Probablemente el hecho de recordar a una persona que ya no está brinde herramientas para conformar esa mirada que quisiera brindar un sentido a una vida. Por eso, Pier Paolo Pasolini decía que sólo la muerte permitía, como en las películas, realizar un montaje de la vida, poniendo de relieve los hechos y pensamientos que conformarían el recuerdo, la memoria.
Juan no está más, pero tenemos sus libros, esa es su función también de memoria. Tal vez ese fue uno de los motores que llevaron adelante el homenaje a Juan Forn, el autor, periodista y editor, fallecido el 20 de junio de 2021 en Mar de las Pampas, el lugar junto a la playa en el que había decidido residir hacía dos décadas, tras conocerse una enfermedad que se convertiría en condición y que lo acompañaría hasta su muerte.
Desde el mar siguió escribiendo literatura, dando talleres a escritores y realizando una labor semana a semana en las contratapas de los viernes en Página/12 que lo conducirían a desplegar su amor por los libros, los textos y los autores, sus biografías, el sinsentido del mundo y la esperanza en ese mismo mundo. En la mesa de homenaje se encontraban, frente a la sala Tulio Halperin Donghi llena, Víctor Malumián, Juan Sklar y Mariana Enríquez, por orden de aparición.
Falta mencionar al presentador de la mesa. Ignacio “Nacho” Iraola, ex director de Planeta (renunció hace pocos meses aunque sin desligarse del sello, en el que continuará labores como asesor externo mientras que la editora Adriana Fernández se encuentra ya al frente de la editorial, una de las dos más grandes de la Argentina, junto a Random House) y amigo de Juan Forn desde hace décadas, cuando Juan ocupaba una oficina como editor en el sello editorial e Iraola comenzaba a trabajar en la empresa. Fue una presentación breve y sentida. Iraola rescató: “Vamos a homenajear a alguien que hoy no está aquí. Quedan sus libros, que así despliegan su función de memoria”.
Comenzó Víctor Malumián, director de Ediciones Godot y uno de los fundadores de la Feria de Editores, un evento más chico que la descomunal Feria del Libro pero que reúne a decenas de editoriales independientes durante otros días más en el año que también son una fiesta. A minutos de que el libro Me acuerdo, de Martín Kohan y editado por Godot, recibiera el Premio de la Crítica de la Feria, Malumián se detuvo en que lo fundamental que había sido para la construcción de un lector luego de haber transformado, desde Planeta, la edición en la Argentina de fines de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado y que nunca abandonó (en los últimos tiempos Forn dirigía la colección Rara Avis, que publicó a Camila Sosa Villada, una revelación literaria en este último tiempo).
Malumián señaló la intensidad de las Contratapas de los viernes, reunidas primero en tres tomos y luego en la recopilación Yo recordaré por ustedes, que reúne luego de un trabajo de edición las preferidas del autor y con una coherencia geográfica. Dijo: “Hay un poder increíble en los viernes: el de provocar en el lector el impulso irreprimible de buscar a un autor, de leer un texto que hace díez minutos el lector no tenía idea de que existía”.
El escritor Juan Sklar aventuró una hipótesis de lectura en la que Forn se traslucía en cada texto. “Se trata de un análisis que expanda la experiencia sensible del libro”. Explicó la selección de las contratapas de los viernes que se manifiesta en Yo recordaré por ustedes destacando “un recorrido geográfico que empieza por África y termina en Villa Gesell”, lugar de residencia por años del autor. Citó a Forn: “Toda biografía es sobre todo una autobiografía”. También planteó que la novela María Domecq era un entramado, en sintonía borgeana, dijo, que planteaba una obra pero también hablaba de sí. Sklar señaló haber visto en dos oportunidades a Forn, a la vez que expresó su teoría de lectura a la audiencia.
En cambio Mariana Enríquez comenzó: “Disculpen, pero lo mío es pura anécdota, poco análisis”. Contó que conoció a Forn hacía mucho tiempo, cuando la escritora tenía 19 años y por medio de su mejor amiga Andrea llegó a su madre una novela mecanografiada que había escrito. La madre de su amiga era Gabriela Cerruti, actual vocera presidencial, que llevó el texto a Planeta, donde buscaban una voz joven para una nueva colección. La colección la dirigía Jorge Lanata, pero Juan Forn había leído el texto y lo disputó. La llevó entonces a su oficina en la editorial, “un sucucho lleno de olor a humo y puchos”, donde tendría el trabajo de edición de su primera novela Bajar es lo peor.
Enumeró Enríquez: “Me decía: ‘Si no sabés hacer primera persona, no la hagas’. ‘Si vas a hacer diálogos, escuchá a las otras personas, no te escuches a vos misma’”. El editor le compró su primera computadora y la escuchó cuando Mariana fue a quejarse porque había pasado todas las páginas mecanografiadas a la PC, pero se habían borrado. “¿Ves que es mejor escribir a máquina?”. Enríquez contó que el editor luego abandonó la editorial, pero se reencontraron en Página/12, donde Forn dirigía el suplemento Radar cuando la escritora estaba en la sección Espectáculos. Finalmente, volvieron a trabajar juntos en Radar. “Marianita, me decía, pero no por una cuestión cariñosa, sino porque soy petisa. Y él también”, apuntó Enríquez. “Después enfermó”. Cuando a la escritora le diagnosticaron equívocamente una enfermedad autoinmune, él le presentó a quien podía ayudarla. “Y me dejó una gran amiga”, dijo Enríquez a la audiencia, entre quienes se encontraba Matilda, hija de Forn.
“Conocí a una persona que me bancó desde el principio. Sí empecé como escritora fue por Juan. Me cambió la vida de un modo super tranquilo, no abriendo el Mar Rojo sino fumando en una oficina de Planeta a las dos de la mañana”. Para concluir, dijo: “Juan me hacía reír”.
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