Viviana Rivero, “pasión de multitudes”, la definió Patricia Kolesnicov en la entrevista que le hizo en el stand de Leamos, y a lo que autora respondió con una carcajada agradecida. Es una de las escritoras argentinas exponentes del género romántico e histórico más vendidas y no cesa en producir. Este año subirá a cartel la primera obra escrita por ella –por encargo, aclara–, y ya está preparando su próxima novela.
Su primera novela fue Secreto bien guardado, que encabezó una lista que sigue hasta hoy, todos éxitos de venta. Una luz fuerte y brillante es su última novela y con la que se presenta a la Feria y la excusa para este encuentro. En la charla habla de cómo empezó a escribir, del amor, entre otros temas.
—Mucha gente sabe que es una escritora de novelas románticas, pero no sé si tanta gente sabe que, además, es abogada que trabajó de abogada antes de tirarse a la pileta.
—Saben porque me investigan, es así —responde risueña.
–Quiero empezar desde el principio y preguntarte cómo fue ese tirarse a la pileta, cómo una “señora abogada”, que trabaja de manera seria, decide dedicarse a escribir.
—Me gusta contar esto porque siempre siento que las mujeres se reinventan mucho, a veces más que los hombres. Pasamos por distintas etapas, porque tenemos hijos y sentimos mucho ese peso, entonces nos vamos acomodando a eso. En mi caso, empecé a ver que mis chicos empezaron la primaria, empecé a encontrar unas horitas, volví a ser dueña de mi vida: y dije “¿qué voy a hacer con estas horas?”. Más horas al estudio jurídico no le iba a dar, y dije “quiero escribir un libro”, y así empiezo a escribir mi primer libro, que fue Secreto bien guardado. Pero yo no sabía si iba a terminar siendo una novela, pero lo fue porque encontré el espacio.
—¿Pero la idea de dónde salió?
—Mi papá era escritor, un buen escritor, con premios ganados, muchos, con novelas editadas, pero él no podía vivir de la literatura, y escribía de noche, los fines de semana. Mi mamá decía “en esta casa nadie va a seguir carreras que tengan que ver con la literatura, porque para loco está su padre”. Entonces no se nos ocurrió a ninguno de los tres hijos seguir algo que tuviera que ver con la literatura. Hablábamos en la mesa del domingo, siempre, de autores, de libros, de novelas. Además, existía ese cliché de que “si escribís muy bien y ganás muchos premios, lo leen pocos, entonces no podés vivir de eso”, o “si escribís de una manera que vendés mucho, no es tan bueno”. Entonces ¿quién quería escribir? Nadie. Yo no quería escribir. Pero me acuerdo que llega a mis manos un libro que me marca para siempre, que es Suite francesa, de Irène Némirovsky. Me marca tanto que yo leía que Irene hablaba de temas profundos, como la Segunda Guerra Mundial, de la toma de París por los nazis y cuenta una historia de amor. Dije “me gusta cómo escribe esta mujer, que toca todo, que escribe con calidad, y que habla de amor, también”. Fue una motivación encontrar un referente. Y dije “me gusta, creo que puedo escribir algo así parecido a eso”, y fue mi último libro como lectora. A partir de ahí ya me transformé en escritora, porque empecé a escribir.
—¿Cuántos años tenías cuando cambiaste vida?
—Tenía más o menos 37, 38 años.
—¿Para construir los personajes usás elementos de gente conocida?
—No no. Muchas veces la gente quiere contarme sus historias, pero yo siempre les digo que la cuenten ellos, porque esas historias están vivas para ellos. Y las historias que yo cuento son las que yo tengo vivas para mí.
—¿Trabajás de escritora? En el sentido de trabajar: ¿cómo se trabaja de escritor?
