“También el amor es una luz negociada”, dice Luis García Montero, director del Instituto Cervantes. Pero, en realidad, el que recita este poema de amor inédito es el viudo de la escritora y periodista española Almudena Grandes, en el homenaje que se le rinde en la 46° Edición de la Feria Internacional del Libro. Y lo hace con el amor y la calidez que encierra un acto tan simple y certero como la negociación de la luz prendida para leer. Porque, minutos antes, aclara que no quiere hablar de su literatura, ni de la militancia compartida, ni de las risas o de las aventuras y las noches de copas en Buenos Aires. Anticipa que leerá unos poemas con los que negocia: el amor, la enfermedad, y con el cuerpo, “algo subido de tono”.
Son cuatro los poemas inéditos los que lee: “Lectores”, “La resistencia”, “En cuerpo y alma” -en el que arroja una frase que estaquea a todos los presentes: “¿Puede hacerse el amor en vuestro cielo?”-, y “Un año y tres meses”, con el que cierra y se emociona inevitablemente, mientras Paola Lucantis, su editora y amiga en Argentina, quiebra en llanto, en memoria de quien fue su esposa durante más de veinte años, mientras el público contiene el aliento.
“Estos días finales que ya son, ahora, recordados, (fueron) los más felices de mi vida”, concluye García Montero en memoria de quien fue su esposa durante más de veinte años, mientras el público se tensa con emoción. Unos minutos antes recuerda las visitas a Buenos Aires, la amistad con Mariano Roca -el director de Tusquets Argentina en ese entonces-, de fútbol, de la amistad estrecha con Lucantis y su amor por la capital argentina y por Mar del Plata.
Media hora antes, a las 18.30, en la sala Adolfo Bioy Casares de la Feria Internacional del Libro, una fila extensa se divisa desde las escaleras que dan acceso al Pabellón Blanco. Allí es la cita para el homenaje a una de las escritoras más potentes de la literatura española: Almudena Grandes. Los lugares no alcanzan, pero los presentes solo quieren participar, escuchar y como hace Grandes en sus textos, construir una memoria colectiva. Mientras, Lucantis ya ubicada en su lugar, repasa su discurso. A ella se le suman la periodista Diana Fernández Irusta y García Montero.
El acto comienza con la presencia de la embajadora de España, María Jesús Alonso; Luis Marina, consejero cultural; Coca Morazo, directora del Centro Cultural España en Buenos Aires y todo su equipo; amigos de Grandes y sus lectores. Primero, las actrices españolas Piedad Montero y Carmen de la Osa -visiblemente conmovida- recitan diversos fragmentos de la obra de Grandes, entre ellos pasajes de El corazón helado, Inés y la alegría y El lector de Julio Verne. El auditorio acompaña la lectura, entre pañuelos que circulan, en silencio, con llantos ocasionales y por lo bajo se susurra “Ahh qué lindo”.
Aplausos prolongados dan paso a la primera oradora, su editora y amiga en Argentina, Paola Lucantis. Empieza con la voz quebrada pero se recompone. La editora de Tusquets recuerda que Almudena Grandes visitó por primera vez Argentina en 1993, después de ganar el premio La sonrisa vertical por Las edades de Lulú, obra que marcó el inicio de su trayectoria como escritora. También cuenta que, al principio, sus libros circulaban de manera tímida hasta que en 2007 todo cambió: El corazón helado se había agotado en librerías.
“Desde ese momento, algo cambió. Sus siguientes visitas a Argentina eran categoría “rockstar”. Filas y filas de lectores, con sus libros bajo el brazo, para que Almudena se los firmara”, cuenta Lucantis y define a la escritora madrileña como una autora “ambiciosa” y “comprometida”. “Cada vez que veía era una fiesta”, recuerda y sigue dando detalles “y teníamos que preparar un arsenal antiácido por todo lo que comíamos y tomábamos”.
También menciona su militancia, su posición política, su energía vital, su sonrisa y cómo “siempre defendió a los perdedores, les dio voz a las mujeres y nunca se olvidó de los viejos y de los caídos”. Mientras, García Montero hace gestos para contener las lágrimas. El público, no. Lucantis hace memoria y cuenta, por último, su última foto juntas en el Parque de la Memoria. Y la memoria, como una señal.
“Vamos a seguir remando la emoción”, dice la periodista Diana Fernández Irusta y sigue: “la voz de Almudena era torrencial”. Y caracteriza a la autora de novelas como Inés y la alegría, Las tres bodas de Manolita y Los pacientes del doctor García -que marcaron un antes y un después, no solo en su forma de escribir, sino en la manera de entender la guerra y el franquismo - como generosa y cómplice con quienes trabajan duro y se esfuerzan.
Fernández Irusta, que entrevistó a Grandes en varias ocasiones, recuerda que “entrevistarla era fácil, ella te lo hacía fácil. Te ayudaba con respuestas abundantes y expansivas. Su respuesta reparaba, enmendaba, cubría cualquier bache”. Y también destaca la importancia del amor, las heridas, la memoria, y su querida ciudad de Madrid en sus obras. Almudena es irremplazable. No se puede entender España sin sus libros; podría decirse incluso que sus libros hicieron a España.
“Si hay algo para remarcar”, señala la periodista, “es el sudor del esfuerzo y del amor en su obra”. Si bien la intimidad es distinta a la de García Montero y Lucantis, Fernández Irusta asume, ahora, el rol de lectora y confiesa: “tengo en mí imágenes que ella construyó, que me sostienen”. Luis agacha la cabeza, llora.
“Gracias por este homenaje aquí, en Buenos Aires, en una ciudad que tanto hemos querido juntos y por separado”, cierra García Montero. Termina el acto con un silencio seco y los lectores, con el corazón helado.
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