“La inflación llegó a la Argentina con el peronismo”: lo que cuenta el libro que Fernando Iglesias presenta en la Feria

“Los días más felices. El modus operandi económico de la leyenda peronista” desgrana acciones y discurso del movimiento que fundó Juan Perón. Y dice que lo caracteriza “la ambición de poder”. El acto será este viernes.

El libro, en la Feria. Un ensayo con datos y reflexiones.

Fernando Iglesias, hoy Diputado de la Nación, llega a la Feria del Libro con un ensayo en el que presenta argumentos históricos y económicos. Se pregunta cuál fue el precio de la “felicidad” peronista.

Aquí, un fragmento.

Inflación y pobreza: los días más infelices

El fenómeno inflacionario llegó a la Argentina con el peronismo. Fue desde 1946, y no antes, que el BCRA se transformó en el prestamista de primera instancia del Gobierno, ignorando los límites impuestos por ley en el momento de su creación (Cortés Conde, Ortiz Batalla, D’Amato y Della Paolera, 2020: 93). El movimiento nacido bajo la invocación de la justicia social fue responsable de introducir duraderamente en la economía argentina la inflación, la mayor productora de pobres. Desde entonces, en 1946, la moneda argentina d.P perdería trece ceros. Cada peso de 1946, año de inicio del primer gobierno peronista, valía 0,00000000000001 pesos de 2015. De manera que, si tuviéramos la cantidad de los billetes de esa época necesarios para cubrir el valor de un solo peso de 2015 y los pusiéramos alineados a lo largo, la fila de billetes tendría una extensión de 1.500.000.000 de kilómetros, suficiente para ir a la Luna y volver de ella dos veces o para dar la vuelta al mundo por el Ecuador 37 veces… (Iglesias, 2016).

Pero lo más notable del fenómeno inflacionario que afectó a tres de los cuatro ciclos peronistas es que se desató de manera innecesaria como resultado de políticas macroeconómicas deliberadamente adoptadas que no podían sino conducir a ese resultado; no como consecuencia de una crisis o del agotamiento de un modelo económico —como fue el caso de la caída de la tablita de la dictadura y la hiperinflación de Alfonsín—, sino como una elección deliberada del Gobierno tomada en momentos de auge económico. En todos los casos, las políticas inflacionarias y procíclicas del peronismo fueron aplicadas en períodos iniciales del mandato, con condiciones externas favorables y cuando el país crecía a buen ritmo. Así lo muestra el análisis de los agregados monetarios, que entre 1946 y 1955 promediaron un 14,65% del pib (31% más respecto a los valores promedio de la década anterior), y que entre 2003 y 2015 promediaron un 10,9% del PIB (triplicando los valores de la Convertibilidad y un 40% más que en 2002).

Fernando Iglesias. El diputado estará en la Feria del Libro.

Los resultados de las políticas monetarias del primer ciclo peronista fueron las esperables. La inflación se multiplicó por trece en siete años, pasando del 3,9% en 1944 al 50,2% en 1951; un crecimiento aún mayor que el experimentado durante la hiperinflación alfonsinista, que desde el 433,7% heredado de la dictadura y el 4.923,7% de 1989 la aumentó “solo” once veces. Algo similar sucedió entre el 43,8% de 1973 y el 335% de 1975 (multiplicación por 7) y entre el 3,7% de 2003 y el 21,7% de 2008 (multiplicación por 6). En lugar de estabilizar la macroeconomía, ahorrar y fortalecer la moneda en esos períodos positivos del ciclo económico, el peronismo de las décadas de 1950 y 1970 y el del siglo XXI agregaron leña al fuego inflacionario para hacer aún más felices los días más felices. El costo lo pagarían el país y su futuro. Ahora bien, vistos los resultados, ¿cómo se explica la enorme capacidad del peronismo para mantener el poder y volver rápidamente a él cuando lo pierde?

Lo más notable del fenómeno inflacionario que afectó a tres de los cuatro ciclos peronistas es que se desató de manera innecesaria como resultado de políticas macroeconómicas deliberadamente adoptadas

El peronismo fue enormemente exitoso en instalar un sentido común económico populista, escondiendo su responsabilidad en el aumento de la inflación y descargando las responsabilidades del aumento de la pobreza y la indigencia en actores económicos acusados de complotar contra el bienestar popular: los “especuladores” y “agiotistas”, en los años cincuenta del peronismo original y en los setenta del segundo ciclo, y los “sectores concentrados” y “formadores de precios”, en el siglo XXI del peronismo kirchnerista. Al respecto, resulta interesante la comparación entre las expresiones discursivas del peronismo kirchnerista y las del original. Terminados los primeros días más felices y habiéndose registrado ya picos inflacionarios del 34% (1949) y 50% (1951), el 15 de abril de 1953, cuando le hablaba a una multitudinaria concentración frente a la Casa Rosada convocada por la CGT para defender el Segundo Plan Quinquenal, Perón declaró: “Vamos a tener que volver a la época de andar con el alambre de fardo en el bolsillo… Con referencia a los especuladores, ellos son elementos coadyuvantes y cooperantes de esta acción. ¡El Gobierno está decidido a hacer cumplir los precios aunque tenga que colgarlos a todos!… Han de bajar al precio oficial calculado, porque eso les da los beneficios que merecen por su trabajo…”. Los métodos de coerción también fueron especificados: “Cada comprador debe ser un inspector del Gobierno para mandar preso al comerciante que no cumpla con los precios que ha comprometido con nosotros…”. Los “agiotistas” fueron advertidos: “Hasta ahora, he empleado la persuasión. En adelante, emplearé la represión, ¡y quiera Dios que las circunstancias no me llamen a tener que emplear las penas más terribles!” (Iglesias, 2015).

