En diez cuentos, el escritor y periodista Carlos Contreras pone a la Lima periférica como punto de partida en Una carta sin Paul McCartney. Hubo influencia de sus padres y sus abuelos, nos dice en esta entrevista con Infobae, con la tradición oral y utilizó la ficción para hermanarlo con aquellos barrios de la década de los noventa que poco a poco han perdido ese aroma a pistazo, a la ‘patota’, a la ‘palomillada’.
—¿Hace cuánto tiempo comenzaste a escribir estos cuentos? Porque hay uno (¡Bu!) que, se podría decir, es pandémico.
—Yo escribo disciplinadamente desde los 30 años, en el sentido de ordenar mis ideas; el hábito de leer siempre lo tuve por el mismo trabajo de periodista. Este proyecto de Una carta sin Paul McCartney nació en 2018. Fui recogiendo algunos relatos que había estado escribiendo: algunos fueron desapareciendo, otros fueron tomando voz. En 8 relatos, de los 10 que hay en el libro, quise transmitir a una generación noventera de la periferia de Lima, con jergas y el barrio. Esto no ha sido explotado, en parte, porque nos hemos quedado con lo que nos presentan Vargas Llosa o Ribeyro, que es una Lima más clasemediedera.
—¿Cuáles son los otros dos cuentos que no están relacionados a los otros?
—Matalayunza es un cuento que quise agregar, tiene un lenguaje dialectal, más ligado al campo. Incluso, el libro se iba a titular Matalayunza, pero con la editorial decidimos el título actual. El otro es que el que me preguntaste inicialmente, ¡Bu!, el cuento pandémico.
—¿Cuál fue tu intención con el cuento pandémico?
—Caí en la tentación de los autores de querer dejar algo para la posteridad. Yo vivo frente a un hospital, así que me decidí a escribir una historia de amor en medio de la muerte.
—Los personajes de Una carta sin Paul McCartney son muy diferentes, pero cada uno busca su camino.
—He tratado que los personajes tengan su propia personalidad, sobre todo, que tengan un porqué. Cada personaje busca enfrentarse a su destino. Traté, en algunos casos, que encuentren algo de esperanza. Algunos lectores me comentaban que estaba haciendo sufrir a un personaje de tal cuento, pero así es como transcurre la historia.
—Este libro bebe mucho de Los inocentes, de Oswaldo Reynoso, aunque Una carta sin Paul McCartney es más periférica.
—Mis dos referentes en la literatura nacional son Oswaldo Reynoso y Cromwell Jara. Oswaldo metió la jerga en la literatura peruana. Sin embargo, la jerga actual es muy diferente a la de los 70. “Broder” o “tío” eran palabras que no se empleaban en esos años. En el caso de Cromwell fue por su cuento Montacerdos. Nuestra tradición, en narrativa, es rica y podemos ir acercando la literatura a los jóvenes.
—¿Crees que esto es un reto para los nuevos autores: dar una nueva voz a la literatura peruana?
—Sí, ahora veo una intención de querer contar sobre la Lima periférica. El arte urbano se está influenciando en la pintura con los grafitis, en la música con el hip-hop, pero, ¿qué pasó con la literatura? Es un reto muy importante porque se puede acercar más la literatura a los conos donde hay lectores ávidos. El barrio ya no es igual al barrio de los noventa.
—Antes salías a ‘pichanguear’, al pistazo, o los campeonatos en las canchitas de loza, así como salir a jugar las ‘chapadas’ o las ‘escondidas’, ya no se ve mucho eso.
—Por lo que me acabas de decir, creo que debemos ser los autores de la transición; tenemos el reto de retratar esta transición entre una generación tecnológica a una generación que era más de barrio.
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