Toda historia tiene un principio y un lugar. A veces difuso. Otras, preciso. Esta podría situarse a principios de los 80 en el mítico Café de la Flor, el espacio cultural de la calle Mendoza al 800, por aquellos años refugio creativo de la bohemia rosarina en épocas de dictadura y represión. Allí un grupo de jóvenes artistas, que años después cobraría trascendencia nacional, alternaba el cancionero de Litto Nebbia o Serrat, con sus propios temas. Un puñado de canciones de bellas armonías con textos de potente poesía y testimonio.
Cuenta la historia que una noche de aquellas el productor Julio Avegliano, por entonces representante de Facundo Cabral, estuvo entre el público y que, sorprendido por la calidad de la propuesta, regresó a Buenos Aires con una idea recurrente: editar la música de aquella noche singular. Una grabación casera de “Mirta, de regreso”, la canción de Adrián Abonizio; alcanzó para convencer a los directivos de la multinacional EMI de ofrecerles un contrato por dos discos y designó a Jorge Portunato, su gerente artístico, como productor de esos trabajos.
En noviembre de 1981, los músicos ingresan por primera vez a un estudio porteño y promediando el año siguiente Tiempos difíciles llega a las disquerías compartiendo bateas con trabajos emblemáticos, como Kamikaze de Luis Alberto Spinetta y Yendo de la cama al living, primer disco solista de Charly García. La austera tapa en blanco y negro, con la foto de Baglietto sentado junto a un chico en el umbral de un viejo portal rememoraba la icónica imagen de El pibe, la película de Charles Chaplin de 1921.
Pronto la música de la Trova invadió las radios porteñas y los nombres de estos rosarinos casi desconocidos se volvieron letras de molde y se repitieron boca en boca. En febrero del 82 Baglietto llevó el repertorio al Festival de La Falda y luego el grupo tomó parte del Rosario Rock. Finalmente, el 14 de mayo la banda rosarina llegó a Obras como número central del festival que organizaba la revista Humor. Buenos Aires conoció así el secreto que los rosarinos guardaban para sí entre las paredes de la vieja casona, hoy derrumbada, del mítico Café de la Flor.
“Tiempos difíciles todavía no había salido a bateas, pero las canciones estaban instaladas en las cinco mil quinientas personas que pagaron sus entradas para reencontrarse con ese grupo de artistas liderados por un cantante carismático, talentoso, prolijamente desaliñado, inquieto y cautivante”, recuerda Edgardo Pérez Castillo.
Las previsiones de EMI contemplaban la venta de unos 5000 discos, pero la demanda superó ampliamente sus expectativas. El registro superó las 120 mil copias vendidas y se ganó el reconocimiento de doble platino de la industria. Baglietto fue sin duda la cara visible de aquel lanzamiento. Pero junto a él compartían su debut discográfico la talentosa juventud de Silvina Garré, Fito Páez y Rubén Goldín, la experiencia de Sergio Sainz, Luis Cerávolo y José «Zappo» Aguilera y la participación especial de Manolo Juárez y el Chango Farías Gómez en uno de los cortes del disco.
Así una vez más la historia tuvo su principio y su lugar. Y ahora, a 40 años de aquellos comienzos trascendentes toman forma de libro. Las cosas tienen movimiento / 40 años de la Trova Rosarina, una edición fruto de la iniciativa del periodista y productor discográfico Horacio Vargas, quien compiló textos de distintos autores, incluyendo una reseña inédita de Fito Páez y un texto alusivo de Gerardo Rozín, el periodista rosarino fallecido en marzo pasado.
“El título de este libro, que recopila perfiles, crónicas y entrevistas de los hacedores de la Trova Rosarina, dice Vargas, representa un homenaje a aquellos músicos rosarinos que, con pasión, cuarenta años después, insisten en seguir, en no bajar la guardia, siempre a seguir”.
El músico Jorge Llonch, actual ministro de Cultura de Santa Fe, sumó su mirada a los testimonios del libro. “Cuando me preguntan cómo surgió la Trova suelo decir que más que un nacimiento fue un bautismo. En esta historia no hay protagonistas, solo artistas que aunaron sus deseos, sus ilusiones y sus fuerzas en un momento social y político muy complicado de la Argentina”.