Inflación; intento de disminuirla mediante el control de precios, la presión social y las amenazas violentas emanadas desde las más altas autoridades; culpabilización de los agentes económicos por el fracaso gubernamental; demonización de los mecanismos de precios intrínsecos de toda economía capitalista; inspecciones de control populares a cargo de militantes políticos. Un repertorio de absoluta actualidad inaugurado hace setenta años, cuando la economía inflacionaria de la Argentina d. P. estaba en sus comienzos.

La palabra “ajuste”, aplicada al intento de hacer coincidir ingresos y egresos y el valor de las exportaciones con el de las importaciones, fue un dispositivo central en el mecanismo exculpatorio-acusatorio peronista

La contraparte simbólica de la leyenda peronista de los días más felices fue la narrativa, también peronista, de los días más infelices; siempre días no peronistas, siempre causados por gobiernos tildados de neoliberales y tecnocráticos que sucedían en el poder al peronismo y a los que no les importaba la felicidad del pueblo, sino la sujeción maníaca de las variables macroeconómicas. La palabra “ajuste”, aplicada al intento de hacer coincidir ingresos y egresos y el valor de las exportaciones con el de las importaciones, fue un dispositivo central en el mecanismo exculpatorio-acusatorio peronista.

El intento de mantener las variables macro dentro de parámetros que impidieran un colapso fue exitosamente asociado a la palabra “ajuste”, denunciado como paradigma antipopular y señalado como responsable de la propagación de la miseria. Según la leyenda peronista, era falso que los gobiernos no peronistas llegados al poder después del agotamiento de los días más felices estuvieran obligados a restituir un mínimo equilibrio macroeconómico para evitar lo peor. Su objetivo era otro: acabar con las conquistas alcanzadas por el pueblo durante los días más felices y demoler los “principios sociales que Perón ha establecido”, como clamaba “La marcha peronista”.

Buscando precios. La inflación, un mal que nos sigue golpeando. REUTERS/Agustin Marcarian

Sin embargo, la realidad suele ser gorila: toda comparación objetiva de los datos de inflación y pobreza permite comprobar que los grandes picos de aumento de la pobreza y la indigencia en Argentina (1976, 1983, 1989, 2002) no correspondieron a políticas de ajuste, sino a procesos inflacionarios, es decir, a las correcciones por parte del mercado de los desequilibrios generados por los modelos económicos populistas, y no a su intento de corrección por el Gobierno. Lo que nos lleva de manera directa a una paradoja que merece el análisis: el peronismo, para quien —supuestamente— el rol del Estado en el manejo de la economía es un valor indisputable, prefiere abstenerse de todo intento de corrección de las distorsiones macroeconómicas mediante la acción del Gobierno y deja esas correcciones en manos del enemigo, el capitalismo que se debe combatir, según la marchita, el demoníaco mercado. Inversamente, quienes creen que el rol central en la economía debe ser desempeñado por la actividad privada proponen que el Estado se haga cargo a través del Gobierno del ajuste de las variables macroeconómicas, es decir, de corregir las distorsiones generadas desde el mismo Estado. ¿Cómo es que quienes exaltan la intervención estatal en la economía dejan decisiones fundamentales en términos de bienestar social, pobreza e indigencia en manos de los ávidos capitalistas justamente en los momentos más difíciles? ¿No es sospechosa semejante renuncia a la acción estatal por parte del peronismo?

La actitud, aparentemente paradojal, del peronismo respecto al rol del Estado en la economía tiene una explicación simple. Como todo en el peronismo, no se trata de convicciones, sino de estrategias políticas; en este caso, la de hacer que el Estado y sus representantes en la Tierra, los bondadosos gobiernos y gobernantes peronistas, sean responsables de los períodos de crecimiento y de los días más felices, al mismo tiempo que dejan que sea el mercado el que se ocupe, a través de la inflación y las corridas cambiarias y bancarias, de los ajustes. Subrayo el punto porque es demostrativo de una de las tesis centrales de este trabajo: lo que caracteriza al peronismo no es una determinada concepción político-económica. El Estado puede hacerse omnipresente o puede esconderse debajo de la cama según las circunstancias. Lo que caracteriza al peronismo es la ambición del poder y la utilización del discurso de los días más felices y los días más infelices para instalarse duraderamente en él proponiéndose como única alternativa que contempla los intereses populares. La realidad, que es la única verdad, muestra otra cosa: que la inflación —introducida por el peronismo en una economía argentina que carecía de ese problema e impulsada en momentos de auge económico por tres de los cuatro ciclos peronistas— ha sido la principal generadora de pobreza en la Argentina, y no el ajuste.

La presentación

“Los días más felices”, de Fernando Iglesias.

Cuándo: Este viernes 13 a las 20.30

Dónde: Sala Victoria Ocampo, Pabellón Blanco

Participan: Fernando Iglesias,Fernando Iglesias, Martín Tetaz, Luciano Laspina y Ricardo López Murphy.

Presenta: Laura Di Marco

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