Jaime Abello, el hombre al que García Márquez autorizó por escrito a usar su nombre y le advirtió: “Pero nunca te equivoques”

Por elección del escritor colombiano, es el presidente de la Fundación Gabo. Cuenta cómo busca honrar la confianza del autor. Y dice que hay gobiernos que ven al periodismo crítico como oposición política.

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Jaime Abello, en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Jaime Abello, en la Feria del Libro de Buenos Aires.

El presidente de la Fundación Gabo viste camisa amarilla. ¿Es un dato anecdótico y de un valor periodístico menor? Puede ser. Pero veamos el contexto.

Como se sabe no todo discurso, ni siquiera una minoría de los discursos son memorables. Abundan los discursos: desde el familiar e íntimo que sobreviene a soplar las velas de cumpleaños y al pedido unísono: “¡Que hable, que hable!” al discurso de Fernando de la Rúa declarando el Estado de Sitio en 2001, que determinó la caída de su gobierno. Entre uno y otro, miles, millones de discursos todos los días.

Sin embargo, hay piezas oratorias que quedan para siempre en el imaginario social, ya sea por la fuerza de sus sentencias “Diré a esta Cámara, tal como le dije a aquellos que se han unido a este Gobierno: ‘No tengo nada que ofrecer, sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor’”, pronunciado por Winston Churchill a meses de comenzada la Segunda Guerra Mundial y remixado por la cultura popular en un más corto y contundente: “Sangre, sudor y lágrimas”.

Otros discursos son recordados como piezas enteras. Del discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura pronunciado por Gabriel García Márquez, leído en guayabera por el escritor en Estocolmo en diciembre de 1982 (este año se cumplirán 40 años del galardón), queda un recuerdo en bloque, como una pieza potente, de denuncia política en años duros para una Latinoamérica plagada de dictaduras, con la fuerza de un texto periodístico contundente y con una reivindicación de la poesía y de la literatura.

“Puede que García Márquez en una época haya sido políticamente radical y en otras, menos; pero lo que siempre fue un convencido de la necesidad de la autonomía política cultural de América Latina”

Jaime Abello llegó a la Argentina para participar, entre otras actividades, del homenaje de la Fundación Gabo, que preside, a ese discurso, en una mesa que lo tuvo como participante junto a Gloria Rodrigué –la primera editora de Cien años de soledad– y Rodrigo García Barcha, hijo del escritor y Mercedes Barcha, en conexión de video vía streaming, coordinados por Ezequiel Martínez, director de la Feria del Libro.

Abello viste camisa amarilla y le dice a Infobae Leamos al comenzar la entrevista: “Es mi uniforme personal cuando hay un momento de celebración de Gabriel García Márquez. Es el amarillo de las flores que le gustaba poner a Gabo en el escritorio o de las mariposas amarillas de Cien años de soledad. No traje guayabera porque hubiera sido demasiado para el frío otoñal de Buenos Aires”.

–Si tuviera que señalar los conceptos que García Márquez destaca en su discurso del Nobel, ¿qué diría?

–Para mí hay dos elementos centrales. Por un lado, la afirmación de la prevalencia de la vida sobre la muerte y las catástrofes y las tragedias. Hay un llamado a creer en la vida, es de un humanismo increíble. Y lo segundo, definitivamente, es un llamado para lo que al final es la verdadera posición de coherencia en el García Márquez con toda su vida, porque él puede que en una época haya sido políticamente radical y en otras, menos; pero lo que siempre fue un convencido de la necesidad de la autonomía política cultural de América Latina y este es un nuevo llamado a esa necesidad de que los latinoamericanos crean en sí mismos, pero además a que respeten los otros sistemas culturales o civilizaciones nuestra búsqueda, porque somos un continente en búsqueda. Mirar Latinoamérica con una mirada europea simplemente podía ser distorsionante.

“Algunos gobiernos ven al periodismo crítico como una oposición política y no aceptan el papel del periodismo independiente”

–Es interesante porque empieza de un modo que podría decirse que da cuenta del realismo mágico y termina de un modo potente como denuncia política.

–Nos demuestra que el estilo de García Márquez evolucionó en periodismo, claramente. Yo diría que su primer periodismo es un periodismo de un escritor. Con el paso del tiempo, un libro como Noticia un secuestro es un libro mucho más riguroso, que no se permite licencias literarias, que es más consciente de la responsabilidad que implica el pacto de lectura del periodismo. Cuando García Márquez crea la Fundación insiste en que los tres pilares sean la investigación, la ética y la idea de servicio público del periodismo. Cuando arrancamos con la Fundación alguna de las cosas que hizo en clase fue leer fragmentos de Noticia de un secuestro y explicar claramente cada una de las fuentes. Es muy importante darse cuenta que el estilo del periodismo está el servicio de la información. Entonces, como en el discurso, evoluciona a un periodismo mucho más apegado al rigor. Y termina apelando a la poesía. Una vez le pregunté a Ryszard Kapuscinski, y luego le hice la misma pregunta a García Márquez, qué disciplina mejor formaba a alguien para hacer buen periodismo y un periodismo narrativo, pero sobre todo periodismo, y ambos me contestaron increíblemente lo mismo: me dijeron que la poesía. Entonces todos los elementos están en el discurso. Cuando hablamos de realismo mágico es muy importante pensar que primero en el realismo y después en lo mágico, porque la gente tiende a mirar el lado mágico de la obra y se le olvida toda la densidad que hay de investigación o de origen que tienen los temas en la realidad.

–Vino para varias actividades además de la mesa sobre el discurso, ¿no?

