Muy joven, Tamara Tenembaum ya ha transitado diversos géneros literarios, y es devenir el punto de partida de este diálogo en el que no quedan excluidos ni el feminismo ni la política.
—El mito de la hoja en blanco, ¿en vos cómo se manifiesta eso de esta vez no va a salir bien?
—Ahora estoy tratando de empezar a escribir una novela, pero muy, muy empezando, tengo tres páginas de nada y las tres páginas que tengo me parecen buenas, no me queda claro que vayan a mejorar: todavía no encontré por dónde, no le encontré la voz, no le encontré el tono, tengo una estructura en mi cabeza, que ya siento que no funciona. Realmente es una cosa muy técnica en el sentido de decir que no está funcionando. A la vez, en general, tengo cierta intuición de las cosas que funcionan y las que no. Y entonces sé que, por ejemplo, si esto en un par de meses no funciona voy a saber que lo dejo y lo dejo.
—Tu primer libro publicado fue un libro de poemas, la poesía era algo muy importante: vos, venías de estudiar Filosofía y escribiste un libro de poemas. Si uno ve a la Tamara de hace unos años y ve a la Tamara de hoy, ¿dónde está la Tamara poeta?
—Yo sigo usando todo eso, de hecho. Hay varios poemas que aparecen en la serie, directamente sí, no voy a contar cómo pero sí.
—¿Estás escribiendo poemas?
—Es que yo no escribo poemas. Pienso mucho en en el concepto, los cuentos también tienen una idea de por qué están todos acá. Bueno, fueron todos concebidos para estar acá [juntos], es como yo pienso en general las cosas.
—Escribiste una columna muy linda sobre Laura Ramos y hablás del feminismo elegante y me gustó mucho esa categoría, contame un poco esa idea.
—Bueno, es algo en lo que pienso bastante. O sea, empecé a pensar eso, como cuento en la columna: a mí me llamó mucho la atención. Yo la conocí a Laura Ramos, como casi todo el mundo, con Buenos Aires me mata, no con las columnas porque yo era muy chica, pero sí, con el libro y para mí era fascinante, yo imaginaba que nadie podía tener en Buenos Aires una vida mejor que la que tenía Laura. Y me pasó que después, varios años después, Laura publica Infernales la biografía de los Brontë, de las hermanas y el hermano, y lo que me sorprendió, que yo no la conocía de ella que además de que le gustaba la noche y el boliche y el bochinche era una chica que le gustaba la literatura inglesa, que me había gustado a mí toda la vida. Me sorprendió, porque efectivamente a mí también me gustaban esas dos cosas, y me sorprendió. ¿Qué conexión hay entre esas dos cosas?
Eso es lo algo que vengo pensando hace bastante, como la fascinación con la feminidad, que es algo que yo también tengo desde chica, o sea, si bien, hay cosas que nunca hice y que nunca tuve, siempre fui de la ropa y de las cositas, eh. Hay algo que tiene la militancia de género y la cuestión de género, que es que nos atraviesa subjetivamente de formas muy íntimas, y que no les pasa a los militantes, o sea, yo milité en otras cosas. No pasa en el marxismo, no pasa en el peronismo, nadie anda diciendo “soy un mal marxista”, no, no, son todos el mejor marxista de todos. Me parece que hay algo que tiene que ver con que la militancia feminista te atraviesa en relación con tu capacidad de agradar, con tu capacidad de gustar, con tu capacidad de desear, de seducir, que son cosas con las que una no quiere romper.
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