Mariano Tenconi Blanco: “Escribo para leer, leo para escribir, las ideas aparecen leyendo”

El actor y director argentino de teatro visitó el stand de Leamos para charlar con Hinde Pomeraniec sobre la lectura y la escritura, y presentó su primer libro: “Mitos y maravillas”

Feria del Libro 2022 - Mariano Tenconi Blanco

Mariano Tenconi Blanco no se detuvo como dramaturgo y director desde 2011, en 2021 recibió el Diploma al mérito del Konex. Entre sus obras, se destacan Las cautivas, La vida extraordinaria –que tuvo una puesta en escena en Bucarest, Rumania–, además de Quiero decir te amo, La Fiera, entre otras. Fue elegido para participar del International Writers Program de la Universidad de Iowa, la residencia para escritores más antigua del mundo; y del IWP de Beijing, en China.

Obtuvo varios premios, como el Premio a la Nueva Dramaturgia por Todo tendría sentido si no existiera la muerte y ganó el Concurso Nacional de Dramaturgia por La vida extraordinaria. Publicó varias de sus obras en un libro, Mitos y maravillas, y sobre dramaturgia, escritura y lectura de teatro conversó con Hinde Pomeraniec en el stand de Leamos.

—¿Cuándo empezaste vos a leer obras de teatro en formato libro?

—Las primeras lecturas no las recuerdo, la lectura del teatro, digo. Puntualmente me parece que definitivamente debe haber sido cuando empecé a tener relación más estrecha con el teatro. Quería ser actor, y entonces empecé a leer las obras que me mandaban, para estudiar los textos, y también empecé a leer las obras que sentía que tenía que haber leído. Ahí empezó el derrotero. También cuando estuve en Puan, estudiando Letras, me acuerdo que la cátedra de Literatura Inglesa, de Laura Cerrato, era casi todo teatro, y me encantó porque ya estudiaba teatro. Y fue muy interesante porque leímos y hablamos de Sarah Kane, Harold Pinter, de Beckett Estaban los autores de teatro muy a la mano.

(Luciano Gonzalez)

—Empiezo preguntándote por cómo leer teatro para preguntarte por cómo escribir teatro, en el sentido de que uno a esta altura ya puede imaginar que hay gente que tiene una sensibilidad y una manera de entrar por el lado del verso a la hora de escribir poesía, otro quiere contar cosas, distintos géneros narrativos, pero ¿cómo se le ocurre a alguien escribir teatro?

—En mi caso el teatro fue el lugar en donde me dejaron escribir. O sea, yo quería escribir y no sabía cómo, y tenía esa arrogancia juvenil de pensar que no tenía que ir a un taller de escritura porque iban a pudrir mi pureza estilística, que no lo era tal, por supuesto. Entonces, nunca fui a ningún lado, y escribí en mi casa y pensaba que mis cuentos espantosos y mis poemas eran geniales; y en un momento empecé a hacer teatro, como todo joven tímido porteño que en algún momento algún amigo te dice vení, vamos, hay chicas hay chicos, se sale a comer. Pero me empezó a gustar en serio, más allá de las chicas y los chicos, y entonces fui avanzando. Fui cambiando de maestro, y en un momento llegué a a entrenar con Ricardo Bartís, que a mí me gustaba mucho, y también, por ese momento, me había gustado una una obra de Alejandro Tantanian y empecé a estudiar dramaturgia con él, porque sentí que necesitaba tener una guía, por decirlo de alguna manera.

—¿Cómo son las voces para un autor teatral?