—No, yo venía de un trabajo en el que me levantaba y me ponía a trabajar. Eso seguía igual, me levantaba a las siete de la mañana, solo que ya no me ponía los tacos altos y me iba a tribunales a litigar, sino que me quedaba en medias, descalza, escribiendo en casa. Eso fue el el cambio digamos, pero sí, cuando uno hace un cambio así, me acuerdo que mi madre, que era la que no quería que siguiéramos carreras que tuviera que ver con la literatura ellos, me decía ¿estás segura? Pero siempre digo que se amigó con mi carrera mía el día que escribí Zafiros en la piel que es lo único que he escrito autobiográfico. Yo quería escribir acerca del Córdobazo y fui a mi madre y le dije “mamá, contame qué te acordás vos de esa época”. Ella se pone a a explicarme, y en realidad me estaba contando su propia historia y algo que tenía que ver con mi padre y por qué me pusieron a mí Viviana. Y le pregunté si me daba permiso para escribirlo, y me dijo que sí. Cuando lo escribí se lo llevé a mi mamá y le pregunté si estaba de acuerdo con que lo publicara, porque desnudaba muchas cosas de la vida de ella. Cuando hicimos la presentación y la llevé a mi madre, los lectores querían sacarse fotos con ella, y estaba tan contenta, que yo digo que ese día se amigó con mi profesión de escritora.
—¿Por qué te pusieron Viviana?
—Me pusieron Viviana porque en ese tiempo, que fue lo del Córdobazo, mi padre salía tempranito a trabajar. Lo único que había abierto era un kiosquito que se llamaba Vivi, y él sentía que lo acompañaba, era una luz para él, en la vida de él. Entonces, cuando nací yo, dijo “quiero ponerle Viviana”.
—¿Alguna vez te excita lo que escribís?
—Y a veces parece que el personaje casi lo conozco, casi es mi marido. Le encuentro parecido. Hay algún algunos personajes que son más queribles que otros y sí uno termina escribiendo con todo el cuerpo. Yo lo descubrí cuando escribí mi primer libro. Yo no lo escribí lineal, sino que empiezo a escribir algo en el medio y escribo la discusión que tiene Amalia con su padre, que es una discusión por parte de ella pidiendo libertad, y me acuerdo que por un momento yo era el padre y por otro momento era ella. Terminé esa escena con el corazón latiendo muy fuerte, porque era como que yo había estado discutiendo con mi padre. Escribimos con el cuerpo los escritores y creo que es lo más parecido a ser actor, porque sentimos que somos esos personajes para poder contestar, para poder explicar lo que se siente.
—En estos tiempos de aplicaciones, de menos compromiso, ¿cómo se escribe el amor, es el mismo amor o cambia? —Yo creo que el amor nunca pasa de moda porque el amor sigue siendo el gran motor del mundo, y no solo el amor de pareja, los que leen mis libros saben que yo hablo de todas las áreas del amor: el amor de pareja, el amor a los hijos, el amor a las vocaciones, el amor a la tierra. Son los amores que yo trato en los libros, y digo que son los que empujan el mundo. Porque por una pareja, nos podemos ir a vivir a la otra parte del mundo o quedarnos en esta parte del mundo. Por amor a un hijo, una vez que tenemos uno, nunca más volvemos a ser los mismos. Por una vocación estamos dispuestas a trabajar hasta las tres de la mañana sin saber si nos van a pagar. Y por el amor a la tierra podés estar en otro país y sentís el aroma de una comida que te hacia tu madre y uno es capaz de lagrimear. Por eso creo que siempre estos amores nos mueven a los seres humanos y siempre los trato en los libros. El amor nunca va a pasar de moda, y el amor se vive igual, no importa la época, cuando te mueve el piso una relación, no importa si tenés 20 o tenés 40.
—¿Estás escribiendo la próxima?
—Sí. Primero acabo de terminar una obra de teatro, que se va a estrenar en septiembre, me la encargaron y la escribí. Se llama Santuario de mujeres. Son cuatro mujeres, hablo de las cosas que se depende la edad que tengamos vamos poniendo como importante las mujeres. De eso trata, hay mucho monólogo, muy de mujeres. Y estoy empezando a escribir el próximo libro, que transcurre en una época muy, muy, antigua. No tengo nada escrito aún, y no hay autoras argentinas que hayan escrito de esta época, así que me voy muy atrás.
Mirá la entrevista completa en el video.
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