–Claro. Y es una alegría volver a la Argentina. Yo estaba acostumbrado a venir todos los años y este es mi primer viaje después de la pandemia. Organizamos con la Feria del Libro un taller por primera vez y es el taller que brindó Jorge Carrión sobre periodismo cultural en estos tiempos. Además, vine a invitar a los periodistas argentinos a que participen en el Premio Gabo que este año se realiza por décima vez y que tiene una nueva convocatoria abierta en la que hemos modificado las bases y en el que hemos ampliado el número de categorías. Una de las cosas que queremos es el retorno en la presencialidad sin perder los logros de la virtualidad, pues no cabe duda de que hay cosas buenas en haber adoptado ya definitivamente las tecnologías de las reuniones virtuales, de los talleres virtuales, los webinars pero la experiencia del encuentro directo, personales, es importantísima. Hicimos dos festivales de periodismo de modo virtual que, por ejemplo, se pudieron dar el lujo de trabajar con distintos nichos ya que no todos los temas le interesan a todo el mundo y la gente se conecta en función y listo. Algunos de los formatos tuvieron mucho éxito, como las clases magistrales. Ahora volvemos a la presencialidad, sin descartar lo aprendido. Son diez años continuos, incluyendo los dos virtuales, del premio y el festival.

Gloria Rodrigué, Ezequiel Martínez y Jaime Abello en el homenaje a García Márquez. (Foto Fundación El Libro)
Gloria Rodrigué, Ezequiel Martínez y Jaime Abello en el homenaje a García Márquez. (Foto Fundación El Libro)

–Es un premio que parece tener siempre las antenas conectadas con lo nuevo que sucede en el periodismo, como pasó con El Faro de El Salvador, o Radio Ambulante, de los Estados Unidos.

–Han ganado periodistas de Paraguay o el caso de eldiario.es, de España, que tenía un modelo interesante. Un gran reto hoy en día es la sostenibilidad de los emprendimientos periodísticos y una de las funciones más importantes del premio es ayudar a esa visibilización. El premio no sólo se hace para reconocer, sino para visibilizar, para estimular y para señalar referentes. Es un premio que tiene una función de actualización de renovación y de pedagogía. Cuando García Márquez me vinculó a la Fundación me pidió que lo acompañara y yo asumí la dirección, una vez me dijo: “Puedes usar mi nombre”, me dio una licencia para usar su nombre con una autorización notarial que firmaron él y su esposa Mercedes porque queríamos tener la garantía jurídica de que se use con libertad, pero me dijo: “Usa mi nombre pero nunca te equivoques”. Eso es un mandato tremendo, entonces tratamos de no equivocarnos en el sentido de hacerle honor a esa responsabilidad que el premio lleva con el nombre de Gabriel García Márquez y entonces tenemos un equipo y unas reglas muy claras, muy estrictas. Hay un equipo, hay varias rondas de los jurados y también está el Consejo Rector. Creo que la razón por la cual se acierta es un poco por ese compromiso con la búsqueda de calidad y la apuesta por la excelencia.

–¿Cómo ve los cambios del periodismo en esta época?

–Las posibilidades de información ahora están condicionadas por la competencia por el tiempo y la atención del público. En ese sentido uno de los retos esenciales en el futuro del periodismo es el impacto, es decir, cómo hacerse sentir, cómo tener efectos sobre el público, cómo convocar audiencias, cómo desarrollar comunidades de seguidores, cómo generar ondas, porque estamos tan saturados de información que es muy difícil lograr ese impacto. Es uno de las retos más importantes que el periodismo tiene hoy en día tanto como el de la viabilidad de los medios desde el punto de vista económico. O el buen uso de las herramientas de la tecnología de una manera creativa. O la libertad de expresión y de seguridad en el trabajo. Hoy la comunicación se ha convertido en una herramienta política esencial y esa herramienta se aplica en medio de una guerra de narrativas. Lo estamos viendo, por ejemplo, en la gran lucha comunicacional que representa la manera como se ve la guerra entre Ucrania y Rusia. En Rusia, internamente, han logrado crear una especie cápsula de aislamiento informativo a través de una serie de medidas incluyendo el silenciamiento de los medios críticos y muchos rusos realmente creen que la guerra es por la liberación de los hermanos ucranianos ante la nazificación de ese país. Zelensky, en cambio, ha resultado ser un comunicador político formidable que ha galvanizado la agenda, por lo menos en Occidente, de cómo interpretar esta guerra. Entonces hay una lucha de colosos en la comunicación. Eso se está dando en todos los niveles en todas partes.

–¿Por ejemplo?

–En Colombia estamos en proceso electoral y la lucha de la comunicación es impresionante, las versiones que uno y otros instalan y, por supuesto, con equipos enormes que se encargan de propagar determinadas versiones, de impulsar hashtags en las redes sociales o de esparcir rumores. Algunos gobiernos cada vez más ven al periodismo crítico como una oposición política y no aceptan el papel del periodismo independiente. Lo vemos en el caso de un político que es un demagogo tecnológico formidable como Bukele en El Salvador y está asfixiando a los medios independientes. Estamos entrando realmente en una era complicada porque en esta guerra de narrativas los periodistas terminan siendo aplastados. Estamos en una batalla sin precedentes porque es la mezcla de todos los problemas: la mezcla del reto de la viabilidad económica, del ruido digital, con los gobiernos que tienden a ser intolerantes y que usan el silenciamiento tecnológico, el acoso digital, el espionaje y hackeo a través de las redes. Pero por más noticias falsas que haya, cuando hay una investigación y una información bien contada y seria, termina saliendo la luz. Y la verdad, tarde o temprano, termina difundiéndose como debe ser.

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