Ana Negri nació en México en 1983, durante el exilio de sus padres por la última dictadura militar argentina. Editó el libro Cuerpo contra cuerpo, de Margo Glantz, en la editorial Sexto piso. En la Feria del Libro presentó su primera novela, Los eufemismos, que se publicó, casi en simultáneo, en Chile y México, y que habla de las relaciones entre madre e hija, ser y no, el exilio, y la distancia.
En su visita al stand de Leamos, conversó con Hinde Pomeraniec de estos temas, del concepto de argenmex, del exilio, de las marcas de la vivencia en la escritura, de Alejandra Pizarnik, de las relaciones familiares y de lo no dicho.
A continuación compartimos algunos de los textuales de esta conversación.
—Tu novela, Los eufemismos, tiene que ver con tu propia vida. Contame un poco por qué Los eufemismos.
—La novela se llama así porque me pareció que había algo que tiene que ver con el tema del desarraigo, que, finalmente, es muy difícil tratar de delimitar o ponerle fronteras precisas; y me parece que Los eufemismos lo que hace todo el tiempo es rodear ese vacío, de alguna manera. Y ahí se empieza a configurar algo, por más que quizá no se le pueda hacer referencia directa. Sentía que podía trabajarlo desde ahí, como desde un acercamiento más sugerente.
—Hay cosas de las que no se hablan en toda la familia, pero también hay maneras de buscarle la vuelta. ¿De qué cosas no se habla en esta novela y de qué cosas no se hablaba en tu casa?
—En la novela hay varios tipos de eufemismos. Uno de los eufemismos tal vez sean el que aparece alrededor de la situación de la madre de la protagonista, que está en ese proceso de fragmentación de la personalidad a causa del trauma de el exilio y la persecución que ella sufre durante la dictadura militar. Entonces están todos los eufemismos que la familia va generando como para ser alusiones de esos problemas tan difíciles de nombrar y de asumir. Y también están los otros eufemismos, que creó la dictadura para referirse, por ejemplo, al “proceso” o los mismos eufemismos que van surgiendo en México y que, de alguna manera, conectan esa situación. Y eso agrava, también, la situación de la madre.
—Hay algo con este exilio heredado y con esta cultura de los padres, hay algo del orden del trauma y de la cultura que se abandonó que uno siempre la tiene. ¿En qué te marcó a vos? ¿Cuán argentina te sentís?
—Ay, ese es un tema... Hay un montón de cosas que tienen que ver con mi forma de relacionarme que me parecen mucho más argentinas, en ese nivel de las relaciones humanas, siento que tengo mucha más afinidad con la cultura argentina. Pero luego también me doy cuenta de que tengo un montón de marcas y de cosas que están más profundamente arraigadas en..., y ni siquiera quiero hablar de México o Argentina, pero sí de la cultura, ¿no?, porque no es un país el tema sino como todo lo que moviliza.
—¿En México sos argentina y en Argentina sos mexicana?
—Totalmente, de hecho ahí está ese término, el de argenmex, que se generó para tratar de ubicar el espacio raro, indefinido, que en realidad lo que pasa es que no tiene este territorio que lo ancle, pero no quiere decir que no esté, y ahí se movilizan cosas y yo creo que estoy en ese lugar.
—Aparece Alejandra Pizarnik fuerte como una marca fuerte. Me gustaría saber cuándo leíste Alejandra Pizarnik y qué te pasó, porque es una lectura que, en general, cuando uno la tiene de adolescente dispara a muchas cosas. Me gustaría saber si te pasó eso.
—Totalmente. Me pasó en 2008, en ese momento no era fácil conseguir sus libros, y yo me la encontré en una biblioteca haciendo investigación por mi cuenta y ahí me puse a leerla y fue eso, que dice, algo muy íntimo, también, y muy potente. Y lo que hice fue leer, en paralelo, los diarios de Alejandra y la poesía, y era muy fuerte, porque tenía el registro de su pelea con el lenguaje por un lado, en el diario, y todo el proceso que eso va derivando, y por otro lado, lo que hace con esa lucha. Eso a mí me me definió mucho, me dio muchas ganas de empezar mi propia lucha también.
Mirá la entrevista completa en el video.
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