambas enumeraciones resultan a la vez ser obvias, difíciles de implementar y de efecto gradual. El paciente debe dejar de fumar, comer más sano y hacer ejercicio; el político debe invertir en educación, en instituciones de protección social, establecer impuestos progresivos y eliminar prebendas y privilegios. “¿Y para esto estudiaste tanto?” podría bromear un meme de Oscar Ruggeri, pero lo cierto es que aún estas obviedades tienen detractores (los revolucionarios y los liberales extremos), y también dificultades de implementación, porque afectan intereses. Aún descontando el escepticismo, Gasparini confía es que algunos objetivos son alcanzables. Eliminar la pobreza extrema y minimizar las desigualdades indignas están entre ellos, y el autor muestra que no son en absoluto utópicos.

En la conclusión, el propio Gasparini se burla de la escasa llegada que tendrá su libro. El reconocimiento puede resultar empático, pero a mi modo de ver constituye una pequeña tragedia. Leonardo Gasparini es uno de los cientistas sociales más destacados del país. Su guía para pensar la desigualdad, escrita en forma inteligible y a la vez conceptualmente fundamentada y documentada, debería formar parte del manual de todo aquel que discuta sobre este tópico y sobre las políticas para atacarla. Si bien hasta hace poco el análisis estaba fragmentado en artículos académicos de difícil acceso, con este libro se acabaron las excusas. Vale ahora reclamar a analistas, periodistas y políticos la lectura de este libro si quieren exhibir una perspectiva básica, honesta e informada sobre la desigualdad y sus malestares.

Pero así es el mundo. Algunos autores priorizan ser escuchados y reconocidos por sobre la presentación objetiva del estado del arte de su objeto de estudio; otros tienen estos objetivos invertidos. Por definición, los primeros atraerán a más público y a los decisores de política, pero sus ideas no gozarán de la robustez suficiente. Los segundos parecen en cambio condenados a ser ignorados, demorando la llegada a la realidad de la sensatez, la moderación y las herramientas de la ciencia: coherencia teórica y evidencia empírica.

* Pablo Mira es Docente e Investigador del IIEP (UBA). Fue Director de Información y Coyuntura del Ministerio de Economía.

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