Luis García Montero es poeta, director del Instituto Cervantes, y mucho más que “el viudo enamorado” de la recientemente fallecida Almudena Grandes. En esta conversación amena habló con Patricia Kolesnicov de lenguas, como rasgo fundamental de la identidad y de la cultura.
Como digno poeta, se animó a recitar a ni más ni menos que Lorca. Además, puntualizó acerca de si se debe hablar de español o castellano, y reivindicó el valor de las lenguas en general.
—Te quería preguntar por el español, que es un tema que siempre está un poco en disputa. La primera pregunta es ¿español o castellano?
—Pues, mira, en España se utilizan los dos conceptos como sinónimos. Yo los utilizo de una manera o de otra, pues respeto la dinámica de cada país en el que estoy, o en cada región o nacionalidad de España en la que estoy. Como filólogo yo estudié que el español no nació en Castilla, nació en el Norte, en lo que hoy es La Rioja. Los primeros documentos se conservan en San Millán de la Cogolla, un monasterio, porque era una zona euskera, y se hablaba euskera, entonces se intentó buscar una lengua común que les permitiera a los que hablaban en euskera entenderse, en un derivado del latín, con los catalanes. La evolución del español es, en realidad, la fusión del latín y el euskera.
Tampoco hay que irse a la historia remota, porque las palabras están en movimiento, pues hay lugares donde, por ejemplo, molesta utilizar español, porque te dicen que el catalán también es de España.
Hay una conferencia maravillosa de 1928, de Jorge Luis Borges, que se titula “El español de los argentinos”, que después le dio título a un libro, El idioma de los argentinos, y viene a defender algo que creo que está en la mejor tradición de nuestra comunidad.
—¿Y ahora nos amenaza el inglés?
—Es que no hay que tenerle miedo, yo creo que hay que defender, en todo, el sentido común. El idioma está vivo y está en movimiento. Por ejemplo, antes de salir de la Península, entraron en el idioma cuatro mil palabras de origen árabe, y ahora, si ponemos la cabeza en una almohada, pues estamos usando una palabra que nos llegó del árabe. En el primer viaje de Colón ingresó la palabra canoa, que es de origen indígena, de una lengua indígena taína. La comunicación entre lenguas es maravillosa, y no hay que tener miedo, lo que hace falta es tener sentido común. Hay muchas palabras nuevas que salen del inglés y que sirven para nombrar la realidad, y si las utilizamos, está bien. El idioma es tan fuerte que las va a integrar y las va a ser propias. Pero no hay que ser tonto, si tienes una palabra en castellano, no debes utilizar la inglesa cuando lo natural es utilizar la palabra que tienes en tu idioma. Y si hay algo nuevo que tienes que nombrar, pues se nombra con el inglés y no pasa nada, porque poco después pasa a ser palabra de nuestro idioma.
—¿Qué es lo que le da fuerza al idioma? Porque, efectivamente, hay idiomas que desaparecen.
—Hay muchos de los siete mil y pico de idiomas que hay censados que están en peligro de desaparición, y son muy pocos los que tienen más de doscientos millones de hablantes. En Europa se firmó, firmó el Cervantes, una carta de defensa de las lenguas no hegemónicas, porque cuando se pierde un idioma, se pierden una cultura y una tradición. La fuerza de una lengua hegemónica tiene que cargarse de valores democráticos para decir vamos a tomar conciencia de que hay que defender las lenguas minoritarias.
—¿Cómo se defienden?
—Prestándoles atención; invirtiendo en estudiarlas; enseñándolas; intentando traducir los libros a esas lenguas e intentando recoger una herencia que tiene que ser. Haciendo grabaciones, trabajos de campo, diccionarios. Eso a veces es muy difícil, porque hay lenguas, por ejemplo en Colombia, donde quedan solo dos hablantes, pero luchar para que no desaparezca un idioma es muy importante, también.
—¿Qué empobrece o qué ensucia al idioma?
—Lo que más me preocupa, en las redes sociales, no es el dibujito o una palabra simplificada, lo que más me preocupa son los bulos, los sesgos, la capacidad de hacer caricaturas para el otro, de estandarizar, negando la realidad. Porque hay muchos sesgos, machistas, racistas, supremacistas, una invitación a utilizar las palabras para la mentira y no para el conocimiento. Creo que la democracia en la información y la veracidad y el conocimiento de los hechos son fundamentales, y cuando los que circula por ahí son bulos, pues es un problema. A mí me preocupa, como ciudadano, no solo el desprecio que para con los hispanos tenía Donald Trump en Estados Unidos –que borró la página web en español de la Casa Blanca–; además, el New York Time contabilizó más de treinta mentiras al día desde la cuenta de Twitter de Donald Trump. Cuando le llamaron la atención, su jefa de gabinete dijo no son mentiras son realidades alternativas. Realidades alternativas que suelen invitar al desconocimiento, al odio y a crear impulsos negativos. Esa generación de sesgos es lo que más me preocupa en las redes sociales, en este momento.
—Eso se puede hacer hablando muy bien cualquier idioma...
—Se puede hacer hablando muy bien cualquier idioma, y tenemos larga experiencia con las dictaduras, de cómo han utilizado el lenguaje para dominar o engañar. Por ejemplo, yo tengo un problema en Europa: los cientos de muertos que hay todos los años en las costas del Mediterráneo, y tenemos problemas para integrar a los migrantes. No es lo mismo que en un periódico se diga “acaban de perder la vida treinta ilegales” que decir “acaban de perder la vida treinta personas” o “treinta náufragos”, porque la ley del mar invita al socorro. “Los ilegales” parece decir “tuyo es el problema, yo me limpio las manos”. Son ese tipo de matices los que creo que hacen que el lenguaje sea un lugar de encuentro, de valores humanos o un lugar para la manipulación y para la mentira.
—Pero eso no lo empobrece como idioma...
—Eso lo empobrece como idioma porque un idioma es algo más que un vocabulario, es un espacio de entendimiento, es un espacio de cultura, de raíz materna, y cuando nos encerramos en el odio, creo que empobrecemos nuestro idioma.
—Te quería preguntar si en estos meses, tras las muerte de Almudena en noviembre, pudiste escribir.
—Sí, he escrito algunos poemas, porque el modo que tengo de negociar conmigo mismo es la poesía. Yo he aprendido a entender lo que es el amor, lo que es la vida, lo que es la soledad, lo que es la pérdida, a través de la poesía. Es mi recurso. Yo comentaba antes que mientras exista el ser humano, va a existir la poesía; y cuando murió Almudena, empecé a escribir para intentar entenderme a mí mismo y entender mis sentimientos. Y he escrito algunos poemas que tienen que ver con la enfermedad y con la pérdida de Almudena.
Mirá la entrevista completa en el video.
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