—Yo soy docente de dramaturgia y lo primero que enseño es que escriban voces, porque un autor y una autora de teatro tienen que saber escribir voces, tienen que trabajar con la oralidad. Con el chisme del portero, con la conversación del taxi, con la conversación de mi tía con mi otra tía. Todo eso es la materia prima del teatro, digamos. Para mí es central que uno tenga oreja, que tenga oído, que escuche cómo se habla y que tenga, incluso, una relación poética con este lenguaje oral. Yo particularmente empiezo por muchos lugares distintos, dependiendo de la obra. En algunos casos, como con Todo tendría sentido si no existiera la muerte, me vino la idea una mujer que tiene una enfermedad terminal y decide como última voluntad escribir una película pornográfica. Y me vino esa idea así redondita en un avión yendo a México, me levanté y lo escribí en un cuaderno, porque siempre ando con un cuaderno, y dije esta la tengo que escribir, o sea, es buena y después bueno, vino el trabajo de autor. Pero en otros casos no, por ejemplo en La vida extraordinaria, que cuenta la vida de dos amigas, fue más el afán de investigar las diferentes formas de escritura, dije a ver cómo pueden entrar las diferentes formas de escritura en una obra de teatro. Entonces, en algún punto, los conflictos que tienen son conflictos muy humanos, podríamos decir, se muere el padre, se muere la madre, se casan, queda embarazada. Me pareció que compensaban bien con una aventura formal un poco más osada como dije, bueno, tienen que ser temas que todo el mundo conozca, cosa de que lo formal no sea una una barrera para para conectar con la obra, digamos, entonces en ese sentido. Siento que cada proyecto va armando su propio camino y se iluminan siempre por algún lugar, distinto.

(Luciano Gonzalez)

—Hablábamos del lenguaje argentino, de la literatura argentina, que aparece en tu dramaturgia y recordaba que La vida extraordinaria se montó en Rumania. Hablamos de literatura argentina, de lengua argentina, de Manuel Puig sobrevolando, del melodrama. ¿Los rumanos y los argentinos tienen mucho en común como para que haya podido interpretarse y entenderse así?

—La verdad no tengo idea, o sea la historia de esta obra es genial, porque me escribió la directora rumana –yo no doy los derechos de mis obras cuando no las dirijo yo porque lo hice solo una vez y y como que estaba fuera de la fiesta, entonces no tiene sentido, prefiero dirigirla yo; cuando me muera si les interesa las dirigirán otros....–. Me escribió esta directora y me dice mirá presenté de La vida extraordinaria en el Teatro Nacional de Bucarest y me la programaron casi le digo que no, pero pensé si le digo que no, soy un garca; y dije bueno está bien, solo para Rumanía, porque total yo en Rumanía no la voy a hacer la obra. Y ella me contó la historia como fue, que tiene un amigo que vive en Inglaterra y que trabaja en un teatro, que lee los materiales que van llegando y, obviamente, casi nunca se montan, porque los ingleses montan su teatro, que es muy bueno también, y el amigo le dijo mira llegó este libro y yo leí esta obra –porque se tradujo al inglés La vida extraordinariay me parece buenísima, tenés que leerla. Y se la pasó, la leyó, le encantó, la presentó y se la aprobaron. Yo no sé qué entenderán los rumanos, digo, no sé, que ella pone tango, por ejemplo, como que lo deben ver como una noche argentina.

(Luciano Gonzalez)

—Tenés un libro nuevo. ¿Qué se siente cuando se ve la palabra acá y ya no en la computadora o dicha por otros?

—Me gusta muchísimo, porque sabés que tengo una relación muy profunda con los libros: escribo para leer, leo para escribir, me gusta escribir arriba de los libros. Las ideas aparecen leyendo.

—¿Qué tiene que hacer alguien que quiere escribir teatro?

—Leer mucho. Es raro, porque quizás debería decir ver teatro, pero yo pienso que leer. Yo, ojo, también hago sindicalismo, y cuando cuando quiero defendernos a los autores de teatro digo el mejor de la historia era un autor de teatro, que era Shakespeare, y no sé cuántas cosas mejores han escrito que que él, pero sí, yo leo todos los géneros y y porque también confío y eso es una búsqueda. No tienen porqué estar de acuerdo los demás, pero yo encuentro que en las otras formas de escritura hay como la posibilidad de expandir el teatro, como que siento que nos da nuevas energías.

Mirá la entrevista completa en el video.

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