Luces bajas, lámparas de colores, una laptop abierta, un DJ que opera una consola de música. Cualquier asistente asiduo de la Feria del Libro de Buenos Aires sabe que el stand Zona Futuro en la Feria del Libro es, por antonomasia, un espacio de experimentación y sangre joven. En esta oportunidad, a 150 años de la publicación del Martín Fierro de José Hernández, Zona Futuro llevó adelante un homenaje a tono con los tiempos que corren. La cuestión era, entonces, ¿qué tratamiento puede hacerse de un clásico como el Martín Fierro?
La literatura argentina contemporánea supo responder muy bien a la pregunta. Lo supo Borges, al escribir en el cuento El fin la historia del negro que vuelve para vengarse de Martín Fierro. O al imaginar en Biografía de Tadeo Isidoro Cruz la historia del amigo de Fierro. Lo supo Gabriela Cabezón Cámara, autora de Las aventuras de la China Iron, finalista del prestigioso International Booker Prize 2020. Allí, el centro se desplaza de Fierro a Josefina, su esposa, quien toma la voz y expresa sus deseos y pensamientos.
Tributo a un clásico argentino
Este sábado, en la algarabía general de la Feria del Libro, mientras “hordas” de jóvenes recorrían pasillos y stands para aprovechar los últimos días, no faltó el nexo de índole musical con el clásico argentino. El cronograma rezaba: 18:30. Tributo a Martín Fierro. Viejas historias, nuevxs payadorxs, gauchesca, remix y freestyle. “Es un libro muy importante para la literatura argentina porque fue la primera vez que alguien le dio la voz al otro, al gaucho”, dijo el presentador Esteban Castromán antes de dar comienzo, y agregó: “Parece una serie de Netflix analógica, con idas, vueltas, asesinatos y hermandades”.
“El Martín Fierro parece una serie de Netflix analógica, con idas, vueltas, asesinatos y hermandades”. Esteban Castromán
“Aquí me pongo a cantar, al compás de la vigüela”, escribió para siempre José Hernández bajo el nombre de Fierro. 150 años después, en el stand de Zona Futuro, con luces apagadas y un sonido envolvente, la joven Luyara Tink tomó el micrófono y, a la manera de los viejos payadores, empezó a rimar sobre bases de hip-hop.
De esta manera, se reprodujo el contrapunto entre dos payadores, en un paralelismo que asocia a los contendientes con la riña de gallos y las batallas de freestyle entre raperos. “La actitud que tenía Martín Fierro era de darle la voz al otro, y lo que pasa con el hip hop es que es una herramienta popular para contar y cantar las experiencias que pasan en este mundo tan complejo de la actualidad”, explicaba Castromán. “Los payadores y los raperos se relacionan telepáticamente entre el tiempo y el espacio, en un acto que es cantar y contar a través de la poesía y el arte”.
Luyara Tink, improvisadora que en sus redes sociales se define como rapera, freestyler, cantante y host afrodescendiente, dijo desde el escenario: “Es una experiencia hermosa vivir y compartir a través del arte de rimar. Para mí, el Martín Fierro eran unos premios, algo lejos de un pibe de barrio, pero cuando me mandaron a leerlo encontré más similitudes de las que creía”.
“Martin Fierro era juzgado por decir lo que quería decir, y hoy nosotros también” . Luyara Tink
Entre rima y rima, con bases de hip hop en las que predominaban las tonalidades menores, Luyara intercalaba: “Martin Fierro era juzgado por decir lo que quería decir, y hoy nosotros también: parte de la filosofía de la rima es no callarse y decir la verdad todo el tiempo”.
“Estan lloviendo rimas, porfa abran sus sombrillas”, improvisaba la joven, y en lo espontáneo de la velada, que el público acompañaba con palmas, se escuchó: “Pobre de mí, pobreza cero nos dijeron por ahi”. “¿Cuál era la ley primera?”, preguntó Tink al público, y dijo:”Para mí es que a nivel comunidad seamos unidos en nuestros ideales”.
Para terminar, pidió al auditorio que dijera palabras del Martín Fierro para luego armar rimas improvisadas. Alguien dijo “facón”, otro agregó “al ñudo”, “juez” y “pulpería”. De esta manera, se reconstruyeron producciones nuevas con las huellas de Martín Fierro, que de un modo u otro sigue resonando en una época caracterizada por la cultura digital, los giros idiomáticos, nuevas maneras de rimar y géneros musicales distintos.
El Martín Fierro y sus reescrituras
En nuestras letras, no hay texto más proclive a la reescritura y la transfiguración que el Martín Fierro. El motivo es sencillo: es el texto argentino más canónico. La verdadera intención de todo aquel que reescribe el Martin Fierro es actualizar la historia argentina o, al menos, mirarla desde otro ángulo. En este caso, se trata de actualizar el propio Martín Fierro: el hip hop y el freestyle es una manera de volver cercana una obra que a primera vista parece lejana.
En Las aventuras de la China Iron, la esposa de Fierro, Josefina, vive una historia de amor queer con Elizabeth, una británica con la que recorre la llanura, y luego con una india. En el mismo sentido, el escritor Martín Kohan escribió El amor, cuento en el que imagina un vínculo erótico entre Fierro y Cruz, ambientado en algún momento de los siete años que separan El gaucho Martín Fierro (1872) de La vuelta de Martín Fierro (1879).
Otra aventura literaria que involucra una variación del clásico argentino es El guacho Martín Fierro, de Oscar Fariña (2011). Ahí, el famoso gaucho que luego es enviado a defender la frontera aparece transfigurado como un pibe chorro de nuestro siglo. Toda verdadera variación debe mantener algo para poder cambiar otra cosa: en este caso, se trata de una versión que, si bien modifica el origen social del protagonista, conserva la estructura de versos octosílabos.
“Que no se trabe mi lengua con la merca de los trava; la cumbia mi gloria labra y, poniéndome a cantar, flashando me han de encontrar aunque la tuca se me abra”, proclama el protagonista de El guacho Martín Fierro. Y también: “Yo no soy cheto estudiado, ma si me pongo a rimar no tengo cuándo acabar y me hago viejo cantando: las cumbias me van brotando como el meo al escabiar”.
En la misma sintonía, con musicalidad, flow y frescura, Luyara Tink continuó los pasos del gaucho más famoso, aunque en lugar de hacerlo por escrito se dejó llevar por el registro de la oralidad.
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