El texto de Rozín que aquí rescata la compilación fue escrito a pedido de Baglietto para la presentación de los conciertos por los cuarenta años de la Trova. “Eso era Rosario y eso éramos todos los rosarinos: las ganas de decir eso. En otros lugares de la Argentina hacían rock o lo jazzeaban, o hacían bossa nova, o hacían folklore, pero siempre metidos en los géneros. La Trova fue mezcla, fusión, tránsito. Lo que no había. La Trova fue también el grito. Y el grito de cansancio”, recordaba por entonces Rozín.
“Rosario es mi columna vertebral”, dice Litto Nebbia entrevistado aquí por Juan Manuel Mannarino. Para el músico, valioso antecedente del fenómeno que se analiza en el libro, “la Trova es poesía, es composición profunda, una oda a la vida bohemia, al arte rosarino, a un pedazo de la Argentina que vive en sus canciones”.
La compilación suma también el testimonio de Liliana Herrero, una cantante cercana a los valores que expresaba la movida rosarina. “Para mí fue estimulante la aparición de ese movimiento. En realidad, la denominación Trova fue un nombre asignado por el periodismo de Buenos Aires, si no me equivoco. Cuando surgieron como movimiento yo lo celebré, tuve la certeza de que aparecían restos vivos, no era poco lo que la generación mía sentía ante la aparición de estos chicos que estaban tocando, inventando nuevas músicas, con nuevos textos, nuevos ritmos y propuestas musicales, artísticas y poéticas”, señala en diálogo con Patricia Dibert.
Claro que los indudables méritos de aquella novedad no estaban solo en lo musical. También los textos, certeros, punzantes, poéticos; entregaban su lirica distintiva, poniendo en blanco sobre negro las vivencias comunes de una generación atravesada por la dictadura, la guerra de Malvinas y los sinsabores de una realidad difícil. “Mirta, de regreso”, de Adrián Abonizio; “Era en abril” de Jorge Fandermole y “La vida es una moneda” de Páez; se asumen como crónicas de aquellos años despiadados.
El crítico Juan Aguzzi, coautor junto a Adrián Abonizio del libro La Rosa Trovarina, da cuenta cómo fue Baglietto, quien fue encontrando aquellas canciones “que le cuadraban por contar con cierto carácter incisivo y visceral, que no eran tan crípticas ni estaban encapsuladas en el modo de expresión de ningún grupo, que contaban una pequeña historia y podían –un factor decisivo para, justamente, un trovador– ser cantadas simplemente con una guitarra”.
“Las mejores canciones son las más inesperadas, dice Abonizio, quien entrega el primer corte del disco, la inoxidable Mirta, de regreso, que aún mantiene su vigencia cuatro décadas después, mientras que Fandermole aporta Era en abril, la letra que había escrito en plena adolescencia tomado por un interrogante prematuro: cómo sería perder un hijo, cruel posibilidad que aquí se vuelve fatalmente creíble en la voz de Baglietto y Garré.
Casi al inicio mismo del libro, el crítico Juan Aguzzi plantea un interrogante que sobrevolará las páginas siguientes de esta necesaria recopilación. ¿Qué hace realmente que un disco se convierta en una pieza inoxidable?, dice. ¿Que la suerte de logradas armonías, acentos, fraseos, lo que se da en llamar ritmo, o swing, el uso de elementos puntuales de un género, o de un híbrido, calen con precisión en las escuchas de modo que nunca más se abandonen?
Seguramente el interrogante cosechará un sinnúmero de respuestas. Algunas nacerán de un pensamiento dedicado. Otras surgirán a puro corazón, como suele escucharse la buena música. O quizás permanezcan ocultas aún entre el puñado de canciones entrañables. Entre el tejido de melodías y letras que cuatro décadas después siguen dando testimonio con la verdad de un arte que el tiempo no decolora.
*Las cosas tienen movimiento / 40 años de la Trova Rosarina se presenta en la Feria del Libro de Buenos Aires, el sábado 14 a las 16.30 en la sala Tulio Halperín Donghi, pabellón amarillo. Participarán Horacio Vargas (compilador del libro), los periodistas rosarinos Sebastián Riestra y Pedro Squillaci y el subsecretario de Cultura de la provincia de Santa, Felix Fiore. Músicos invitados: Adrián Abonizio y Pichi de Benedictis.
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