La 46° Feria Internacional del Libro fue el marco esta tarde para que el escritor y conductor radial Alejandro Dolina ahondara en su nueva novela Notas al pie en diálogo con Jorge Dubatti, ocasión en la que reflexionó sobre el oficio de la escritura y la importancia de los libros intervenidos.
Dolina comentó ante la sala José Hernández que, como autor, el principal desafío es “luchar contra el deseo de no escribir, es fuertísimo. El mundo está lleno de cosas mucho más gratas que escribir. Escribir es ingrato, lo lindo es haber escrito”. Afirmó que hay que pelear también “contra el desaliento de lo ya hecho; uno se lee y no se gusta”.
Al inicio de la charla, el multifacético Dolina saludó a Dubatti y lo llamó su “amigo”. A la vez, el crítico e historiador teatral pidió un gran aplauso “para el maestro Dolina“, solicitud a la que el auditorio respondió con creces.
“Los que amamos la literatura estamos muy agradecidos con el regreso de la feria”, señaló Dubatti, para luego considerar que Notas al pie es “un libro y al mismo tiempo muchos libros”. “Es por un lado un conjunto de cuentos, de narraciones cortas, y es un conjunto de papeles sueltos. Por otro lado es también una edición, hay un autor, Vidal Morozov, editado por otro autor, y al mismo tiempo es una novela policial”, apuntó.
En Notas al pie, tras la muerte del escritor Sergei Vidal Morozov, su casa editorial le encarga a Franco de Robertis una edición anotada de cuentos póstumos. La elección no es casual: De Robertis ha sido, a lo largo de gran parte de la carrera del reconocido autor, su colaborador más estrecho.
Respecto de la génesis de esta, su segunda novela, Dolina contó que “en realidad empezó a pensarla de maneras completamente distintas”, y tuvo varias ideas con las que no pudo avanzar.
“Hasta que alguien me sugirió, sin sugerírmelo -habré leído o visto algo-, la idea de un libro intervenido. Hay toda una historia hermosa de los libros intervenidos. Nico Tolcachier, un amigo, me ha pasado una reseña de la historia de los libros anotados”, relató.
¿En qué momento de la historia nace la nota al pie?, se preguntó Dolina, para luego contestarse ante la media sala repleta, dividida con un elevado tabique negro: “Una respuesta podría ser en la Edad Media, cuando los copistas fatigados, cansados sus ojos por la falta de luz, perseguidos por el frío, la mala vida, ponían al costado algunas observaciones casi siempre pesimistas”.
El conductor del clásico programa radial La venganza será terrible contó que, cuando era estudiante de derecho, solía intervenir los libros de un amigo. “Hacía falsas llamadas y lo trasladaba a otro libro y a otra página. Hacía un juego que le hacía perder a él mucho tiempo y hacía abreviaturas que finalmente eran obscenas”.
El escritor y locutor reveló que le gusta hacer sus propias anotaciones al leer, porque lo considera una manera de “dialogar con el autor, como decirle ‘aquí te agarré’ cuando uno descubre una contradicción”.
“Comprobé también que los libros subrayados solo tienen un valor para el autor del subrayado. Porque una vez que presta el libro, el efecto no siempre es comprendido y uno se detiene y se pasa horas pensando ‘porqué demonios habrá subrayado ese párrafo’”.
Así, profundizó Dolina, se fue instalando la idea de hacer un libro “con un autor ficticio y otro no menos ficticio, que fuera su discípulo y que fuera el anotador”.
Dubatti le hizo notar que, en la medida que el lector puede hacer distintos recorridos, recordó Rayuela de Julio Cortázar. “Algunas personas leen como si todas las novelas fueran Rayuela. Yo leo como si estuviera en la librería y agarrando el libro por el medio”, replicó Dolina.
“Leo así, empiezo por el medio, no puedo dejar de leer. Sigo leyendo por el medio, y al otro día no me acuerdo por dónde andaba. Y, si tengo suerte, al final de varias jornadas, completo el libro y más o menos lo armo en mi cabeza”, expuso.
“Suele suceder que hay libros que no termino nunca, pero no porque no los alcance a leer todos, sino porque no tengo la sensación de haberlos terminado, y vuelvo a ese libro y leo cosas que ya leí, pero me olvidé. De esta manera casi todos los libros son interminables”, reflexionó.
Respecto de sus rutinas a la hora de escribir, el autor de Crónicas del Angel Gris y Cartas marcadas comentó: “no tengo una silla preferida, ni una hora. Escribo cuando puedo, cuando se me ocurre alguna cosa. No puedo presentarme ante una mesa a las ocho de la mañana y garantizar que pueda escribir algo”.
Sobre la función del escritor, consideró que se trata de una pregunta interesante para negarse a contestar. Porque “implica la sospecha que no basta con lo que el escritor hace”. Y lanzó el interrogante: “¿Por qué se le pide al escritor algo más que su libro, si ya su libro forma parte de algo, que es, aunque él no quiera, algo maravilloso?”
¿Para qué sirve la literatura, para qué sirve la poesía?, fue aún más lejos Dolina. Y se contestó: “Para no morirse y para ser más feliz, y para ensanchar nuestros horizontes”.
Aseveró además que su nueva novela “es un libro de búsqueda personal de lo que se ha perdido”. Y redondeó: “Uno trabaja con lo que ha perdido en la literatura. Voces que nos han dejado, mujeres que se han ido, padres que se han muerto, retazos de la infancia que a lo mejor no tenían sentido como vivencia real y lo cobran cuando uno va relacionando cosas”.
Por lo tanto, dijo, en Notas al pie “lo que hay es una búsqueda no tanto de lo perdido”, sino la de un estado “que nos permita soportar todo lo que perdemos”.
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